“El humano es el ser más estúpido de la creación”

Hay algo de Luis Eduardo Aute (Manila, 1943) que es ajeno al mundo: no tiene celular; tampoco Facebook o Twitter; come para sobrevivir y no por el disfrute, dice; y tiende a aislarse cada vez más: “Ya casi no voy ni al bar de la esquina”.

Hector González
Todo menos politica
Luis Eduardo Aute
Foto: Internet

Hay algo de Luis Eduardo Aute (Manila, 1943) que es ajeno al mundo: no tiene celular; tampoco Facebook o Twitter; come para sobrevivir y no por el disfrute, dice; y tiende a aislarse cada vez más: “Ya casi no voy ni al bar de la esquina”.

La música, el cine y la literatura son sus formas de interrelacionarse con un presente contradictorio y casi siempre incomprensible.

Cada tanto, sus inquietudes salen en forma de canciones, cuadros y últimamente películas, siendo su producción más reciente El niño que mira el mar, disco conformado por un puñado de canciones que dan cuenta de la percepción del artista ibérico sobre los tiempos que corren; en el mismo paquete, Aute incluye un nostálgico cortometraje de nombre El niño y el Basilisco.

—El niño que mira el mar es un título que evoca a Hemingway, escritor al que admira.

—Sí, él es un gran narrador de historias, pero no es una influencia real. Me siento incapaz de hacer relatos. Mi facilidad es más por describir reflexiones o mundos más interiores que exteriores. Mi mar tiene poco que ver con Hemingway.

—Usted es el niño que aparece en el disco. ¿Suele mirar a través de los ojos el chico que fue?

—No recuerdo el momento en que mi padre me hizo esa foto. La tomó en Manila, donde nací. Supongo que el niño está a la espera de otra escenografía muy distinta a la que tiene a sus espaldas, que es una ciudad en ruinas, devastada por los bombardeos de los aviones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Según he leído, fue la segunda ciudad más bombardeada de la Segunda Guerra Mundial.

—¿Es nostálgico?

—No en el sentido de pensar que tiempos pasados fueron mejores. Creo que fueron distintos y contradictorios. No quisiera volver al medioevo, aunque estamos entrando en una nueva forma de medioevo en la historia contemporánea. No obstante, siempre se contraponen situaciones esperanzadoras con otras terribles.

—De hecho, una de sus nuevas canciones se llama Feo mundo inmundo, que pese a su pesimismo inicia con el verso: “Todo tiempo pasado fue peor”.

—Si se fija, las iniciales de esa canción son FMI (Fondo Monetario Internacional; N. de la R.). Habría que revisar por qué si bien los tiempos pasados fueron peores, quizás en alguna cosa son mejores que los actuales.

—¿En lo personal, todo tiempo pasado cómo fue?

—Lo sustancial es que ya pasó y hay poco qué hacer o remediar. Es importante tener en cuenta al pasado para caminar hacia el futuro y no cometer los mismos errores. Tengo otra canción donde digo que le perdono a Dios cualquier cosa, menos el hecho de crear la estupidez. El ser humano es el ser vivo más estúpido de la creación, porque es el único que tropieza infinitamente con la misma piedra. Hoy estamos en medio de una situación muy crítica, donde una vez más pareciera que la única manera de resolver esta sensación de que no hay futuro es con otra conflagración mundial.

—Si se encontrara con Dios, ¿le preguntaría “por qué creó la estupidez”?

—Sin duda. Ese es el origen de la canción. Dios es un creador ambiguo, porque es tan benévolo como perverso; se configura con lo bueno y malo al mismo tiempo. Puedo pensar en él como alguien perverso, que por eso hizo al hombre así; pero si Dios no es estúpido, porque no creo que lo sea, ¿por qué nosotros sí?

—¿Cómo es su relación con el concepto “Dios”?

—No creo que todo sea una casualidad. Hay una razón de ser en todo y un sentido de las cosas. A partir de que el ser humano se hace preguntas sobre el sentido de la vida, ya concluye que la existencia tiene un sentido. Para mí, la razón de ser de las cosas se aproxima a un concepto de Dios; es un referente a partir del cual las cosas cobran una función. No creo en la gratuidad de los hechos, pero nada que ver con la religión, el Vaticano o las iglesias, eso es un supermercado.

“Soy indisciplinado”

Miembro de una generación que revolucionó la canción popular española, Aute es un lirista pulcro. Mas no sólo es diestro con la música y la palabra, sino que además cuenta con una decena de filmaciones entre cortos, medio y largometrajes, algunos tan celebrados como Un perro llamado Dolor.

