Por Claudia Luna Palencia
Las más recientes elecciones generales en Reino Unido, las terceras que la nación insular celebra en los últimos cinco años, sirvieron para despejar las dudas: los británicos de forma mayoritaria quieren irse de la Unión Europea (UE).
El próximo 31 de enero no será un día cualquiera: pasará a la historia como la fecha en que Reino Unido dejará de pertenecer al club europeo tras 46 años de membresía; aunque Boris Johnson, fortalecido tras pasar por las urnas, dice que implementará un Brexit exprés, sin más dilaciones.
Para Johnson ha sido una victoria innegable: 365 escaños en Westminster le dan un poder dorado al superar la mayoría absoluta para poder sacar a su país, sí o sí, de la UE el último día del mes de enero.
Respecto de las elecciones generales de 2017 los tories obtuvieron 48 diputados más, para sumar en total 365 escaños, mientras que los laboristas de Jeremy Corbyn enfrentaron un tremendo batacazo: cedieron 59 legisladores (en 2017 ganaron 262 y este pasado 12 de diciembre solo obtuvieron 203 curules).
Johnson (55 años) es recibido entre aplausos, vítores y se le ve ya como el hombre fuerte, en tanto a Corbyn (70 años) su tiempo político se le ha terminado: la carrera para sucederle ha comenzado con Emily Thornberry sonando alto para quedarse de lideresa del Partido Laborista.
El amigo del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha equivocado en su discurso político-electoral en una campaña accidentada, condimentada con el hartazgo de los británicos por sentirse entrampados por la mala gestión del divorcio con la UE.
Corbyn ha terminado asustado más que el Brexit: el curtido líder laborista elaboró un discurso nacionalizador, en tiempos equidistantes para pensar en nacionalizar o renacionalizar lo que administra la iniciativa privada.
La visión generacional entre la vieja guardia política de Corbyn contra el pragmatismo diletante de Johnson ha puesto en la disyuntiva al elector promedio: entre irse definitivamente del mercado común y renunciar a los privilegios de la unión aduanera y del pasaporte europeo contra la intención de nacionalizar los trenes, el servicio postal y el sector energético.
Otro error de Corbyn se relaciona con su pasado antisemita, que los judíos ortodoxos asentados en Reino Unido aprovecharon para echárselo en cara en este proceso electoral.
Con el hashtag #NeverCorbyn el rabino Ephraim Mirvis, líder de los judíos ortodoxos en suelo inglés, demandó a la comunidad no votar por el político de izquierda “porque no ha hecho lo suficiente para erradicar posturas antisemitas” en el seno del Partido Laborista.
En Reino Unido más que unas elecciones comunes se ha librado una batalla dialéctica entre la vieja y la nueva guardia política, entre el pasado nacionalizador y estatizador con base en un esquema de subvenciones y subsidios, frente a otro que promete devolverle el lustre de la competitividad de primer nivel a la economía y mejorar la vida de sus ciudadanos.
Ha sido el retoque del pasado contra tirarse al precipicio del futuro con un paracaídas de esperanza que una mayoría de británicos apuesta que terminará abriéndose después de que Johnson tire de la cuerda.
Hay que remarcar que se arrojan al vacío sabedores de que durante los último tres años y medio han sobrado análisis agoreros del Fondo Monetario Internacional (FMI), la OCDE, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, el Consejo Europeo y, por supuesto, del Banco de Inglaterra, que advierten de un achicamiento de la economía británica tras el abandono del mercado común.
El propio Banco de Inglaterra reconoce que antes del referendo rupturista el crecimiento interanual era superior a 2%, pero después de este ha comenzado a desinflarse: en los dos primeros trimestres de este año el PIB retrocedió 0.2% y logró salvarse del estancamiento técnico tras repuntar 0.3% en el tercer trimestre. ¿En cuánto terminará creciendo el PIB en 2019? El Banco de Inglaterra espera un tirón favorable en la última parte del año que permita crecer entre 1.1 y 1.3 por ciento.
Reino Unido para los británicos
Aquí en Europa hay un vendaval político-ideológico que sopla fuerte en diversos países que creen que la mano dura contra la inmigración y el extraño que llega de fuera terminará devolviéndole lustre a sus respectivas economías con solo ondear la bandera del chovinismo recalcitrante.
