Entre las muchas cosas que nos diferencian de los estadunidenses destaca la propensión a las listas: el periodismo norteamericano es tan adepto a los recuentos canónicos, como los mexicanos a romper récords Guinnes.
Mientras que allá un libro que proponga 100 discos para escuchar antes de morir, del fin del mundo, etcétera, es algo común y corriente, en nuestro país la publicación 100 discos esenciales del rock mexicano (Tomo) representa un suceso digno de atención.
Coordinado por David Cortés y Alejandro González Castillo, el volumen emerge como una suerte de hoja de ruta dentro de la incipiente bibliografía musical nacional.
“Es raro que se hagan materiales de este tipo, a lo mejor existen 30 libros dedicados al rock mexicano, mi idea era contribuir con un testimonio del trabajo de muchos músicos a lo largo de 50 años”, explica Cortés, artífice del proyecto.
El vacío de materiales de este género motiva a pensar si en nuestro país el rock es un fenómeno masivo.
Alejandro González asegura que hoy sí se puede hablar de una tradición masiva: “Ejemplo de ello son el festival Vive Latino y el auge de foros para conciertos”.
En contraste, Cortés piensa que, si bien ha habido momentos importantes, aquí el rock no mueve a millones.
“A lo mejor es un error nuestro querer verlo como un fenómeno de masas, cuando está claro que no es así, este es un país de cumbias y charangas”.
“Durante los cincuenta y sesenta proliferó el rock and roll, pero desde que empezó a ser rock nada más, de mediados de los sesenta hasta 1971, solamente ha sobrevivido, con todo y que tuvo un auge importante con el movimiento Rock en tu idioma”.
Subjetivos
¿Si tuviera que escoger 100 discos esenciales del rock mexicano, por dónde empezaría?
Los primeros son los lugares comunes, bandas y cantantes obligados, como Café Tacvba, El TRI, Caifanes, Jaime López, Rockdrigo González, Maldita Vecindad y los Hijos del quinto patio.
Después de los obvios, la lista se va limitando y los criterios se vuelven un poco más difusos y subjetivos.
El método de la dupla Cortés-González partió de listas por separado.
Compararon protagonistas y ajustaron criterios. “Tomamos en cuenta discos que destaparon o clausuraron escenas; que tuvieron un importante valor inspiracional o artístico”.
“Pero también es un libro que habla de todo el rock mexicano, por lo que incluimos corrientes como punk, hardcore, ska, experimental y rap”.
“Una de nuestras conclusiones es que el rock mexicano no es monolítico y no siempre atraviesa por los grandes medios de comunicación”, resume Cortés.
Una vez que se definieron los materiales, se convocó a periodistas y músicos para que escribieran breves críticas.
De manera tangencial, 100 discos esenciales del rock mexicano es el relato de la historia del género.
Su lectura demuestra un periodo de oscuridad durante los setenta, sobre todo después del Festival de Avándaro, y un auge en la década de los noventa.
“Durante los setenta el rock estaba prohibido; en la segunda mitad de los ochenta surgieron bandas importantes gracias a la fuerza del movimiento Rock en tu idioma”.
“Ya en el siglo XXI, la independencia de artistas y sellos permitió generar otra tendencia fuerte, que se extiende hasta nuestros días”, comenta González Castillo.
Ausencias
Como en toda lista, el recuento de los periodistas es una invitación al debate.
No se incluye a los artistas mediáticos de los sesenta, como Los Hoolligans o Los Teen Tops.
Cortés argumenta: “Nunca me ha interesado esa veta de los grandes años del rock and roll, muchos de ellos eran jóvenes ingenuos y las disqueras se aprovecharon”.
“Además, casi nadie escribió material original, lo que nosotros sabemos es que con Los Locos del Ritmo se inaugura la composición de temas propios y por eso ellos sí están incluidos”.
Destacan las ausencias también de Peace & Love y El Gran Silencio. “Sin duda, ambas son ausencias importantes, lo mismo que el EP de Dangerous Rhytm”.
“La realidad es que hubo colaboradores que al final nos fallaron, sin duda hay omisiones, pero también hay inclusiones de discos de proyectos que para muchos son desconocidos”, justifica David Cortés.
Los autores coinciden en que su libro pretende originar materiales similares: “Ojalá sea leído como un punto de partida”, dice González.
Al trazar los rasgos que definen al rock mexicano, Cortés explica que es un fenómeno netamente urbano donde conviven la opulencia y la miseria.
“Durante los setenta proliferaba una rabia contenida por la injusticia, hasta mediados de los noventa todavía estaba cabalgando en la idea de la contracultura en México”.
“A partir del siglo XXI predomina una generación a la que ya no le interesa el rock como una manifestación cultural, sino como una posibilidad de hacerse famoso”.
“Ahora la mística de las bandas es muy diferente, creen que tocar en el Vive Latino es lo máximo a lo que deben aspirar, pero nadie les dice que lo importante es mantenerse”.
González Castillo coincide con Cortés en tanto que lo que predomina es el rock pop, pero destaca el buen momento que atraviesan las propuestas independientes:
“Hay joyas escondidas, como 34-D, Silueta Pálida, Casino Shanghai, Tarro de mostaza… Estamos en el momento donde es más fácil grabar y la música está al alcance de todos, existe una idea de lo que es ser independiente, más como una actitud que algo a nivel práctico”.
A lo largo de su historia, el rock ha estado ligado a la movilidad social.
David Cortés reconoce que es imposible ver a esta música alejada de esta característica: “Hay un rock que quiere ser correcto y salir en la tele, pero también hay otros que, por fortuna, son bastardos”.
“Somos una sociedad que no sabemos gritar, no sabemos aglutinarnos; y el rock mexicano es reflejo de todo ello”.