Tequila en mano, el artista que en septiembre próximo cumplirá 70 años reconoce que cada vez vive más obsesionado con el tiempo.

—¿El arte le da sentido de vida a su existencia?

—No sé qué es el arte. Odio las etiquetas y dar nombres a situaciones y experiencias que desconozco. Todo ser humano nace artista, en tanto que intenta llevar una vida bella. No creo que nadie quiera vivir una vida horrible. Lamentablemente, la realidad te empuja al lado contrario. Lo que sí creo es que el arte, o la cultura, es lo que nos puede rescatar de esa realidad tan desagradable.

—Aunque el arte y la cultura no necesariamente nos hace mejores personas…

—De acuerdo, pero aportan otra perspectiva sobre la supervivencia. Es como el amor, que tiene muchos matices pero es lo que nos distingue de los animales. La pasión hace que un día sea diferente a otro. El amor le da un sentido a la vida. Yo estoy aquí porque tú estás al lado; tú me necesitas y yo te necesito. Con que haya una persona en el mundo que sea feliz con tu existencia, es suficiente. ¡Qué más quieres! Lo de más es mera rutina. Y sí creo que el arte ayuda a provocar la imaginación, a estar más cercanos a la vida, porque la vida no es sólo supervivencia.

—Me sorprende que después de 30 discos le siga componiendo a las musas…

—Las musas existen, sin duda; pero no con formas de mujeres maravillosas que andan flotando por ahí. En mi experiencia, no me siento capaz de escribir si no siento una necesidad de expresar algo. Requiero de un estado de ánimo especial, donde necesito expresarme con el prójimo y ser cómplice sobre una mirada sobre la vida.

—¿Es disciplinado para trabajar?

—No tanto. La disciplina es enemiga de la creación. Soy un indisciplinado de las disciplinas y degenerado de los géneros. Así es mi experiencia. Entiendo que hay gente que funciona de otra manera, pero no es mi caso.

—¿El estado de ánimo determina si hará cine, poesía, música o pintura?

—No, el estado de ánimo o desánimo es previo a todo. Nunca dudo sobre la forma que tomará una idea. Las canciones nacen con vocación musical, pero la realidad es que todo es parte de lo mismo. Cambian las herramientas, pero no el deseo de reflexionar o expresarme respecto de cualquier tipo de experiencia.

—¿Cómo distingue cuándo un verso funciona?

—Cuando una vez escrito me emociona, creo que está bien. Mis poemas son en verso libre y sin rima, pero el reto de una canción es respetar ciertas estructuras, como la duración de tres o cuatro minutos, las estrofas y estribillo. Generalmente me obligo a las rimas consonantes porque son más difíciles; en la asonante las palabras para rimar son infinitas. Muchas veces esas rimas obligadas me orillan a contar lo mismo, pero con distinta construcción; y de ahí salen muchas cosas.

—Hace poco escuchaba el disco Entre amigos, donde estuvo con varios compañeros de generación…

—Aquel disco fue una improvisación de última hora. La idea era grabar en directo una selección de canciones mías, pero eso me parecía largo y aburrido, de modo que se me ocurrió compartir escenario con compañeros como Silvio Rodríguez, Tedy Bautista y Serrat. Mi relación con ellos es buena. Lamentablemente, no tan asidua como quisiera, por motivos de inercias propias; y yo personalmente cada vez tengo más tendencia a aislarme. Una vez en casa tengo poco contacto con todo. Reconozco que está llegando a ser enfermizo, porque no salgo ni al bar de la esquina.

—¿Por qué?

—No sé. Cada vez me queda menos vida y tengo una obsesión por aprovechar lo que me queda para concluir los proyectos.

—¿Esta obsesión por el tiempo es por temor a la muerte?

—La muerte me preocupa como a cualquiera, aunque parece que no es tan desagradable. Hay teorías que incluso dicen que es orgásmica. Lo que menos me gusta de dejar de estar vivo es no ver a la gente que quiero. Por lo mismo, intento que tarde en llegar. Es una experiencia desde la cual no se vuelve.

—Sus conciertos suelen ser íntimos y en ocasiones intensos. ¿Qué tipo de rito le supone estar sobre el escenario?

—Subirme a un escenario no es una situación que hubiera deseado. Me gusta más el trabajo entre bastidores: escribir o pintar. Dar a conocer el trabajo me gusta menos; pero ni hablar, es parte de esto. Una vez en el concierto intento disfrutarlo al máximo y que resulte como si fuera la primera vez. Es un lapso donde puede ocurrir cualquier cosa.

—Alguna canción de la que se sienta orgulloso…

—La que estoy por hacer.


Sin tu latido, Luis Eduardo Aute