Desde joven el ingeniero Norberto Velázquez Niño traía puesto el chip de la innovación: primero creó un robot hormiga y después unos robots humanoides diseñados para competir en torneos internacionales de futbol en Bremen, Alemania, y Atlanta, Georgia.
Graduado en 2007 en Ingeniería Mecatrónica por la Universidad Panamericana de Guadalajara, Jalisco, dos años más tarde, ya como profesor de esa misma institución académica, su vida dio un giro inesperado: conoció a hombres y mujeres reducidas a una silla de rueda por lesiones medulares.
“Me tocó observar el día a día de individuos con parálisis, dificultades de movilidad, el tormento de largas y numerosas horas postrado en la silla, sin la posibilidad de ponerse en pie”, explica.
Velázquez recuerda cómo esa difícil realidad lo tocó y le llevó a hacer suyo el compromiso de crear un dispositivo que pudiera mejorar la condición de pacientes con problemas de movilidad. Gracias a su decidido liderazgo invitó a la Universidad Panamericana y a un grupo de egresados a dar los primeros pasos en el desarrollo de Roki, un exoesqueleto robótico que le diera a las personas con lesiones medulares la posibilidad de ponerse de pie, mover las piernas o cambiar de postura como parte de sus terapias de rehabilitación.
Fue difícil el arranque del proyecto porque “iniciamos sin un solo peso. Teníamos dos trabajos. No podíamos estar 100% con lo del futuro robot. No obstante, con el grupo de ingenieros adoptamos la música de la película Rocky como himno de batalla y nos inspiraba que Rocky Balboa nunca se rendía: tampoco nosotros nos rendiríamos. Por eso adoptamos ese nombre para el dispositivo: Roki, que también significa ‘robot kinestésico’”.
Fue en 2010 cuando el ingeniero Velázquez fundó la empresa Roki Robotics y empezó formalmente el diseño del exoesqueleto. A lo largo de casi nueve años se desarrollaron ocho prototipos para alcanzar por fin un dispositivo destinado a la comercialización. Las primeras entregas están previstas para fin de año.
El desarrollo del exoesqueleto lo financiaron distintas instituciones educativas y gubernamentales, como la Universidad Panamericana, el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Jalisco (Coecytjal) y el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem).
El líder de Roki Robotics destaca que un proyecto de esta magnitud requiere de un gran equipo de ingeniería. Desde hace una década lo acompañan José Antonio Ramírez Márquez, jefe de Diseño Mecánico; Gerardo Daniel Izar Díaz, jefe de Diseño Electrónico; Gustavo Macedo Barragán, jefe de Programación y Producción; y Arturo Montufar Arreola, quien desde Croacia se encarga del diseño electrónico de las tarjetas que se usan en Roki.
Producto de exportación
Dice el inventor tapatío que el octavo prototipo es un exoesqueleto personalizado con una estructura de fibra de carbono, cuatro motores —dos en rodillas y dos en caderas— y operado por el paciente a través de un reloj inteligente o por el terapeuta mediante los controles que el robot tiene en la parte posterior.
El dispositivo se diseñó para ser un robot terapéutico de apoyo a personas con lesión medular, esclerosis múltiple de leve a moderada o con ciertos grados de parálisis cerebral. El exoesqueleto debe ser operado por pacientes que cuenten con una apta coordinación en brazos, puesto que se utiliza a manera de muletas.
Velázquez explica que Roki figura entre los exoesqueletos más ligeros del mundo: pesa 14 kilos y el menos pesado es de once. Al operarlo hace ruidos mínimos, es fuerte y confiable.
Los interesados deben cumplir una serie de requisitos para operar el robot, como pesar menos de 100 kilogramos y medir entre 1.50 y 1.98, contar con una densidad ósea óptima y tener un nivel de lesión medular menor a T4, entre otras recomendaciones.
“Con el propósito de poner a prueba el funcionamiento del exoesqueleto nuestro equipo acudió a clínicas de rehabilitación en Guadalajara, donde distintos pacientes hicieron la experiencia de ponerse los arneses y operar el robot, lo cual les permitió ponerse en pie y dar los primeros pasos. Un paciente externo sacó a Roki a la calle y le dio una vuelta a la manzana”, relata el ingeniero.
El Instituto Nacional de Rehabilitación está al tanto de los avances del exoesqueleto y lo considera “una posibilidad prometedora” para personas con parálisis de la mitad inferior del cuerpo.
Para Velázquez, Roki es un exoesqueleto robótico que te ayuda a mover las piernas para “¡levantarte de la silla de ruedas y poder caminar!” Se enfoca en la rehabilitación personal, donde el usuario debe mantener el equilibrio y apoyarse con fuerza en una andadera o muletas, por lo que es indispensable que tenga un excelente control de manos para sujetar estos apoyos y coordinar la marcha.
“Es un equipo de rehabilitación que el usuario tendrá en casa y le permitirá salir a dar la vuelta. Su uso diario ayudará a prevenir peligrosas úlceras de presión que causa un excesivo uso de la silla de ruedas; fortalecerá los huesos; mejorará la digestión y la circulación”, anticipa, satisfecho de cómo su trabajo incide en la reducción de costos del exoesqueleto, que se venderá en 300 mil pesos frente al millón 400 mil de otros que se hallan en el mercado con características similares.
Considera que se necesita estar loco para emprender un proyecto de esta naturaleza, aunque la recompensa es dar alivio y esperanza a muchas personas con paraplejia.
A un tris de hacer historia como el impulsor del primer exoesqueleto que se concreta en el país ahora trabaja intensamente por lograr que Roki sea un producto de exportación.
Personas con movilidad reducida
Se calcula que en el mundo hay aproximadamente 185 millones de personas que necesitan una silla de ruedas a diario.
De acuerdo con datos del INEGI la discapacidad motriz fue el principal tipo de discapacidad reportado en el país en 2014, por ejemplo, cuando abarcó a 2.6 millones de personas.
En la Ciudad de México viven 482 mil personas con uno o más tipos de discapacidad motriz.
Cada día Tomás Martínez Cabrera, quien es parapléjico, pasa seis horas en cinco medios de transporte de la capital mexicana. Los usuarios lo consideran “un estorbo”.