Acontece en Estados Unidos, en Hungría, en Polonia, en Brasil, en Israel y desde luego en Reino Unido, porque sigue instalada en la sique del británico maduro y mayor (sin importar el segmento económico, ni siquiera ideológico-político) la idea de que el enemigo a vencer es la migración. Se han tragado el paripé de los últimos años que culpa a la inmigración de todos sus males, entre estos el colapso del Sistema Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés), sostenido con alfileres.
De acuerdo con la consultora ICM Research el desempeño del elector en las pasadas elecciones generales mostró un criterio inusual en un trasvase sui generis de votos desde la postura liberal de los laboristas hasta la más conservadora a favor del Partido Conservador.
Comprueba cómo los grupos de maduros y mayores también favorecieron al Brexit en el referéndum de 2016, en tanto que los más jóvenes y muchos primeros electores se decantaron por las ideas laboristas más que por las conservadoras; en el segmento etario de 18 a 24 años las preferencias electorales fueron de 67% a favor de los laboristas, contra 17% por los conservadores.
El comportamiento viene siendo similar en el caso del grupo, de 25 a 34 años, donde 50% se muestra a favor de los laboristas y 23% de los conservadores.
La intención cambia notablemente a partir de los 35 años con un empate entre laboristas y conservadores (37 y 38%, respectivamente) para inclinarse absolutamente a favor de los conservadores en edades superiores a los 45 años: de 45 a 54 años la intención sube a 40% a favor de los conservadores y 27% para los laboristas; de 65 a 74 años aumenta a 59% a favor de los conservadores contra 17% por los laboristas, y entre mayores de 75 años 70% se dice conservador y solo 11% laborista.
Tras la jornada electoral del 12 de diciembre pasado Johnson ha logrado un mayor poder que el aglutinado por Tony Blair en 1997, argumenta Liam Halligan.
Para el analista político inglés la posición del primer ministro británico es contar con una mayor ventaja para gobernar con estabilidad en los próximos cinco años, porque tiene consigo a Westminster y esa comodidad no sucedía desde los tiempos de Tony Blair.
“Gran Bretaña ha tenido periodos significativos en su historia reciente: con Winston Churchill perdió contra el laborista Clement Attlee, quien puso las bases para la asistencia sanitaria universal y gratuita, estableció el Estado de bienestar e inauguró una nueva era política. Margaret Thatcher ganó en arenas movedizas y debió responder al desafío del estancamiento económico, el caos industrial y varios años de impavidez. Blair derrotó a los conservadores derribando una cortina adusta y un gobierno impopular”, explica el columnista de The Telegraph.
Esas tres generaciones, apunta Halligan, las de 1945, 1979 y 1997, son “las más torales en nuestra memoria reciente”; sin embargo las elecciones de 2019 son sin duda un parteaguas en “la historia de nuestro país”.
Y Johnson está absolutamente consciente de ello. Sus primeros pasos como nuevo primer ministro —tras ver a la reina Isabel II— han sido nombrar ministros para su gabinete; lo segundo, una reunión extraordinaria para tomar las primeras medidas en el Legislativo a fin de evitar (por cualquier circunstancia) una nueva prórroga del Brexit y acortar el tiempo de negociaciones con la UE.
El Parlamento Europeo, junto con el Consejo Europeo, aprobaron que una vez activado el artículo 50 del Tratado de Lisboa exista un periodo de transición que culmine entre 2021 o 2022 para dar tiempo a que Reino Unido y los 27 países restantes integrantes de la UE negocien un nuevo acuerdo comercial y económico.
Johnson ha aseverado que no llegarán ni a 2021, mucho menos hasta 2022 negociándolo y que solo tomará “once meses del próximo año” para establecer un tratado.
Desde Bruselas, sede del gobierno de la UE, descartan que esto pueda lograrse. Sin el tono conciliador de siempre el encargado de las negociaciones del Brexit, Michel Barnier, criticó la dureza de Johnson envalentonado por el amplio respaldo recientemente recibido en las urnas en su país.
