José José pertenece al tipo de artistas que vivieron al son de su propia música. José Rómulo Sosa Ortiz nació en Azcapotzalco bajo el signo de piscis, el 17 de febrero de 1948. Entonces no lo sabía pero traía la música en la sangre.
Fui de todo y sin medida…
Hijo del tenor José Sosa Esquivel y de la pianista Margarita Ortiz Pesado, era cuestión de tiempo para que el joven se decantara por el arte. El camino no fue fácil. En casa su padre tenía prohibida la música popular y precisamente al pequeño José quien lo tenía encandilado era el trovador Pepe Jara.
El alcoholismo del tenor mantenía tenso el ambiente familiar. Su abandono primero y su muerte posterior a causa de cirrosis en 1968 llevaron a que Margarita Ortiz hiciera hasta lo imposible para sacar el hogar a flote.
El joven comenzó a interpretar boleros y a ganarse la vida por medio del canto. Se independizó antes de cumplir 20 años e inició sus andanzas en la vida bohemia de un país y una ciudad en pleno tránsito de la vida rural a la vida urbana. Bajo el nombre de Pepe Sosa grabó sus primeras canciones. La influencia del italiano Jimmy Fontana y el estadunidense Frank Sinatra fueron claras desde el principio.
Sus primeros sencillos pasaron con más pena que gloria. “Es una música compleja”, decían los promotores de la época. Alternó su proceso como solista con participaciones dentro de bandas de jazz y bossa nova, como Los PEG, donde tocaba el contrabajo. Entre concierto y concierto conoció al productor Rubén Fuentes, quien le propuso firmar para RCA-Víctor (hoy Sony Music) a cambio de alejarse de los centros nocturnos.
Con el apoyo de Armando Manzanero ingresó al estudio con nuevos temas en 1969. Fue entonces que al unir su nombre con el de su padre dio vida al personaje de su vida: José José.
El primer éxito llegó en el tránsito de 1969 y 1970: La nave del olvido, de Dino Ramos, lo puso en la órbita de la cultura popular.
Su voz era insólita. No se desgañitaba con el corazón y la voz rota del último trago. A cambio era capaz de mantener una entonación suave y de estirar los versos con una respiración más que educada.
El éxito, las ventas y la televisión lo llamaron. Pero el despegue absoluto llegó la noche del 15 de marzo de 1970 en el Teatro Ferrocarrilero, donde a experimentados colegas como Alberto Vázquez y Marco Antonio Muñiz no les quedó de otra que ovacionar de pie y aprenderse el nombre de quien habría de robarles protagonismo: hizo magia con El triste, de Roberto Cantoral, y el Festival de la Canción Latina fue su catapulta.
Pero a veces el talento no es suficiente. Y el intérprete lo aprendió pronto. Su actuación no quedó entre los primeros lugares. Sin embargo nada volvió a ser igual. A partir de entonces y al menos durante 25 años ostentó el cetro del artista más dominante de la música romántica en México.
A lo largo de una carrera de más de 40 años José José vendió más de 120 millones de copias. Cosechó más de 200 discos de oro y platino, 22 de los cuales fueron por Secretos, grabación de 1983 que colocó diez canciones en las listas de éxitos. El mote de Elpríncipe de la canción se lo ganó a pulso.
A la par de su éxito en los centros nocturnos y palenques el artista repitió algunos de los patrones de su padre. Conflictos de pareja y una clara tendencia al alcohol lo sometieron a un castigo que comenzó a cobrar facturas a principios del siglo XXI. Enfisema y diabetes fueron los primeros avisos. En 2007 la parálisis de Bell lo puso como nunca contra las cuerdas. Comenzó un semirretiro acentuado por una voz venida a menos. En 2017, visiblemente lastimado, hizo público su padecimiento de cáncer de páncreas, la enfermedad que finalmente habría de costarle la vida.
Preso de la cárcel…
El mediodía del sábado 28 de septiembre se dio a conocer la muerte de Elpríncipe de la canción. Canales de televisión, estaciones de radio, redes sociales, todos hicieron eco del fallecimiento de un artista tan querido como respetado, aun a pesar de los escándalos. En redes sociales se viralizaron videos de pasajeros en el transporte público cantando sus clásicos.
Autoridades culturales, locales y federales lamentaron la noticia y anunciaron homenajes. Se sabía que el deceso había ocurrido en Miami pero sin más detalles.
Las cosas comenzaron a enturbiarse entrada la noche. La información dejó de fluir. El domingo su hijo José Joel dio a conocer que al llegar a la funeraria donde supuestamente estaba su padre no encontró nada.
La situación adquirió un tono de pesadilla y comenzó la búsqueda. Una vez más José José era motivo de un escándalo, solo que ahora él no tenía responsabilidad alguna.
