Cuando empecé a estudiar sexualidad hace varios años, me fui topando con mil cosas que no me esperaba. Datos curiosos como que el cereal fue inventado por el Sr. Kellog que pensaba que la comida te llegaba excitar y entonces creó hojuelas de maíz que inhibieran la libido para controlar a las mujeres y hombres y evitar que se masturbaran porque la masturbación “te dejaba ciego” (Obviamente esto no era verdad y su cereal no sirvió para eso). Pero, regresando al tema, una de las cosas más “locas” que aprendí fue sobre los guevodoces.
En un poblado aislado de República Dominicana se empezaron a reportar casos de transformaciones de género que son todo un reto para asimilar. Básicamente en este poblado había niñas que, llegando a la pubertad, se convertían en hombres. Niñas que a los 12 años empezaban a tener vello facial y la voz más ronca. He ahí el nombre “guevodoces” (huevos a los doce). Los “guevodoces” son asimilados como un tercer género dentro de esta sociedad.
Mismo caso se presenta en Papau Nueva Guinea, en otro poblado, donde les llaman a estos sujetos “turnims” que significa “esperando a ser hombre”.
Evidentemente esto se convirtió en el algo muy complejo de asimilar y de mucho interés para estudiar, así en 1970 Julianne Imperato de la Universidad de Cornell fue a estudiar lo que sucedía. Después de su estudio publica sus resultados dejando ver que esta condición de los guevodoces era una deficiencia de 5 alfa reductasa.
Debido a que explicar el síndrome está más allá de mí, les resumo que básicamente lo que sucedía es que estas niñas que se convertían en hombres en la pubertad, siempre habían sido hombres cromosómicamente y sus órganos sexuales internos eran masculinos. Es decir, estas personas nacieron con cromosomas XY pero debido a la deficiencia de 5 alfa reductasa, sus cuerpos se feminizaban de tal manera que cuando nacían parecían tener genitales femeninos (clitoris y labios) y entonces eran criadas como tal.
Al llegar a la pubertad y con un incremento relevante en la testosterona que producen los varones, se empezaban a “normalizar” sus cuerpos y se masculinizan de tal forma que “se convierten en hombres”.
Lo más loco de esto, no es la biología detrás, si no la concepción social de este “tercer sexo”. En ambas culturas, es tan común esta condición (2% de los nacimientos en estos poblados), que se conciben tres sexos: hombre, mujer y pseudohermafrodita. Al llegar a la pubertad, tanto los turnims como los guevodoces, cambian de rol social a un rol masculino sin mayor problema. Toda su sociedad los asimila como su nuevo sexo y su rol de género cambia así de fácil.
En México, no tenemos guevodoces ni turnims, pero sí tenemos varias condiciones de intersexualidad y de transexualidad que conllevan las mismas (o parecidas) implicaciones sociales. Este es uno de los casos en donde podemos ver que los roles de género no son más que una creación social (tema nada novedoso) y que nuestra necedad con el binarismo hombre/mujer se queda muy corta para asimilar las diversidades sexuales que se presentan en nuestro mundo y en específico, en nuestro país.