Ya hay un nuevo encontronazo esta vez en fechas. ¿Qué viene ahora? Un Brexit inminente: a pesar de la Navidad el premier británico urge a una reunión en la Cámara de los Comunes para que se apruebe el nuevo acuerdo alcanzado con la UE.
Una vez votado favorablemente este pasará a ser ratificado en el mes de enero por los 27 países de la UE; después, el 31 de enero a las 23:00 horas, el Brexit será puesto en marcha y lo que debe definirse ahora es el periodo de transición: de dos años que quiere el cónclave europeo o de once meses que anuncia Johnson.
Ese tiempo clave se utilizará para lograr un acuerdo comercial y económico compatible para regular la nueva clave de las relaciones británico-europeas.
Para el inquilino de Downing Street su prioridad pasa por sacar a su país ya de la UE y comenzar una negociación bilateral con Estados Unidos, en lo que su homólogo norteamericano, Donald Trump, promete será “el mejor acuerdo comercial y económico nunca antes visto”.
Hasta el momento nadie sabe qué incluirá un pacto entre Reino Unido y EU, dos economías conocidas por su forma celosa de cuidar a sus productores locales y defender su raigambre siempre con piel sensible en temas de libre comercio.
Por lo pronto tanto Johnson como Trump descartaron que vaya a incluirse en un libre comercio a la sanidad pública británica que atraviesa por momentos delicados desbordada en número de pacientes, falta de personal, déficit de infraestructura y críticas por su calidad y servicio.
La falta de suministro de medicamentos tras la salida de la UE es un tema que lleva largos meses preocupando a los sanitarios británicos y, por supuesto, a los pacientes. Trump dice que no presionará porque en el libre comercio se incluya que EU se convierta en proveedor de fármacos a Reino Unido. Está por verse.
Ruptura y viejos demonios
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, advierte que “la nueva escalada de Londres” terminará perjudicando más a Reino Unido que a la propia UE.
Al parecer Johnson está cargado de astucia y piensa darle un viraje concéntrico al papel de Reino Unido, porque apenas al llegar al poder pidió a sus ministros no ir a Davos en enero de 2020 y dejar de lado su participación; el propio premier descartó acudir al Foro Económico Mundial “para no perder el tiempo tomando champagne con los empresarios más ricos”.
Quiere que todo se enfoque al Brexit. Ese mismo demonio que ha traído de cabeza a los europeos en los últimos tres años y medio. Tan hartos están que ya quieren que terminen de irse.
El meollo es que habrá que entenderse después. Phil Hogan, comisario europeo de Comercio, explica que “casi la mitad de las exportaciones británicas van dirigidas hacia la UE”, mientras que solo una cuarta parte de las importaciones europeas provienen del otro lado del Canal de la Mancha.
También la UE está deseosa de arrancar ya sus planes sin los británicos; reajustar el temporizador entre los 27 integrantes, porque habrá que repartir escaños ya que 73 eurodiputados británicos dejarán de formar parte del Parlamento Europeo recién salgan a finales de enero.
Habrá que volver a nivelar el programa presupuestario plurianual para 2021-2027; desde luego será necesario cubrir entre diez mil y doce mil millones de euros anuales que la economía británica aporta a las arcas de la UE.
No será fácil ni aquí ni allá. Como señala Rafael Behr, todo es cuestión de tiempo para ver quién tiene la razón: si Johnson con su idea del Brexit o finalmente la UE con las ventajas del mercado común.
Sin olvidar que en este viraje histórico Reino Unido navega en el océano de la globalización con sus propias anclas pesadas: los escoceses. El Partido Nacional Escocés (SNP) salió fortalecido al quedarse con 48 de los 59 escaños. El mandato es claro: los escoceses quieren un segundo referendo para irse de Reino Unido… Johnson ya dijo que no se los dará ni en 2020 ni en ningún año.
Además está la situación en Irlanda Norte. Allí hay otros demonios nacionalistas que amenazan con despertar y devorarse los acuerdos de paz de Viernes Santo. El 23 de junio de 2016 no solo se votó el Brexit en Reino Unido: se ha votado un cambio de era cuyas dimensiones terminaremos conociendo antes de 2030.