IRRUPCIÓN ZAPATISTA EN PARÍS

Más que buscar una reflexión política nos interesa revisar el peso de la imagen de Zapata.

Hector González
Todo menos politica
Foto: Especial
Hector González

Cada revolución tiene sus vías y sus formas. En 1911 Emiliano Zapata firmó uno de sus documentos insignia, el Plan de Ayala, que planteaba una reforma agraria radical en nuestro país, mientras al otro lado del mundo el artista francés Marcel Duchamp dio a conocer Retrato de jugadores de ajedrez y Desnudos, pinturas que según sostienen los historiadores cambiaron el rumbo de uno de los mayores transformadores de la plástica y la cultura pop.

Probablemente ninguno sabía de la existencia del otro pero el espíritu de ambos coincide 100 años después en París con el proyecto Zapata Disruptor.

Impulsada por el taller artístico Rubicó la iniciativa convocó a un conjunto de artistas para repensar la figura del caudillo del sur como icono de la cultura y la mexicanidad.

A fin de darle un enfoque simbólico e internacional la presentación de la obra tuvo lugar en la capital francesa.

Herencia

Gonzalo Ortiz, director creativo de Rubicó, explica en entrevista que el proyecto durará un año. “Más que buscar una reflexión política nos interesa revisar el peso de la imagen de Zapata y su forma de encauzar el sincretismo mexicano”.

Ortiz asegura que, como Frida Kahlo o Francisco Villa, Emiliano Zapata representa la mexicanidad. Al margen del uso que le dan los políticos es una figura atemporal “y con una lucha legítima”.

Carlos Soriano Cienfuegos, académico de la Universidad Panamericana, fue el encargado de coordinar el libro Zapata Disruptor.

Sin buscar competir con investigaciones como Zapata y la revolución mexicana, de John Womack, el historiador apunta que su propuesta es refrescar la visión sobre el líder nativo de Anenecuilco. “Planteamos una exploración de su herencia real y mítica. Su valor simbólico es importantísimo y va más allá de sus logros políticos”.

La obra retoma las aristas del personaje y las pone sobre la balanza. Inicia con un estudio sobre la forma en que una sociedad mitifica en su imaginario a los héroes nacionales y concluye con su injerencia en movimientos sociales como el Frente Urbano Zapatista, la guerrilla de Rubén Jaramillo y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, pasando por su resonancia en la pintura, la literatura y el cine mexicano.

En términos historiográficos, añade Carlos Soriano, se recuperan dos documentos: un incidente de suspensión en el juicio de amparo promovido por su hermana María de Jesús y un expediente criminal, toda vez que se le acusó de sedición. “Fue exonerado por una ley de amnistía. Ambos materiales no han sido debidamente estudiados”.

Para el investigador la obra obedece a una vocación de divulgación. “No pretendemos ser la última palabra. Buscamos tender un puente con las nuevas generaciones: es un texto de divulgación. No hacemos énfasis en la lucha armada ni en la historia de bronce sino en el hombre convertido en héroe, en su apego a la comunidad y su carácter de charro mexicano. Se retrata más a Emiliano que a Zapata: el jefe de Anenecuilco pesa más que el caudillo del sur”.

Zapata, el icono

Uno de los artistas plásticos que más han explorado la figura de Emiliano Zapata en las últimas décadas es Arnaldo Coen. Integrante de la Generación de la Ruptura y Premio Nacional de Ciencias y Artes comenzó a trabajar la figura del líder morelense en 1977.

La lectura del libro de John Womack lo motivó a trabajar la figura del caudillo en escala uno a uno; para Coen es una forma de representarlo de carne y hueso, sin idealizarlo. “Sabía que tierra y libertad son valores fundamentales en la esencia del ser humano”.

Hace diez años, a propósito del centenario de la Revolución Mexicana, lo invitaron a revivir aquella serie. A partir de asociaciones libres exploró nuevas posibilidades creativas, algunas de ellas vinculadas a Marcel Duchamp. “Hice un lienzo donde vemos a Zapata cargando la pala de nieve que fue declarada obra de arte por Duchamp en 1915. Ambos coincidieron en la época y me parecía importante resaltarlo. Cada uno cargó con su propia revolución y representó un pensamiento vanguardista”.

Para Arnaldo Coen, Zapata es una especie de alter ego y limitarlo a una visión en blanco y negro restringe su pluralidad. “Quería mostrarlo sin fecha de caducidad. Lo pongo como alguien vigente en el Renacimiento, en la época de las Cuevas de Altamira, el impresionismo. Un proyecto como Zapata Disruptor expresa el triunfo de la libertad ya que nos abre un abanico de posibilidades de lectura sobre un mismo personaje”.

