Por Sergio Pérezgrovas
De ningún laberinto propio se sale con llave ajena.
Uno de los encierros más famoso de los que se tiene registro es el de Ana Frank, una judía alemana que dejó constancia de este en su libro titulado El diario de Ana Frank, el cual se publicó en 1947, a solo dos años de terminada la Segunda Guerra Mundial.
Su padre, Otto Frank, entregó el manuscrito a la casa editora Contact. En el libro Ana narra la cotidianidad del encierro que llevó a cabo junto con otras siete personas por más de dos años y medio en una estancia pequeña. El refugio se encontraba detrás de una tienda donde se vendían especias en la ciudad de Ámsterdam. Para poder entrar tenían que mover un librero falso.
Pero hagamos memoria. El 1 de septiembre de 1939 los nazis invaden Polonia. Ana tiene diez años. La Segunda Guerra Mundial ha comenzado. El 10 de mayo los alemanes invaden los Países Bajos; el Ejército holandés se rinde cinco días después. Los nuevos ocupantes introducen nuevas reglas. A los judíos les prohíben ir a cines, parques y tiendas, entre otras cosas.
La hermana de Ana, Margot, que es tres años mayor que ella, recibe un aviso el 5 de julio de 1942 para presentarse a trabajar en la Alemania nazi. Sus padres no se la creen y deciden esconderse al día siguiente.
A Ana le habían regalado, al cumplir los 13 años, un diario. Es así como se lo lleva y se pone a escribir sus pensamientos y cuentos bajo el título de Het Achterhuis (La casa de atrás).
El 4 de agosto de 1944 los nazis descubren el escondite y Ana es llevada al campo de concentración Bergen-Belsen, donde muere al poco tiempo de fiebre tifoidea junto con su madre.
Su padre es mandado a Auschwitz y es el único sobreviviente. El libro comienza su tiraje con tres mil ejemplares: hoy se ha traducido a más de 70 idiomas. Todavía nos podemos conmover con sus relatos. Hay una película de 1959 dirigida por George Stevens, con Millie Perkins como Ana. La cinta ganó el Oscar por Mejor Dirección Artística, Fotografía y Actriz de Reparto. La encuentras en YouTube.
Debería servir de lección para este pequeño encierro que llevamos. ¿No creen?
El encierro
Tris llevaba ya cinco días en aislamiento total. Comenzó por arreglar el librero por tamaño y fecha de publicación, los discos y la estancia. No pasaba nada, no podía ver a nadie, estaba harto. De vez en vez veía un rato televisión y solo salía de casa para comprar víveres. Era la peor cosa que le podría pasar, pero ya vendrían tiempos mejores.