A lo largo de su carrera el historiador Carlos Illades (1959) se ha dedicado a estudiar y documentar el desarrollo de la izquierda mexicana en libros como El futuro es nuestro, El marxismo en México.
No obstante nunca hasta ahora el académico de la Universidad Autónoma Metropolitana se había enfocado en la coyuntura. Con Vuelta a la izquierda (Océano) Illades propone un análisis mesurado alrededor de los pros y contras de la Cuarta Transformación.
—¿Qué tipo de izquierda representa Andrés Manuel López Obrador?
—Es peculiar. Se identifica con la izquierda nacionalista y con la socialcristiana, aunque esto último tiene un peso cada vez mayor. Ataca los problemas sociales y al mismo tiempo —ahí está una de sus paradojas— es un régimen conservador en el sentido moderno del término. Es de izquierda en la medida en que tiene una vocación social, pero es conservador en tanto que no se involucra de manera activa ante los temas de la agenda moderna, como la equidad de género y los derechos sociales.
—¿Un año de gobierno es buen parámetro para hacer un balance de un sexenio?
—En mi libro no pretendo abarcarlo todo: simplemente intento dar pistas sobre las líneas que han marcado este gobierno. Me parece oportuno el análisis porque todavía hay oportunidad de corregir.
—El presidente parece apelar a un lugar fundacional en la historia de México por medio de la 4T, ¿no?
—Para como vamos la 4T no será una gran transformación. Por más que quiera el presidente no está en condiciones de romper con las políticas neoliberales. Puede atajar o limpiar ciertas asperezas pero ningún país periférico de izquierda está en condiciones de salirse del esquema. Quizá sí podría modificar el régimen político pero no veo que lo haga. Las otras transformaciones, pienso en la Reforma, lo hicieron. López Obrador, en cambio, está reforzando el régimen de la Revolución Mexicana.
—¿Ve un retroceso en el regreso a la figura del presidente fuerte?
—Me parece un avance buscar un Estado fuerte pero es un retroceso entenderlo como la concentración del poder en la figura presidencial. México necesita un Estado funcional y democrático pero su fortaleza se debe sostener en el consenso activo de los ciudadanos; y en el caso de López Obrador eso no se da.
—El presidente es crítico de muchas organizaciones civiles…
—El presidente no está en contra de todas las instituciones: está en contra de las liberales, de los contrapesos y las autonomías; lo perturban por su afán centralizador. Cree en las instituciones antiguas: la familia —que es la destinataria de su política social—, el Ejército y la Iglesia.
Agenda moderna
—Precisamente algunos de sus críticos sostienen que no ha sabido adaptarse a la época…
—Estoy de acuerdo. Creo que tiene buenas intenciones y un genuino compromiso social pero sus herramientas son viejas. Ataca problemas nuevos y graves con ideas anquilosadas. López Obrador no ha sabido articular una respuesta seria, fuerte y bien pensada hacia los nuevos movimientos sociales. Se le hace más fácil vincularse con los viejos actores. En el conflicto con la CNTE demostró buena habilidad para negociar pero ante los movimientos recientes no ha sabido dar una respuesta solvente.
—¿Su compromiso social se apuntala con los programas sociales?
— Todavía no tenemos elementos para medir la eficacia de los programas sociales. Sin embargo me parece importante reconocer los aumentos salariales. El incremento al mínimo es el mayor en los últimos 25 años y en lo que va de esta administración los salarios contractuales han estado por encima de la inflación. Esto expresa un compromiso social que no habían tenido otros gobiernos y aporta cierta estabilidad. No obstante los programas no están sólidamente fondeados con los recursos públicos, ni convenientemente institucionalizados. Me parecería mejor una política social impersonal, estatal y ordenada, y no ejercerla a manera de apoyos directos y sin fiscalizar.
—¿En lo social va bien, pero falta reacción ante la inseguridad y la violencia de género?
—Así es, no tiene una estrategia y tampoco creo que tenga un diagnóstico. Los argumentos morales no son suficientes para atajar la violencia. Tampoco basta con decir que los problemas vienen del neoliberalismo. Me parece que quiere aplicar políticas viejas ante problemas nuevos y agudos.
—Algo a su favor es que no tiene una oposición fuerte…
—Hay una crisis en el sistema de representación. El sistema político colapsó en 2018 y ahora hay nuevos actores, con los que López Obrador no está sabiendo dialogar.
—¿Dónde queda Morena en este nuevo panorama de la izquierda?
—Hace dos años esperaba más de Morena. Le correspondería ser el interlocutor con los movimientos sociales y un vehículo de acuerdo con las otras fuerzas políticas. Pero lo cierto es que funge como correa de transmisión de las decisiones presidenciales y en eso se parece al viejo PRI. No muestra capacidad de negociación. Es un desastre en términos de disputas internas. En resumen: está muy por debajo de las expectativas.