Guerra comercial entre China, Estados Unidos y la UE

China, Estados Unidos y la Unión Europea, los artífices

Redacción
Política
Guerra comercial
Foto: Wikimedia Commons

Por: Claudia Luna Palencia

Si se creía que Estados Unidos no daría mayores pasos para extender sus tentáculos de libre comercio, los últimos acontecimientos con el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) revelan que la todavía primera potencia económica del mundo dará mucho de qué hablar en los próximos años.

El actual mapamundi comercial sigue cambiando mientras se atisba un cercano cambio de hegemonía económica con China desbancando a Estados Unidos, pero lo cierto es que se están formando no solo bloques sino enormes pangeas bautizadas bajo el libre comercio.

Y es que los tres motores viento en popa dinamizantes de los reacomodos son China, Estados Unidos y la Unión Europea (UE). El primero es el rey de la maquila barata, los escasos costos de producción, el merchandising del mega low cost; los otros dos, paladines del proteccionismo, enarbolan la piel sensible de los jugadores que no aceptan que otros produzcan mejor y a más bajo precio.

Mientras el gigante asiático defiende las cero trabas y se escuda en los costos de producción para comerse a los mercados de un bocado soslayando la calidad, Estados Unidos recurre a nuevas tácticas para proteger a sus productos locales, inclusive si existen de por medio sendos acuerdos y tratados comerciales.

Si acaso México lo sabe mejor que ningún otro país: a lo largo de 21 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ha sido en los paneles de controversia donde se ha buscado la solución de diversos conflictos que obstaculizan u obstruyen el sano cauce del libre comercio.

Generalmente ha sido el país azteca el que ha debido ser el novio paciente que espera con ansias contenidas lograr algún día un sano entendimiento con su compañera; así ha sucedido con el aguacate, el atún, el transporte de carga, el cemento y un largo etcétera.

Realidad

Las constantes quejas de los productores estadunidenses ante cualquier nimiedad se trasladan al respectivo lobby, lo que en suma llega hasta el Congreso y termina con alguna cláusula de protección o la derrama de determinado subsidio.

La realidad es que el libre comercio no es la ventanilla transparente ni fast track que todos esperan. Una cosa es lo deseable y otra lo real. Ello implica que en la práctica el laissez faire laissez passer es trastocado por infinidad de factores, desde la mano proteccionista gubernamental hasta un sinfín de triquiñuelas por parte de los productores para ser más competitivos por la vía de los costos baratos en detrimento de la calidad.

Pero hay que decirlo: las reglas del comercio las ponen los grandes jugadores del tablero mundial, es decir, China, Estados Unidos y Alemania, que además son los que van tirando del carro de los acuerdos, asociaciones y tratados a conveniencia.

China, desde el seno de la APEC (de la que México es miembro), le ha disputado el liderazgo a Estados Unidos imponiendo su visión de alcanzar al interior —entre los 21 países integrantes— un acuerdo de libre comercio en el área, lo que implicaría reducir aranceles de forma coordinada.

Se trata de un tremendo desafío, de llevarlo al papel para comenzar su aplicación a partir de la próxima cumbre de la APEC en Perú, en 2016.

Sin embargo, las ambiciones liberalizadoras chinas también pasan por la hegemonía en la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). Y para no quedarse corta avanza en negociaciones con la Unión Económica Euroasiática (Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguistán) para desarrollar una zona de libre comercio. China, pues, es el maquinista del tren del comercio global.

En 2014, por cierto, China reportó un superávit que significa 3.69% de su PIB, con exportaciones por 2.34 billones de dólares, de acuerdo con datos del FactBook de la CIA.

Por su parte, Estados Unidos es el segundo en la locomotora. Su vagón sigue siendo de lujo en esta disputa por el liderazgo comercial. Si bien no logró imponer sus condiciones en Asia a través de la APEC, su apuesta por el TPP es clara y decidida a tal grado que ya entró en vigor ganándole, en apariencia, por tiempo a los chinos.

