Posada, a 100 años de su muerte

Tiempo después de que él murió (17 años, para ser precisos), la editora estadunidense Frances Toor se dio a la tarea de publicar una obra póstuma de José Guadalupe Posada (Aguascalientes 1853–Ciudad de México 1913).

Redacción
Todo menos politica
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Ecos de la Revolución, ilustración de José Guadalupe Posada
Ilustraciòn: Internet

Por Federico González

Tiempo después de que él murió (17 años, para ser precisos), la editora estadunidense Frances Toor se dio a la tarea de publicar una obra póstuma de José Guadalupe Posada (Aguascalientes 1853–Ciudad de México 1913).

Se trató de una monografía que reunió más de 400 grabados del artista mexicano. Para entonces su fama ya era notable, lo mismo que su aportación a la cultura popular nacional.

El volumen de edición facsimilar contó con un texto introductorio de Diego Rivera y alcanzó una notoriedad tal, que circuló más y mejor de lo que se esperaba.

Aquel título de 1930 hoy es recuperado por el sello RM y revisado por el editor Mercurio López Casillas. Su reciente publicación coincide con las conmemoraciones por los 100 años de la muerte de uno de nuestros artistas plásticos más influyentes.

En principio, Toor planeó una circulación limitada de la obra. Quizá por eso cometió varios descuidos biográficos y en la nomenclatura de algunas piezas, mismos que son señalados por López Casillas en las notas aclaratorias.

Hoy nadie duda del alcance y la trascendencia de la obra de Posada. Sus calaveras son referentes a la hora de pensar en la gráfica que nutrió la identidad nacional. De Diego Rivera a Tim Burton, gran cantidad de artistas se han rendido ante el carácter y el poder de su iconografía.

No obstante, la monografía pone atención también en sus placas relacionadas con la vida cotidiana de entonces: por aquellos años, a principios del siglo XX, México vivía un proceso revolucionario y Posada no fue ajeno a él; de ahí que se pueden apreciar materiales que condensan el espíritu de una época convulsa.

Actualmente, gracias a varias investigaciones y análisis de la obra de Posada, sabemos que no necesariamente fue un artista militante; y que supo adaptar su trabajo a la posición de quien lo contrató, cuestión que por supuesto no demerita su propuesta plástica, aunque sí pone en entredicho sus valores políticos.

Más allá de eso, la publicación de este volumen supone un afortunado reencuentro con una obra vigente, que supo procesar las vanguardias gráficas de su época para adaptarlas a la realidad cotidiana de nuestro país.
Posada no sólo supo medir el pulso del día a día, sino que también se adentró como pocos artistas plásticos en aquello que se conoce como mexicanidad.