Por Sergio Pérezgrovas
No se brilla sin la oscuridad.
Filosofía popular
Armando Salas Portugal fue un fotógrafo y escritor mexicano nacido en Monterrey, Nuevo León, en 1916. Murió en la Ciudad de México el 11 de enero de 1995. Su obra más destacada fue la realizada para los arquitectos Luis Barragán, Mario Pani y Mathias Goeritz, porque sería decisiva en la construcción de la modernidad arquitectónica del país. Su colección comprende 70 mil negativos.
A los cuatro años sus padres se mudaron a la capital, donde vivieron en la Roma y la Juárez. Su primera cámara fue una Zeiss Ikonta. Viajó a Los Ángeles a estudiar en Beverly Hills y luego estudió químico perfumista en la UCLA. Regresó a México en 1936 y puso una tienda de perfumes y cosméticos en la calle Chihuahua.
Inventó una crema facial (la crema nutritiva Leipzig). Una de sus clientas principales fue Amalia Solórzano, esposa del entonces presidente Lázaro Cárdenas.
En 1938 fotografió la serie Pedregal de San Ángel. Posteriormente el arquitecto Luis Barragán lo contrató en 1940 y fue su fotógrafo oficial hasta la muerte del llamado Albañil con título. Jugaría un papel fundamental en la difusión de la obra de Barragán —Mario Pani afirmaría que una de las razones de la fama mundial de don Luis era gracias a las fotografías de Salas Portugal, pero esa es otra historia.
Armando desarrolló a lo largo de su fructífera carrera el concepto de fotografía del pensamiento o fotografía numunal, una faceta poco conocida pero muy interesante. Según sus palabras “se verifica con frecuencia el maravilloso fenómeno de obtener una imagen sin luz, sustituida por una concentración mental en plena oscuridad y ante el contacto corpóreo con película sensible y virgen, que se revela en el cuarto oscuro”.
Con sus conocimientos de química logró imprimir fotografías catalogadas de surrealistas; hoy las copias llegan a costar hasta 400 euros.
El fotógrafo
Tristán Carnales tenía un muy buen ojo porque su papá era muy amigo de Armando Salas Portugal. A menudo invitaba al escuincle al estudio donde trabajaba y lo enseñó a observar el entorno. Armando fue el que acuñó en la mente del joven el “Detective Eye”, porque afirmaba que captar con una cámara las imágenes era muy fácil: lo difícil era darse cuenta dónde está la imagen.
Él lo recordaba cada vez que se encontraba frente a una escena del crimen y lo utilizaba con frecuencia en su trabajo, como cuando descubrió detrás de la cortina a un sujeto que acababa de matar a su mujer a puñaladas.
Tris notó una pequeña mancha de sangre que sobresalía de la tela. No dijo nada, se acercó y de un solo golpe derribó al asesino, quien tenía todavía en sus manos el cuchillo cebollero.