“Que se muera uno de los chavos a los que ayudas es lo peor que le puede pasar a un educador que trabaja con poblaciones en situación de calle ”, dijo el psicólogo Daniel Espinosa Cruz, quien desde hace 7 años recorre paraderos de la Ciudad de México para brindar ayuda a jóvenes vulnerables.
Espinosa Cruz, quien es egresado de la carrera de Psicología en la UNAM y actualmente trabaja para la Institución de Asistencia Privada Ednica, asegura que no cualquiera acepta trabajar con poblaciones en situación de calle porque es una ocupación muy desgastante.
“No sólo es trabajar con ellos, en ocasiones tienes que ayudarlos a bañarse, ayudarlos a caminar, cargarlos y hasta limpiar su vómito. Y no cualquiera acepta”, comentó.
El educador recuerda que llegó a trabajar con poblaciones en situación de calle en el año 2008, cuando realizaba su tesis de licenciatura “El arte como proceso de reflexión en la inserción social de niños y jóvenes en situación de calle”.
“Primero colaboré en la institución Pro niños de la Calle y luego llegué a otra fundación que se llama San Felipe de Jesús y en la búsqueda de empleo llegué a Ednica”.
No se llevan con las reglas
Según Espinosa Cruz, para trabajar con las poblaciones de calle se debe estar acostumbrado a que a ellos no les gustan las reglas, porque están a la defensiva y siempre siguen las órdenes del más poderoso.
“Cuando llegan a las instituciones es difícil hacer acuerdos con ellos porque hay que moldearlos. A mí me funciona mucho utilizar la palabra ‘por favor’, a pesar de que es una palabra que nos cuesta trabaja implicarla. Otra de las cosas que hago es jamás decir la palabra ‘no’ porque es una palabra que indica violencia”.
El educador acepta que la mejor técnica para comunicarse con los chicos en situación de calle es “poner el ejemplo”.
“Hay que decirle a un chavo que lave su plato, pero uno mismo también debe estar lavando su plato, para que el chico vea que sí se puede hacer esa actividad”.

También tienen sentimientos
El psicólogo confiesa que a pesar de que cada día se encuentran con diferentes historias de las poblaciones de calle, en ocasiones no pueden “hacerse lo fuertes” y también les afectan las cosas que ven.
“Cuando llegué a Ednica me tocó trabajar con una niña de 8 meses de edad que fue abandonada por su mamá y una de las chicas se hizo cargo de la niña. Entonces verla en las condiciones que llegó fue algo que me removió mucho la emoción. Uno trata de ser firme porque así debe ser un profesional, pero no por eso dejas de ser humano”, comentó.
Otro de los momento duros que vivió el educador sucedió hace un mes, cuando falleció uno de los usuarios de los grupos de situación de calle de Taxqueña.
“Era una persona que estaba deteriorada por el consumo de solvente, de activo y ya no caminaba, se apoyaba de palos. Entonces lo que hacía con él era ayudarlo a bañarse, a cambiarse y hasta arrimarle un utensilio para que pudiera comer”.
A pesar de que este chico no acudía con frecuencia a la asociación, Espinosa Cruz recuerda que cada que lo encontraba en la calle lo saludaba con gusto. “Esa banda de Ednica”, es lo que siempre me decía.
“Lamentablemente un día llegó la noticia de que lo habían atropellado. A pesar de que tú siempre dejas bien a tus pacientes, la calle es de riesgo y siempre hay una noticia desagradable”, dijo el especialista.
Orgulloso de trabajar con poblaciones de calle
El psicólogo acepta que su trabajo lo llena de orgullo porque a pesar de que con su carrera podría estar trabajando en otro lugar, con gusto acude a laborar cada día.
“Tengo amigos que desarrollan la misma profesión que yo y luego se sorprenden por lo que hago. Me dicen que ellos no tendrían la sangre o la emoción para estar trabajando con este tipo de poblaciones”.
Entre los motivos que lo impulsan a seguir con esta labor están los casos de éxito que vive con los jóvenes en situación de calle.
“Una vez me subí al Metro y uno de los chicos con los que había trabajado estaba pidiendo dinero, pero no lo estaba pidiendo como una limosna, lo estaba haciendo ofreciendo artesanía que él hacía, artesanía que yo le enseñé a hacer”, relató.
Con una sonrisa a casa
A pesar de que a diario se encuentra con historias desgarradoras, Espinosa Cruz siempre regresa de buen humor a casa y con algo positivo que contar.
“Siempre que me voy salgo pensando en mi familia y siempre que regreso les platico la anécdota chusca o la más alegre del día. Me gusta transmitirle eso a la gente, en casa nunca comento las situaciones desagradables, sólo en los momentos cuando mi profesión lo requiere, expreso mis enojos, molestias y tristezas”.
Espinosa Cruz está consciente de que su trabajo debería tener más apoyo, pero acepta que su labor lo llena completamente porque siempre aprende algo nuevo.
“Mi trabajo me permite relacionarme con diferentes tipos de personas, autoridades, educadores, beneficiarios, desde un niño hasta un adulto. Me permite seguir poniendo en práctica mi profesión y me permite vincularme de una forma más amorosa y sana con mi familia”, concluyó.