En el TPP (México también es miembro) el propósito fundamental de Barack Obama es disputarle el boyante mercado asiático a los chinos en una jugada que busca eliminar una torre y hasta un caballo; pero todavía queda mucho juego futuro, porque Rusia es un mercado relevante y hasta ahora los norteamericanos no lo consideran y parecen ignorar también el potencial inmediato de India.

El presidente Obama ha celebrado al TPP como un gran triunfo en el ocaso de su administración, tomando en consideración que son doce países los que se añaden a un cónclave que busca reducir 18 mil categorías aduaneras y, mediante la simplificación arancelaria, fomentar el intercambio comercial entre los firmantes.

Refrendo

Curiosamente China no figura, ni ahora ni cuando se estipuló en 2006, cuando eran solo cuatro países integrantes. Por cierto que Chile es el único socio fundador representante de América.

Precisamente hace unos días Vértigo platicó con Eduardo Frei, ex presidente de Chile (1994-2000) y actual embajador extraordinario y plenipotenciario en misión especial para el Asia-Pacífico, acerca del TPP.

En su opinión, este acuerdo de libre comercio “es el más ambicioso de la historia, ya que aglutina a los países que generan 40% del PIB mundial”. Ahí se encuentran Estados Unidos, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá y los latinoamericanos México, Perú y Chile.

Si bien el presidente Obama ya anunció con bombo y platillo su extensionalidad, Frei explicó que todavía hay trabajo por hacer para que funcione a cabalidad y para ello primero “cada nación debe refrendarlo individualmente. Estoy convencido de que las economías latinoamericanas participantes obtendrán importantes réditos del TPP en lo referente al sector agropecuario, así como en otros sectores; y tampoco debemos olvidar que será más fácil el tema de los visados y permisos de trabajo”.

Para el diplomático cada país obtendrá su particular beneficio del maxitratado dependiendo de su capacidad, competitividad, relación de costos y también de su diplomacia.

“En el caso de Chile, en este momento hay una economía más sólida que sigue abriéndose al realizar una serie de acuerdos de libre comercio e intercambio con otras naciones, a fin de impulsar no solo el comercio sino también la inversión”, explicó.

La nueva esperanza está puesta en el TPP. Le pregunté a Frei si verdaderamente sirve de algo tener tantos acuerdos para los emergentes, cuando por principio y por final terminan acatando lo que digan los industrializados, casi siempre proteccionistas de piel ultrasensible.

“Mire, yo le digo que es mejor tenerlos, estar allí, que no tenerlos o que no estar”, respondió.

—¿Y este TPP irá a funcionar?

—Vamos a verlo con los años —guiñó el ex mandatario.

¿Mejor aliarse?

Si China ya ronronea por una asociación con Euroasia, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) se preparan también, buscando el contrapeso, negociando entre ambos el Tratado de Libre Comercio e Inversión (TTIP).

Y esto sí que implica un verdadero choque de trenes entre dos colosos ultraproteccionistas y de piel sensible ante la competencia foránea, porque dígase lo que se diga son localistas.

Estados Unidos, a diferencia de China, tiene una balanza comercial deficitaria de -4.51% del PIB; el año pasado reportó exportaciones por 1.61 billones de dólares e importaciones por 2.33 billones de dólares.

Mientras, dentro del vagón de la UE Alemania es la turbina primordial con una balanza superavitaria de 7.54% de su PIB, con exportaciones por 1.54 billones de dólares e importaciones por 1.31 billones. Ya en su conjunto, la UE tiene una balanza comercial con saldo positivo.

Así es que establecer tan amplísima zona de libre comercio trasatlántica presupone enormes retos. De hecho, avanza poco a poquito, con rondas de negociaciones, lectura y relectura de textos, propuesta de cláusulas, grupos de excepciones y cumplimiento de plazos fatales.