Playboy

Entretanto, el vínculo entre Domingo Zapata y el insurgente mexicano va más allá del apellido. Famoso en Estados Unidos por la buena recepción de su trabajo en Hollywood el artista español reconoce un cariño especial al caudillo. “Mi padre siempre nos dijo que teníamos alguna relación con él. Incluso viajó a Chiapas y a Morelos en busca de alguna señal. Al final no encontró nada pero desde entonces lo he sentido cercano”.

Su propuesta se encamina a un área que domina: el arte pop. “Dada su fama entre las mujeres quise aportar un punto de vista pop y mostrarlo como un playboy, pero sin buscar polémicas. Tomé como base el póster de la película de James Bond y su película Doctor No”.

El artista de Palma de Mallorca asume el riesgo de que su pieza pueda ofender pero reitera que su objetivo es rendirle homenaje tanto a Zapata como a otro de sus ídolos: Andy Warhol. “No me preocupan las fronteras pero tampoco busco incomodar. Como lo hizo Warhol, retomo un icono, lo llevo a un formato actual masivo y lo expongo”.

A su vez, a lo largo de su carrera como pintor Daniel Lezama se ha ocupado de indagar en los elementos que resuenan en el alma mexicana. En este sentido la invitación de sumarse al proyecto le pareció algo natural. “Zapata tiene un gran poder de evocación síquico. Más que en la política suena en nuestra esencia: cuando habla de tierra hace un llamado a regresar al origen”.

Para conectar más con el proyecto viajó a Anenecuilco, donde nació el caudillo, y a Chinameca, donde murió. “Zapata es el icono del luchador por la tierra. Un idealista fuera de tiempo y lugar”.

Lezama buscó mostrar una figura reinventada y para ello el uso del color fue fundamental. “Rubicó propone releer a Zapata como un ídolo pop, lo que no me parece mal, porque así es el mundo en el que vivimos. Yo trabajo de otra manera. Al final de lo que se trata es de ser auténtico. El uso de colores intensificados viene de un proceso largo: quería mostrar una figura más vigorosa”.

¿Arte comercial?

Para fines de exposición y venta Rubicó llevó a París más de 68 mil kilos de obra. Buena parte de ellas se exhibe en las galerías Mark Hachem, MR137 y MR80, casi todas ubicadas en la zona de Des Vosges, epicentro del circuito de este tipo de espacios. Los precios de las piezas van de cuatro mil a 75 mil euros.

Gonzalo Ortiz no niega que en Zapata Disruptor convive el interés cultural con el comercial. “No hay nada de malo en ello. Preferible que la gente use pegatinas o playeras con Zapata que con imágenes extranjeras. No podemos estancarnos en esa discusión”.

Manuel Manrique Zapata, descendiente de Emiliano, celebra la propuesta de un proyecto como el impulsado por Rubicó. “Tal vez pueda parecer que algo así desvirtúa su objetivo pero esto va dirigido a los jóvenes y es necesario adaptar los discursos para llegar a ellos. Al final de lo que se trata es de dar a conocer a Emiliano Zapata y promover su idea de justicia”.

Como familiar le preocupa que la gente más joven no lo conozca ni entienda su lucha. “Me parece muy valioso que por medio del arte y la cultura su legado tenga más proyección. Zapata, como el Che Guevara, fue un gran promotor de la justicia; es quien inicia el derecho agrario en México. No fue un rebelde: fue un revolucionario, porque tenía un proyecto, planes, manifiestos y leyes”.

La difusión o promoción de las imágenes de Frida Kahlo o el Che Guevara da lugar a personajes que han protagonizado fenómenos como el que se empieza a dar con Emiliano Zapata, pero Gonzalo Ortiz asegura que a diferencia de esos casos Rubicó potencia el sentido cultural y museográfico del concepto. Adelanta que varias piezas formarán parte de un museo itinerante que irá por varias ciudades, incluyendo Miami. La última escala será la Casa León Trotsky, en la Ciudad de México, y posteriormente las piezas formarán parte del Museo Viva Zapata, que será parte de la fundación homónima y cuya sede estará en Cuernavaca.

Si bien es la primera vez que Rubicó emprende un ejercicio con esta escala internacional lo cierto es que no es la primera ocasión en que retoma elementos de la cultura popular. En noviembre de 2018 trabajó con La Catrina en una exposición y Ortiz adelanta que en breve tienen la intención de hacer algo similar con la exposición en Madrid de The chorizo is back, dedicada a Pancho Villa, y con la Virgen de Guadalupe, para la cual ya están en contacto con artistas franceses, colombianos y mexicanos.

“Quisimos empezar esta nueva etapa con Zapata porque es una figura ejemplar en todos los sentidos. Nuestro objetivo es mostrar y reinventar algunos elementos culturales de lo mexicano”.