Por: Eusebio Ruvalcaba
1. Una mujer no nace dama. Se adquiere el nombramiento leyendo a Stendhal.
2. Una dama siempre dice no; excepto cuando en el cuenco de aquella mano distingue un cheque en blanco; o su equivalente.
3. Una dama jamás lava los trastes; cuando menos en público.
4. Una dama no necesita saber de buena música; le basta con cerrar los ojos y dejarse llevar de los cumplidos de Mozart, la respiración de Brahms, la mano de Mendelssohn, la fortaleza de Beethoven, el pulso melódico de Schubert, o la resistencia de Bach.
5. “Nunca estuve a tu altura” (Flaubert a una dama).
6. Una dama nunca tiende su cama; menos todavía con el caballero aún dormido.
7. Una dama puede intervenir en cualquier tema de conversación, aun si no tiene la menor idea; con la condición de que hable con los ojos, y de que no haya ninguna otra mujer cuando menos en 300 metros a la redonda.
8. Una dama pasa a formar parte del regimiento femenino cuando se le olvida el nombre del varón que la acompaña.
Condiciones
9. Una dama pone la yema perfumada de su índice en cada lunar de su pecho; todas las mañanas antes de hacer la oración de rutina.
10. Una dama se deja adular más por el capitán del restaurante que por el caballero que la ha invitado; de ambos hombres obtendrá el beneficio de la adulación.
11. Pocas cosas tan perspicaces provenientes de la voluntad de una dama como poner a competir a dos admiradores, sea por el lado de la inteligencia o de la valentía. Lo que está en juego es la hombría, palabra que a toda dama le resulta detestable.
12. La primera condición para ser una dama es carecer de un rostro expresivo; nada más alejado de la elegancia que atraer por el lado de la gesticulación.
13. Una dama jamás se levanta desnuda de la cama, y mucho menos en piyama; del lecho al baño se cubrirá con el edredón, que hará las veces de manto de nubes.
14. Incluso cuando se encuentre a solas en su casa habitación, aun cuando nadie la observe o la espíe; aun cuando haya pasado los últimos tiempos sin haber cruzado palabra, ni visto a nadie, una dama jamás es vulgar.
15. Una dama jamás brinca; menos para darle gusto al nieto.
16. Aunque se esté muriendo de deseo por una copa, una dama jamás se sirve por sí misma; ni menos la ordena. Sobra decir que espera la reacción del varón que está a su lado. En caso de que el hombre no entienda la insinuación, hay que ordenarle que salga por donde entró. Axioma nada difícil de comprender.
17. Una dama no reza, porque corre el riesgo de que los ojos se le pongan en blanco; cosa que la hermanaría con la servidumbre.
18. La tarea diaria de toda dama que se jacte de serlo es fingir sencillez; cosa harto difícil por el solo hecho de contemplar sus manos: son las manos de una dama. Las manos de una mujer sencilla reflejan la faena, no la lisonja.
19. Una dama camina delante de sus hijos, con la esperanza de que se le extravíe el más pequeño; con seguridad el padre no reclamará una palabra —si es que tiene presente quién es el padre. Como sea, ese hombre ya tendrá otros hijos de esa mujer. Es proclive a la elegancia.
20. Una dama impone su compañía por el único hecho de estar ahí.
21. Una dama nunca hace lo que se espera de ella.
22. Una dama inspira.