Bóveda Global de Semillas: el Arca de Noé de los alimentos

La Bóveda Global de Semillas fue creada para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento.

Arturo Moncada
Todo menos politica
La Bóveda Global de Semillas fue creada para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento
Foto: Creative Commons

Es una realidad: mayor población, escasez de agua y cambio climático alteran las condiciones de cultivo de las semillas tradicionales y muchas ya han desaparecido, lo que amenaza con provocar graves alteraciones en las fuentes de alimentación del ser humano.

Como respuesta frente a este riesgo surgió la Bóveda Global de Semillas cerca de Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard.

Esta bóveda es el almacén de semillas más grande del mundo y fue creado para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento. Se le conoce popularmente como “la bóveda del fin del mundo”.

La construcción, financiada por el gobierno de Noruega, se inició en 2007 y se inauguró el 26 de febrero del año siguiente, con 100 millones de semillas procedentes de un centenar de países de todo el mundo.

La bóveda global de semillas es considerada una moderna Arca de Noé, la cual jamás hubiese sido posible sin el apoyo del Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura(FAO), que cual introdujo en 2004 el Tratado Internacional sobre Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura.

El Global Crop Diversity Trust, con sede en Roma, es el principal coordinador de la Agencia Internacional para la Bóveda Global de Semillas.


Edificación

La instalación se ubica a 130 metros por encima del nivel del mar y se extiende 120 metros dentro de la montaña, protegida contra prácticamente cualquier amenaza, ya sea de índole natural o humana.

La entrada consiste en un túnel que forma una tubería de acero de casi cinco metros de diámetro, el cual se interna en la montaña y conduce hacia tres cámaras subterráneas.

Los tres almacenes en que se divide la bóveda tienen capacidad para dos mil millones de semillas, que solo serán extraídas en caso de que se hayan agotado o se destruyan las existentes fuera de los almacenes; mientras tanto, las reservas se conservarán en cajas de aluminio cerradas herméticamente, lo que garantiza una baja actividad metabólica y un perfecto estado de conservación durante décadas.

La bóveda es impermeable a la actividad volcánica, los terremotos, la radiación y la crecida del nivel del mar.

Para garantizar la conservación de las semillas en las mejores condiciones posibles, un sistema de refrigeración artificial mantiene las cámaras donde se guardan las muestras a 18 grados bajo cero, temperatura óptima para preservarlas.

Sin embargo, la cantidad de electricidad que se necesita para lograr este objetivo es muy baja, gracias al frío que ya existe de forma natural en el interior de la montaña helada donde se ha construido el búnker. Además, incluso en el caso de que se perdiera el suministro eléctrico por cualquier motivo, el congelado entorno de la zona preservaría las semillas en buen estado durante décadas.

“Las condiciones naturales aquí dentro mantienen la temperatura entre cuatro y seis grados bajo cero, así que incluso sin ningún tipo de refrigeración artificial, las semillas sobrevivirían”, asevera el genetista noruego Ola Westengen, coordinador del proyecto.


Semillas

La bóveda de semillas da prioridada los cultivos que son más importantes para la producción de alimentos y la agricultura sostenible, de suma importancia para los países en desarrollo, donde la seguridad alimentaria es un desafío.

Más de siete mil especies de plantas han sido utilizadas históricamente en la dieta humana, pero hoy en día solo 150 especies se usan para la agricultura moderna y únicamente doce especies de plantas representan la mayor fuente vegetal de nuestro menú.

Existen dos tipos de semillas: las ortodoxas y las recalcitrantes. Las primeras, bajo condiciones de congelación, tienen mayor tiempo de viabilidad de germinar. Entre las ortodoxas se encuentran el maíz, el fríjol, cereales, etcétera. Por tanto, estas son las que tienen en el refugio. Por su parte, las recalcitrantes se encuentran mejor en ambientes húmedos, estando en zonas tropicales. Reducir su humedad y bajar su temperatura puede afectarlas, ya que pierden su viabilidad de germinar. Asimismo, el tiempo que estas semillas pueden vivir en estado de congelación varía según el tipo de cultivo. Algunos, como los guisantes, pueden sobrevivir durante 20 o 30 años; otros, como el girasol y algunos de granos, incluso cientos de años.

Objetivo

¿Tiene sentido un banco así? Indudablemente: el incremento de la población, la escasez de agua y el cambio climático, junto con los nuevos modos agrícolas y productivos, alteran las condiciones de cultivo de las semillas tradicionales. Muchas han desaparecido ya de la faz de la tierra. Otras están a punto de hacerlo. “Estas instalaciones permiten a los expertos en cultivos el acceso y la identificación de muestras únicas y en peligro”, alerta Ola Westengen.

Las semillas provienen de los mil 400 bancos de germoplasma que existen en el mundo. El objetivo de estas colecciones es ayudar a restaurar los sistemas agrícolas después de conflictos o desastres naturales.

Por ejemplo, tras el tsunami que devastó el sudeste de Asia en 2004 se utilizaron las colecciones de arroz del Instituto Internacional de Investigación del Arroz en Filipinas para ayudar a los agricultores a sembrar variedades adecuadas en las tierras inundadas con agua salada.

Desgraciadamente, parte de la biodiversidad de nuestro planeta ya ha desaparecido. Los bancos genéticos de Irak y Afganistán fueron destruidos por la guerra y el banco de semillas de Filipinas fue aniquilado por un tifón.

Por el momento, en esta gigantesca Arca de Noé para vegetales se han clasificado casi 750 mil muestras de todo el mundo que seguirán siendo propiedad de sus países de origen. Sin embargo, se calcula que la bóvedano será llenada durante varias generaciones.

“Aquí las semillas de todo el planeta van a estar muy seguras”, dice Westengen, quien afirma que incluso en los peores escenarios de calentamiento global, dentro de la bóveda haría suficiente frío como para preservar la biodiversidad de los cultivos durante cientos de años.