Para China, de consumarse este macromercado liberalizador, implicará tener a Estados Unidos de competencia directa en un paraíso del que es exportador e importador con connotado liderazgo.

El cometido, después del TPP, es ir ahora por la cristalización del TTIP, según ha confirmado el propio Michael Froman, representante de Comercio Exterior de Estados Unidos.

Desde el Parlamento Europeo se ha pospuesto varias veces a lo largo de este año la votación en el pleno de las recomendaciones de la cámara a los negociadores del tratado: hay más de 200 enmiendas planteadas por los eurodiputados.

Y es que el mensaje al interior de la UE es claro en este sentido: “Un acuerdo de libre comercio entre la UE y Estados Unidos debe ampliar el acceso europeo al mercado estadunidense sin socavar los estándares de la UE ni el derecho a actuar en defensa del interés general”.

El PIB de la UE depende en gran medida del comercio y la exportación, por lo que un acuerdo con Estados Unidos “bien diseñado” podría impulsar la contribución de la industria al PIB comunitario de 15 a 20% en 2020, al permitir a las empresas europeas —especialmente las pequeñas y medianas, así como las microempresas— entrar en un mercado de 850 millones de consumidores.

Pero en el Parlamento Europeo tienen sus reparos, ya que los beneficios del TTIP para la economía de la UE son difíciles de evaluar. Parte del texto al que Vértigo ha tenido acceso insiste en que “las conversaciones deben ser transparentes, con objeto de alcanzar un acuerdo ambicioso, pero equilibrado, que beneficie a todos los Estados miembros y cree un entorno económico efectivo, favorable a la competencia y que excluya las barreras no arancelarias. Debe garantizarse un elevado nivel de protección de los consumidores, sus datos, salud y seguridad, y ha de evitarse el denominado dumping social, fiscal y medioambiental”.

Lluvia de inconvenientes

Los eurodiputados consideran que el TTIP debe terminar con el “tratamiento desigual a los inversores europeos en Estados Unidos” estableciendo un sistema reformado y justo para que los inversionistas busquen y obtengan compensación a los agravios.

En el renglón agrícola la lista de objeciones es exhaustiva; y eso implica que tanto Estados Unidos como la UE deberán negociar punto por punto los productos agrícolas e industriales sensibles que quedarían excluidos de la liberalización o bien sujetos a periodos transitorios.

Aquí la naturaleza proteccionista de ambos implicará amplios roces. Por ejemplo, los eurodiputados piden a los negociadores de la UE que hagan todo lo posible para incluir una cláusula de salvaguarda, reservando el derecho a cerrar los mercados a ciertos productos en caso de incrementos de la importación que supongan un grave riesgo para la producción local de alimentos.

También encargan a la comisión que anime a Estados Unidos a levantar la prohibición a la importación de ternera europea y que se establezcan salvaguardas para el sistema de indicaciones geográficas de la UE.

Luego están los energéticos. El cambio de tendencia visiblemente marcado en la posición geoestratégica estadunidense, al pasar de ser importador a productor y exportador de petróleo y gas, implica un océano de oportunidades para la UE porque puede resolver mediante esta vía la dependencia energética que hay respecto de hacia Rusia.

En este sentido, los eurodiputados concluyen que el TTIP debe abolir “las restricciones vigentes o los impedimentos a la exportación de combustibles, incluido el gas natural licuado y el petróleo” entre la UE y Estados Unidos, para contribuir a la seguridad energética de la Unión Europea y reducir los precios.

Pero aún hay más: es necesario ponerse de acuerdo en cuanto a la protección de datos, el marco del mercado de transporte y contratos públicos, transgénicos, clonación, servicios públicos, vigilancia de los derechos laborales y estándares de transparencia.

En fin, que el presidente Obama quisiera dejar su mandato con este acuerdo también en vigor y anotarse otra diana en el tablero, pero en esta ocasión el timing lo marcará el Parlamento Europeo, que en buena parte responde a los intereses personalísimos de Alemania.

Lucha de gigantes...