A lo largo de más de 30 años, la compañía teatral La Trouppe ha sabido encontrar el camino para hacer carrera dentro del género infantil. La más reciente de sus propuestas es Hay calacas y payasos, que se celebra todos los sábados y domingos a las 12:30 horas en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.
El montaje cuenta la historia de los payasos Trupo y Canica, quienes viajan a Tepoztlán en busca del Chamán Pero Perol, para pedirle los ayude a encontrar a sus compañeras Lady Lucas y Noni Pelusas, quienes sufrieron una experiencia paranormal en el ático de un teatro y desaparecieron.
El oráculo los envía, guiados por La llorona, al panteón de Chulum Bumbún, donde se encuentra la puerta al inframundo maya, ya que sus amigas se encuentran en alguno de los nueve niveles de sus nueve niveles.
En entrevista, Mauro Mendoza, director artístico de la compañía, comenta que la pieza surgió a petición del Parque Xcaret para el Festival de Vida y Muerte. “El financiamiento del Efiteatro y del Instituto Nacional de Bellas Artes hicieron posible armar una producción de gran formato”.
La puesta en escena trae al mundo contemporáneo la cosmogonía maya. “El argumento no está enfrascado en Día de Muertos; es una aventura metafísica donde los payasos de La Trouppe viajan hacia el inframundo y se encuentran con dioses y semidioses. Es un recorrido dantesco con mucho humor y música”.
La puesta en escena requirió de una amplia investigación sobre la civilización prehispánica. En lo musical se usaron instrumentos de la época, mientras que para diseño plástico se puso énfasis en la recuperación de las tradiciones mayas en cuestión de retablos y arquitectura. “La mitología maya promovía que nadie se muere hasta que lo olvidan, y este espíritu es el que recuperamos en la obra. Digamos que es una especie de aventura a través de mundos fantásticos”.
Experiencia
Bajo el género de la comedia, Hay calacas y payasos promueve —según Mauro Mendoza— “una risa inteligente, informada. Hay una conciencia colectiva que tiene esos datos, lugares, fechas, que han pasado, la tomamos y dirigimos en discursos para todas las edades. Todo esto es jugar con nuestra historia, con nuestras raíces. Siempre he creído que se aprende mejor con una risa, que con una clase solemne”.
Con la experiencia que otorga el tiempo, el director de La Trouppe reconoce que cada vez los niños son más exigentes. Durante 30 años ha visto cambiar al público y asume que hoy los menores requieren propuestas más dinámicas. “Trabajar en esto ha sido una necedad y hay que agradecerle al público su aceptación. Si bien hoy las exigencias son mayores, también hay que reconocer que sin los apoyos estatales habría sido muy difícil mantenerse. No han faltado los altibajos y siempre estarán los retos para conseguir foros o recursos. Sin embargo, no podemos quejarnos, porque sí hemos encontrado facilidades para presentar nuestros espectáculos”.