De nuevo les recomiendo una obra en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. La última vez les hablé de Otto, la obra de payasos, y ahora me pongo un poco más serio con uno de los clásicos de la literatura mundial.
Llevar al escenario una obra de Shakespeare es siempre un reto. Los tiempos han cambiado y muchas veces nos ahuyenta la idea de ver obras que se escribieron hace más de 400 años.
Para aquellos que han tenido más contacto con la obra del dramaturgo inglés, el acceso a puestas en escena de Romeo y Julieta, de Hamlet o del Rey Lear es siempre un lujo, aunque no siempre resulte satisfactoria la experiencia.
La nota de hoy la hago en tres partes, dos recomendaciones y una crítica. Primero los invito a leer Shakespeare, luego a ver Julio César y por último ya verán.
Parte 1.
Este enero comencé a leer Shakespeare a conciencia por primera vez. En la preparatoria leímos El Mercader de Venecia y Hamlet, pero digamos que nunca fui un alumno estrella.
Comencé con Noche de Reyes, una comedia que cuenta la historia de una chica que debe fingir ser un hombre para poder encontrar trabajo tras un naufragio que la deja desamparada. Luego Macbeth, Hamlet, Julio César, el Rey Lear y Ricardo III.
Quedé fascinado con la obra literaria de William Shakespeare; todo tan bien armado, el lenguaje tan elegante y las historias tan sorprendentes. En la preparatoria había odiado leerlo, pero ahora me encanta y ahí les va el secreto.
Leer una obra de teatro en voz baja es antinatural, así como también es leerla solo. El teatro se arma de diálogos y distintos personajes, y se debe leer con varias voces si se quiere dar vida a sus páginas.
Supongo que habrá quienes disfruten de leer Shakespeare en la comodidad de su soledad y en absoluto silencio, pero yo no soy uno de ellos. En mi casa nos dividimos los personajes entre todos los miembros de la familia (incluyendo a la ocasional visita) y disfrutamos cada línea, cada soneto y cada monólogo como si fuésemos actores Isabelinos.
Al principio nos peleábamos los personajes con menos líneas, pero conforme pasaban las páginas todos queríamos el papel protagónico.
Parte 2.
La Tragedia de Julio César en el teatro Julio Castillo es una puesta en escena del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) y tal vez por la seriedad de la institución que los respalda, la obra es una fiel interpretación de la original.
Bueno, fiel en cuanto al desarrollo de la historia, porque si fuese tal cual, duraría una eternidad y la verdad es que resulta ser dinámica y accesible. El lenguaje utilizado también es de alabarse, pues respeta los cánones de tiempos pasados, pero es comprensible para el espectador moderno.
Otro elemento que destaca es la escenografía, porque con objetos sencillos te transportan a una Roma Antigua de tiempos modernos. Lo que dije podría sonar a contradicción, pero imaginen por una parte el Panteón en Roma y por otra una mezcla entre El Padrino y El Día Más Largo.
El vestuario también es sumamente interesante, pues no van a ver hombres en galas arcaicas paseándose por el escenario. Julio César lleva un traje blanco al estilo de El Dictador de Sacha Baron Cohen, los demás senadores van de traje negro y las mujeres con vestido de gala. Las togas se incorporan encima de los trajes cuando van al senado y para la guerra se cambian por pantalones tipo cargo.
Para los que no sepan, Julio César cuenta la historia de Marco Bruto, el senador que tramó el asesinato de Julio César. La obra original se lleva a cabo en cinco actos, pero la versión del INBA solo en dos. En el primero se presenta el complot y el asesinato, y en el segundo la guerra y el triunfo de Marco Antonio y Octavio.
Parte 3
No me gusta hacer comentarios negativos, siempre prefiero ocupar mi tiempo y mi pensamiento en lo bueno y dejar a un lado lo malo, pero ya que estoy haciendo esta recomendación, no puedo pasar por alto los puntos bajos de la obra.
En otras ocasiones había topado puestas en escena de Shakespeare que rompen por completo con la idea original del autor y que transmiten una perspectiva unilateral del director. Julio César no es el caso y la adaptación respeta en gran medida la obra en que se inspira.
La crítica no va por ahí y les aplaudo su esfuerzo por mantener la idea original (prefiero por mucho este tipo de aproximaciones), pero no puedo hacer caso omiso a la coreografía de los baños. Todos los senadores que forman parte del complot en contra del César cubiertos solo por una toalla y bailando juntos.
Hay otros detalles, Itatí Cantoral es un tanto sobreactuada y el discurso que da Marco Antonio tras la muerte de Julio César es soso, pero el baile de senadores es lo único que considero fuera de lugar.