Por: Federico González
Jaime Muñoz Vargas. Las manos del tahúr. Ficticia. 148 pp.
La literatura norteña tiene taquicardia. Respira fuerte, con brío, reclama un lugar dentro de un país acostumbrado a mirar todo desde una perspectiva centralista. De Tijuana a Torreón circulan autores jóvenes que no se cansan de mostrar que hay vida más allá de ese subgénero, más mercadológico que otra cosa, llamado narcoliteratura.
Nombres como los de Carlos Velásquez, Vicente Alfonso o Julián Herbert, por limitarnos a la zona lagunera, destacan entre los narradores jóvenes por su fuerza y propuesta poco convencional. Nadie discute los aportes de sus novelas o relatos.
Sin embargo, vayamos un poco más atrás y rastreemos algunos antecedentes cercanos. Daniel Sada contribuyó a la nueva tradición literaria de la región; se reapropió de su entorno para crear un universo personal; tan personal, que no era fácil entrar a él.
En otro extremo ubiquemos al periodista, escritor y editor Jaime Muñoz Vargas< /strong> (Gómez Palacio, Durango, 1964). Varios de los protagonistas de este relevo generacional fueron sus alumnos. Quizá le aprendieron a escapar de los estereotipos y del lugar común sin perder identidad.
Muñoz Vargas escribe desde el norte, pero habla de cuestiones universales. Sus relatos se impregnan de personajes que van por pequeñas victorias cotidianas. Cuenta historias que se hacen épicas porque son las que usted o yo vivimos todos los días. Sin florituras, pero con el enorme rigor lírico de hacerlas cercanas, próximas.
Cómo no conmoverse ante el relato Récord con papá, donde encontramos a un niño que consigue pasar poco más de cinco horas con su padre; el día se vuelve tan memorable que bien vale convertirlo en cuento.

Ruta
Cada uno de los diez relatos que conforman Las manos de tahúr, Premio Gerardo Cornejo 2005, tiene personajes que caminan sobre la línea que separa a la victoria de la derrota. Hombres con debilidades, frágiles, que un día pueden caer en la tentación y al siguiente son misericordiosos.
¿Cómo interpretar al personaje de Viaje para un epitafio? Un periodista casado, que se reencuentra con quien fuera su amor de juventud; ella, en un último intento por tener algo de luz, le pide que la embarace a cambio de una discreción absoluta. Obvio, el personaje accede a la petición.
“El hombre no es de piedra,/ El hombre es de hombre”, escribe el poeta cubano Roberto Fernández Retamar. Los versos recuperados por Muñoz Vargas en el epígrafe son la hoja de ruta: ingenio, malicia, humor, todo aquello que compone la condición humana, es lo que esculpen los cuentos del narrador lagunero.
Otros títulos de Jaime Muñoz Vargas son Leyenda Morgan y Polvo somos.