“Necesitamos saber primeramente que mi papá está ya fallecido; inmediatamente después hacerle una autopsia, y después poder llevárnoslo a México”, dijo José Joel, quien junto con su hermana Marysol reprocharon y acusaron a su media hermana Sarita Sosa de aprovecharse y lucrar con la muerte de su padre.
José José pasó los últimos días con Sarita, joven a la que tuvo con su tercera esposa. Ella se encargó de su padre y llegó a un acuerdo con una televisora estadunidense para contar los detalles de la muerte del cantante.
Ni en la canción más triste de Elpríncipe se avizoraba un escándalo de tales dimensiones. Para muchos la disputa por los restos entre los hermanos es la antesala de lo que podría venir más adelante, cuando la puja sea por los derechos del artista.
El nubarrón comenzó a disiparse la tarde del martes 1 de octubre. En la sede del Consulado General de México en Miami se reunieron José Joel, Marysol y Sara Sosa. Con la mediación del cónsul Jonathan Chait los hermanos alcanzaron un acuerdo e incluso salieron con los brazos en alto y entrelazados.
Minutos después la Secretaría de Cultura del gobierno mexicano emitió un comunicado donde informaba: “Los hermanos Sosa acordaron realizar las exequias de su padre el día viernes 4 de octubre en una funeraria en Miami, en la que se reunirá inicialmente la familia directa del cantante, para luego recibir a personas allegadas y personalidades del medio artístico”.
El mensaje destacaba el consenso entre los familiares de José José para “que se realice primero un homenaje en Miami y luego uno en la Ciudad de México, para lo cual se reiteró el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores para los trámites legales del traslado de los restos, así como para la organización del homenaje, en coordinación con la Secretaría de Cultura de México”.
El mensaje concluye con el anuncio de que los hijos prevén trasladar el cuerpo de su padre al inicio de la próxima semana y esperan que pueda realizarse un homenaje en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, así como un homenaje artístico en el Auditorio Nacional en semanas posteriores.
Qué triste todos dicen que soy…
A minutos de anunciarse la muerte de José José cientos de personas se dieron cita en el Parque de la China, del barrio de Clavería. Justo a un costado de la estatua dedicada al intérprete de Gavilán o paloma los espontáneos entonaron uno a uno los clásicos de su ídolo.
Pável Granados, escritor y titular de la Fonoteca Nacional, define al músico como alguien irrepetible por su capacidad para desmenuzar su autobiografía ante su público por medio de una voz tan explosiva como íntima.
“Fue un hombre que trascendió la imagen de un simple cantante. Rebasó una época y la idea de alguien producido por una televisora y sin duda la mejor voz de la segunda mitad del siglo XX”, comenta Granados.
Para el cronista urbano y novelista Rafael Pérez Gay, en tanto, José José tiene un papel preponderante en el imaginario popular. “Desde los setenta consiguió acaparar y aportar una nueva sensibilidad posterior al bolero”, afirma.
Pérez Gay asegura que por medio de sus canciones, y en complicidad con Rafael Pérez Botija y Manuel Alejandro, aportó “una nueva forma de querer y amar. Antes de él no solía verse que un hombre cantara: ‘Me basta con un poco de tu amor’”.
Tras el auge del bolero y la melodía cursi encabezada por Agustín Lara y Armando Manzanero, José José marcó un punto y aparte: no era la representación de la hombría al estilo José Alfredo Jiménez y tampoco el ranchero venido a la ciudad como Juan Gabriel sino que su estilo era más sofisticado y elegante.
Pável Granados sostiene que representó una ruptura y una transición. “Se educó en la época del jazz, el bolero y el bossa nova. Incluso se alimentó de personajes como Frank Sinatra y Pepe Jara, a quienes tenía como sus grandes ídolos. Con José José el bolero dio paso a la balada; y él le dio una impronta más histriónica, más hacia afuera. Su voz es explosiva y uno de los mejores ejemplos es Volcán. Mientras que el bolero pasó de un país a otro la balada encontró su epicentro en las televisoras, lo que hizo del género un fenómeno transnacional”.
El titular de la Fonoteca Nacional recuerda que Frank Sinatra lo admiraba al punto que le propuso grabar un disco. “Sinatra se ofreció a pagarle todo. Incluso duplicó la oferta
pero José José rechazó la propuesta argumentando que no estaba preparado”.
El investigador precisa que si bien Elpríncipe de la canción antepuso a su familia, quizá la razón esté en aquello que Octavio Paz definía como el miedo al éxito de los mexicanos, aunque tampoco descarta que el conflicto fuera el contrato con la disquera.
Sin llegar a ser un crooner, añade Granados, la voz de José José era diferente. “Se hizo en una época en donde la voz de la balada llenaba el escenario, el teatro y era acorde a los espectáculos de Las Vegas”.
