EL PEDREGAL

Había en ese momento un sentimiento nacionalista.

Redacción
Todo menos politica
Compartir
Foto: Especial
Foto: Especial

Por Sergio Pérezgrovas

Desgraciado el hombre que ama a una mujer más de una hora.

Dr. Atl

Cuando Luis Barragán contrató a Armando Salas Portugal para sacar las primeras placas del Pedregal de San Ángel, antes Jardines del Pedregal, nunca imaginó que el fotógrafo tomaría ahí una de las fotos más emblemáticas de Gerardo Murillo, quien se autonombró Dr. Atl.

El significado de Atl no es otra cosa que “agua” en náhuatl. Y es que Gerardo Murillo gustaba de ir a pintar sus famosos paisajes al Pedregal donde por azares del destino, según cuenta la leyenda, conoció a Armando en esos parajes y se gestó una gran amistad, porque al fin y al cabo los dos artistas se entendieron sobremanera.

A su vez Armando comenzó a trabajar con Luis Barragán y con el tiempo se convirtió en su fotógrafo de cabecera; tanto que la mayoría de la obra del arquitecto la captó la lente de Armando.

¿Pero qué pasaba con los intelectuales de esa época en que parece que todos se conocían? Había en ese momento un sentimiento nacionalista pero se empezaba a gestar la famosa Generación de la Ruptura con Manuel Felguérez, Vicente Rojo y Lilia Carrillo, entre muchos otros.

Ellos se burlaban constantemente de los grandes muralistas y al parecer los hacían enojar con esta postura valemadrista y desenfadada.

Mathias Goeritz es otro ejemplo. Barragán le pidió un par de esculturas para la entrada del Pedregal. Una, El animal y el dragón (1949), todavía se encuentra en lo que sería la entrada del Pedregal. El Espacio Escultórico también es obra de Mathias.

No cabe duda de que estos grandes tuvieron gran influencia por los pasajes llenos de contrastes en los linderos del Pedregal. Y es que imaginemos un terreno de aproximadamente diez kilómetros llenos de lava seca emanada del volcán Xitle siglos antes, que se desvió para formar un paisaje idóneo para meditar.

Hoy todavía se encuentra un pequeño pedazo de lo que eran los jardines del Pedregal, con una extensión de unos mil metros, que lleva por nombre Jardín Luis Barragán.

El jardín

En el Jardín Luis Barragán, en la pileta que queda, encontraron el cuerpo de un pequeño hombre. Al parecer un albañil que fue a dormitar un rato en el pasto. Estaba muerto y con la boca llena de espuma. Cuando Tris llegó ya había en el lugar un par de policías y un MP que observaban la escena. Tris se dio cuenta de que no era un asesinato: el albañil destilaba alcohol y junto a él había pedazos de sandía. El MP aseguraba que era un suicidio. Pero Tris sabía que no era cierto. Se volteó y con su tono característico dijo: “Este cuate se envenenó sin querer; el etílico en grandes cantidades más el pH de cada persona, aunado a una gran cantidad de sandía que contiene ácido fólico, magnesio, cobre y zinc con licopeno producen una especie de arsénico y envenenan algunas veces”.

El MP no le creyó. Mandaron a hacer los estudios. Al cabo de un tiempo resultó muerte por envenenamiento. Tris una vez más tenía razón.