Federico González
Mo Yan. Cambios. Seix Barral. Traducción: Anne-Hélène Suárez Gerard. 127 pp.
Confieso que antes del premio Nobel no tenía idea de quién era Guan Moye (Shandong, China, 1955) ni de su seudónimo literario, Mo Yan.
Apenas circuló la nota de su reconocimiento, las comparaciones con Kafka, García Márquez y Faulkner se usaron para posicionarlo como un grande del país asiático.
Desde finales de 2012 hasta ahora se han reeditado algunas de sus obras; unas más importantes que otras, a decir verdad.
Si uno lee Sorgo rojo —su novela más popular, gracias a la adaptación cinematográfica de Zhang Yimuo— podrá sorprenderse del vívido retrato de la sociedad china de mediados del siglo XX; no obstante, dada la poca presencia de la literatura del gigante asiático en nuestro país, con casi cualquier buen escritor proveniente de aquellos lares sufriremos la misma sorpresa.

Vamos: puedo entender la comparación de Mo Yan con Faulkner, pero no me queda claro su vínculo con Kafka.
Movido por esta deuda el reseñista se sienta a leer Cambios, novela de corte autobiográfico publicada en 2010. El relato se centra en la transición de un niño a la edad adulta. De origen rural, poco a poco se transforma en obrero, militar y, por último, en un escritor que, llegado el punto, precisa hacer un corte de caja.
Si algo domina al narrador es la descripción y la ambigüedad. Describe para ubicar, informar, contextualizar y poner las cosas en su sitio. No hace falta adjetivar cuando se cuenta con las palabras necesarias para llamar a las cosas por su nombre. Se abre entonces la puerta para el costumbrismo: cuenta ritos, tradiciones, la vida cotidiana en la china rural… Sus personajes son aquellos hombres de campo que se sorprenden cuando llegan a Beijing. Mas en su novela la descripción es un medio, no un fin; cada tanto cierra ideas, capítulos o párrafos con frases que, dada la inercia de la prosa, fluyen con naturalidad y dan sentido a todo.
Un ejemplo: el protagonista y su amigo He Zhiwu hablan sobre el inminente viaje del segundo: “Mejor me busco la vida en otro lugar. Para un árbol, cambiar de sitio es la muerte; para un hombre, cambiar de sitio es la vida”.

Transformaciones
Mo Yan es ambiguo por norma. Su falta de claridad respecto del régimen comunista chino le ha valido críticas por parte de sus coterráneos. No juzga y, como ya se dijo, no adjetiva. Hay que leer con cuidado para descubrir entre líneas la presión y la fuerza con que el régimen ejerce el poder.
Tampoco se puede regatear la claridad de párrafos como el siguiente: “Creíamos que si moría el presidente Mao, sería el fin de China. Pero llevaba dos años muerto y el país no solo no había llegado a su fin, sino que iba mejorando paulatinamente”.
¿Es la visión del personaje o la del escritor?
Conclusión: a través de Mo Yan leemos una crónica de los cambios personales del protagonista, pero también de la transformación de una sociedad. Si el camino es o no favorable, es una conclusión que cada quien deberá sacar, de acuerdo a su ideología y forma de vida. No toca al narrador más que encauzar los hechos y dejarlos que fluyan.
Otros títulos de Mo Yan son Rana y Grandes pechos, amplias caderas.