Suma a sus virtudes su capacidad para interpretar por medio de la música su vida y sufrimiento. En este sentido su participación en el Festival de la Canción Latina de 1970 es ejemplar. “Su interpretación de El triste es uno de los momentos cumbres y definitorios de la música mexicana. José José es la mayor representación del baladista que canta hacia fuera. Aun así, y sin temor a parecer contradictorio, fue el más introspectivo de nuestros cantantes”.
Pérez Gay, autor de Nos acompañarán los muertos y Llamadas nocturnas, lo califica como el gran intérprete de los setenta. “A diferencia de Manzanero aportó la sensibilidad de quien ha errado de aquí para allá. En el imaginario popular se colocó como el gran cantante y con una voz privilegiada”.
Su conexión con la personalidad del mexicano obedece a que “es un baúl de sensibilidad y éxito. Es un personaje central en nuestra educación sentimental. Mis hijos lo escuchan todavía. Yo me declaro admirador suyo desde hace muchos años. José José encabezó la época de la balada cursi. El amor, el adulterio y el dolor insufrible. Volvió la novela de la vida en la vida misma. Me atrevería a decir que está en el ADN del mexicano e incluso del amor. Millones de nosotros fuimos educados con El triste y La nave del olvido”.
Estudioso de la música popular y de fenómenos como los de Agustín Lara o Juan Gabriel, Pável Granados pondera que nadie como él se comprometió a mirar hacia adentro y a darnos un repertorio de ese nivel.
Su capacidad para representar y encarnar la autodestrucción lo hacía un intérprete fuera de serie. “Es patrimonio de los comprometidos con la autodestrucción. Para nadie fue un secreto su alcoholismo y su paso por Alcohólicos Anónimos. Las personas que ingresan a estas agrupaciones viven su proceso paso a paso y tengo entendido que el cuarto escalafón es contar y cantar su vida”.
Entre sus múltiples traspiés con los excesos el artista tomó terapia y reflexionó sobre el determinismo en su vida. Cedió ante la fatalidad porque creía que ese era su destino. “En varios momentos contó que se sentía condenado a seguir los pasos de su padre y a morir de alcoholismo. En una ocasión Frank Sinatra le sugirió cambiar de técnica a la hora de cantar, porque de seguir así iba a destruir sus cuerdas vocales. No le hizo caso y, en cambio, sostuvo que los brebajes que le prepararon sus mujeres envenenaron su voz. Por supuesto, esto era falso. Desgraciadamente hasta el final de su vida entendió que se había convertido en una industria y que mucha gente vivía a sus costillas”.
Gracias a que encarnó y representó la debilidad humana José José trascendió varias clases sociales. Fue ídolo en los sectores populares y en las clases altas. Granados asegura que su caso es irrepetible porque fue un hombre que reunió un cúmulo de cosas. “Heredó la voz de su padre pero se formó en la radio. Era un gran admirador de Álvaro Carrillo, quizás el compositor que mejor conoció la introspección, y después se dejó llevar por la balada y el bossa nova. Le aprendió mucho a Pepe Jara. José José añadió su propia experiencia y llevó las composiciones de gente como José Alfredo Jiménez a las simas de la autodestrucción”.
A diferencia de intérpretes de la talla de Pedro Infante o Jorge Negrete, “José José construyó un repertorio eminentemente autobiográfico, lo que me hace suponer que elegía para cantar solo aquello que tenía que ver consigo mismo o que, al conocerlo, los autores hacían canciones pensando en él. En sus memorias en Esta es mi vida dice que Volcán fue su única interpretación no autobiográfica”.
Pável Granados afirma que para ser José José se necesita algo más que una voz potente. “Por más que los cantantes aspiren a ser como él, su éxito y fatalidad radica en que recorrió el camino de los solitarios”.
Rafael Pérez Gay, en tanto, concluye que en México existen pocos hitos populares y José José fue uno de ellos. “En nuestro imaginario no hay quien no se sepa alguno de los versos de sus canciones y los incorpore como frases del habla popular. Reto a cualquiera que no ha dicho alguna vez ‘Estoy preso en las redes de un poema’ o ‘Gavilán o paloma, pobre tonto ingenuo charlatán’”.
José José en números
Fue el primer artista latino en obtener un disco de plutonio al colocar 18 millones de su disco Promesas (1982).
Secretos (1983) fue su disco más exitoso al vender 20 millones de copias. Permaneció 40 semanas en el primer lugar de la lista Billboard. Obtuvo 22 discos de oro y platino.
En 1989 reunió a más de 100 mil asistentes con dos presentaciones en la Plaza de Toros México.
A lo largo de su carrera acumuló 200 discos de oro y platino.
En total vendió 120 millones de discos alrededor del mundo.