Incendios forestales: combatir fuego con fuego

Más de 97% de estos siniestros es causado por actividades humanas y solo el resto por tormentas eléctricas o sequías

Martha Mejía
Todo menos politica
Incendios forestales
Foto: Conchita Morales

Oficialmente la temporada de incendios forestales comenzó el 16 de enero y concluye el próximo 15 de julio: en la Ciudad de México algunas autoridades y comunidades ya comenzaron los trabajos de prevención, los cuales representarán una disminución de más de 90% en cuanto a riesgos.

De hecho, ya el año pasado los 966 incendios forestales registrados en la Ciudad de México solo afectaron áreas de pastizales, hojarasca y vegetación arbustiva, de acuerdo con la Gerencia Estatal de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

La capital del país ocupó el tercer lugar nacional en número de incendios forestales durante 2016, mientras en lo que va del año la entidad registra once incendios intencionales de superficie muy baja en las zonas de Xochimilco, Milpa Alta y Tlalpan, dando un total de 4.75 hectáreas incendiadas.

Durante un recorrido por el Volcán Ajusco, Arturo Cruz Reyes, jefe del Departamento de Protección de la Gerencia de la Ciudad de México, de la Conafor, explica que debido al cambio climático se han registrado algunos incendios fuera de temporada.

“Debido al calentamiento global, en la CDMX desde hace aproximadamente siete u ocho años los incendios empiezan en cuanto terminan las lluvias; es decir, desde octubre, noviembre, diciembre… Por lo que en enero ya estamos combatiendo incendios”, informa.

Más de 97% de estos siniestros son causados por actividades humanas y casio 3% por tormentas eléctricas o sequías. Entre los principales daños que genera la contaminación por incendios forestales destaca la afectación de vías respiratorias, alergias, enfriamientos, lesiones en huesos, infartos y hasta hemorragias.

Línea negra

Anualmente la CDMX registra en promedio mil incendios forestales en suelo de conservación, como son la Sierra de Guadalupe, al norte de la ciudad; la Sierra de Santa Catarina, al este; el Ajusco, Milpa Alta, Magdalena Contreras y el Desierto de los Leones, en el sur.

César Camacho Carreón, presidente del comisariado de bienes comunales del Ajusco, asevera que la quema controlada, específicamente la conocida como línea negra por el tono que queda en el matorral después de la combustión, es paradójicamente una forma de controlar incendios forestales que por el temporal o causas humanas se dan en el territorio.

“En este caso será una línea de cuatro kilómetros de largo por diez metros de ancho. Con esta quema el territorio que se verá beneficiado son prácticamente las seis mil 619 hectáreas de este bosque. Esta actividad es algo que la comunidad hace desde hace mucho para poder preservar los bosques; no obstante, se hace de manera conjunta entre autoridades y la comunidad”, dice.

Cruz Reyes explica que la línea negra es una quema de pastizales controlada que evita que, en caso de incendio, el fuego se extienda ampliamente.

De acuerdo con los técnicos de la Conafor, para realizar la línea negra primero se debe preparar el terreno delimitando el área con una apertura de brecha cortafuego, que se hace manualmente con un diámetro de un metro. Las líneas se trazan en la parte baja, media y alta; posteriormente se elimina el combustible ligero, mejor conocido como zacate seco; y después se le aplica fuego con una antorcha de goteo que utiliza diésel combinado con gasolina. Al mismo tiempo, los especialistas en ignición verifican la dirección del viento y la pendiente, logrando que el fuego esté controlado.

El año pasado, según reportes de la Conafor, la demarcación que enfrentó el mayor número de incendios forestales fue Tlalpan, donde hubo 386 incidentes, mientras que Milpa Alta concluyó el año con 32 incendios.

La Delegación Xochimilco registró 129 siniestro; Gustavo A. Madero, 46; Magdalena Contreras, 43; Iztapalapa, 18, y Álvaro Obregón solo tres conflagraciones.

Durante la época decembrina se registró un total de 21 siniestros en la ciudad, con afectación a 45.487 hectáreas.

De acuerdo con Diego David Reygadas Prado, ingeniero agrónomo especialista en bosques, el uso del fuego como prevención de incendios es milenario, pero se han ido perfeccionando las técnicas. “Esta herramienta, bien aplicada, además de prevenir incendios propicia la regeneración natural de los bosques, ya que cuando hay demasiado material orgánico acumulado la semilla que cae del bosque no logra germinar y anclarse al suelo mineral para echar raíces y poder continuar el ciclo de regeneración del bosque. El hecho de tener una quema controlada reduce ese exceso y es más fácil que la semilla, producto del árbol, germine”, explica.

Vivir del bosque

Históricamente México es un país sujeto a un régimen agrario. Hoy aproximadamente 80% de los bosques y selvas está bajo el régimen de propiedad social, constituido en alrededor de ocho mil 500 núcleos agrarios vinculados directamente con los recursos forestales para satisfacer sus necesidades de vida.

Algunos comuneros que habitan la zona forestal de la Ciudad de México apoyan la realización de brechas cortafuego de ocho de la mañana a dos de la tarde y por esta actividad ganan entre 900 y mil pesos a la semana.

Uno de ellos, Lucio Corona, señala que su labor, a pesar de que le gusta mucho, en ocasiones se torna peligrosa: “A veces los fuertes vientos aceleran el fuego y resulta difícil controlarlo. A veces cambia el aire y todos tenemos que correr para que no nos llegue el fuego”.

Al respecto, Reygadas Prado dice que los comuneros hacen su trabajo con un sueldo muy bajo para proteger el bosque. “Estas son cosas que la gente no conoce, no tiene idea de la magnitud de lo que esto implica en beneficio del bosque; y debería estar consciente de eso”.

En este sentido, indica que los recortes presupuestales afectan de manera importante, “ya que entre menos recursos, menor la superficie y menos núcleos agrarios tendrán acceso a este tipo de apoyos por parte del gobierno”.

Actualmente dependencias como la Conafor buscan involucrar a las comunidades para que en conjunto se pueda preservar el suelo de conservación, que otorga servicios ambientales de gran importancia como captura de carbono, infiltración del agua de los mantos freáticos, regulación del clima y control de la erosión.