Amplios grupos de manifestantes se congregaron en por lo menos ocho ciudades brasileñas para volver a expresar su disgusto por la situación de la vida en el país, lo que plantea interrogantes de seguridad durante actividades de gran importancia como la Copa Confederaciones y la visita del Papa el mes próximo.
Las autoridades habían esperado evitar la clase de enfrentamientos sangrientos que sacudieron Sao Paulo la semana pasada, y las muestras de descontento fueron pacíficas en su mayor parte. Pero pequeños grupos de manifestantes rompieron vidrios mientras trataban de entrar al edificio del Congreso en Brasilia, y algunos otros chocaron con la policía en Río de Janeiro.
Las protestas se originaron como reacción al aumento de 10 centavos en la tarifa del transporte público, pero evidentemente son un reflejo de la inconformidad generalizada en Brasil ante la fuerte carga fiscal, la percepción de corrupción entre los políticos y los deficientes sistemas de educación pública, atención médica y transporte.
En Río de Janeiro la policía lanzó gas lacrimógeno y disparó balas de goma cuando varios manifestantes invadieron la Asamblea Legislativa estatal y lanzaron piedras y bengalas a la policía. En la capital Brasilia, la policía no usó la fuerza cuando unos 200 manifestantes, de una multitud de 3.000, se subieron a la azotea del Congreso tras romper paredes de vidrio mientras trataban de entrar.
Decenas de miles de personas participaron en protestas pacíficas en Sao Paulo, donde la policía había cargado contra otra manifestación pacífica el jueves con balas de goma, gas lacrimógeno y golpizas a algunos manifestantes. Varios de los inconformes estaban disfrazados de payasos, con nariz de goma roja y todo. Grupos de percusión de samba, entre ellos uno liderado por un travesti con una peluca rubia y aretes en forma de símbolos del dólar, competían a ver quién tocaba mejor.
En Belo Horizonte, la policía calculó que unas 20.000 personas se unieron a una protesta pacífica antes de un partido de la Copa Confederaciones entre Tahití y Nigeria, mientras helicópteros de la policía sobrevolaban la zona y agentes a caballo patrullaban la zona del estadio. Unas horas antes, los manifestantes levantaron barricadas de neumáticos ardiendo en una carretera cercana, lo que afectó el tráfico.
Se reportaron también protestas en las ciudades de Curitiba, Belem y Salvador.
En una breve declaración, la presidenta Dilma Rousseff reconoció las protestas, al decir: “Las manifestaciones pacíficas son una parte legítima de la democracia. Es natural que los jóvenes protesten”.