El boom de la música colombiana

La música colombiana sufre de taquicardia: más allá de Shakira y Juanes, el país sudamericano vuelve a la tradición de sus raíces sonoras para reciclarlas y exportarlas a cuanto lugar se puede.  

Hector González
Todo menos politica

La música colombiana sufre de taquicardia: más allá de Shakira y Juanes, el país sudamericano vuelve a la tradición de sus raíces sonoras para reciclarlas y exportarlas a cuanto lugar se puede.

México no es la excepción y, hace unos días, dos de los protagonistas más aventajados de esta ola afrocaribeña visitaron nuestro país para brindar encendidos conciertos.

Volver al origen

Quienes limitan sus oídos a lo que trasmiten en la radio quizá no han escuchado nada de Bomba Estéreo. Juntos desde 2005, los integrantes del cuarteto se apropiaron de la cumbia y la mezclaron con cajas de ritmos y otros recursos de la música electrónica. Su propuesta tardó dos —a lo mucho tres— años en encender la mecha. En 2008, su vocalista Liliana Saumet se convirtió en la reina de las pistas de baile con Fuego, su canción de batalla y que durante sus actuaciones hace del foro en turno un auténtico hervidero.

“La cumbia es nuestra fuente de inspiración y punto de partida. Desde que empecé, mi primera idea fue experimentar con este género. Es nuestra música tradicional más importante y el ritmo latinoamericano por excelencia. Rítmicamente es muy sencilla y eso da pie para mezclara con otros sonidos”, explica Simón Mejía, bajista y principal arreglista de la banda.

Con tres discos bajo el brazo, el grupo visitó nuestro país después de viajar por África. Ante cientos de seguidores que oscilan entre 20 y 40 años, Bomba Estéreo puede presumir de tocar al menos a dos generaciones. Energéticos a más no poder, montan una escenográfica de atmósferas selváticas. Su sonido es todo, menos convencional.

A su manera, responden a la globalización con un viraje hacia lo local, cuya muestra más reciente es Elegancia tropical. “El regreso a la cumbia obedece a una búsqueda de identidad de nosotros como latinos. Rastreamos nuestro origen, pero sin rechazar nuestras influencias anglo. Durante los noventa, cuando hubo un boom del rock, estuvo bien, pero finalmente no es un género propio. Volver a la cumbia nos permite pararnos y decir: esto somos”.

La salsa es otra cosa. Y dentro de este terreno hay críticos que aseguran que nadie suena tan bien como La 33. Su disco homónimo de 2004 se abrió paso tumbando caña. Bastó escuchar La pantera mambo para entender que no eran uno más del montón.

El sello de la casa se constituye de candela y jazz. La alineación de La 33, encabezada por Sergio Mejía, es un cúmulo de virtuosos curtidos en el arte de la interpretación. No hace falta ser un genio para entender por qué vuelven constantemente a México y llenan los foros. Su reciente concierto en el foro Plaza Condesa será recordado como una verdadera fiesta.

“Nosotros empezamos como un grupo de estudio y aprendizaje”, recuerda Mejía. “No empezamos con salsa. Después de algunos años creamos una especie de minisello y a partir de ahí fuimos creciendo”.

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