Este verano el Reino Unido ha vivido una cadena de huelgas a las que se sumaron los trabajadores portuarios, los abogados y los recolectores de basura: las noticias no son halagüeñas en las finanzas.
En la historia de Reino Unido custodiar el Gran Sello fue durante casi mil años un exclusivo privilegio concedido a hombres. En 2016 Liz Truss accedió al puesto de Lord Canciller y se convirtió en la primera mujer en ostentar tan alto cargo y, además de cuidar del sello, proteger la independencia de los tribunales. Seis años después consigue otro mérito: ser la nueva primera ministra de su país.
Con una sólida carrera política, Mary Elizabeth Truss —conocida popularmente como Liz— obtuvo buena parte del consenso y respaldo de los miembros del Partido Conservador durante la ceremonia de unción (el pasado lunes 5) del sucesor del rocambolesco Boris Johnson.
La prensa británica llevaba días dándola como favorita para sustituir a su compañero de partido: Johnson se vio obligado a renunciar en julio tras quedarse sin los apoyos de sus propios correligionarios conservadores.
No es que haya sido fácil, pero tampoco muy difícil. De 47 años, Truss representa prácticamente la continuidad del modelo aplicado por Johnson en los últimos tres años en sus relaciones con la Unión Europea (UE): política migratoria de puertas especiales, expulsiones en caliente a los inmigrantes ilegales a Ruanda y defensa de los valores británicos por encima de los intereses europeos.
Su contrincante directo, Rishi Sunak, extitular de Hacienda y uno de los responsables de la caída de los apoyos a Johnson, obtuvo 60 mil 399 votos de militantes tories mientras Truss —al frente de la cartera de Exteriores— consiguió 81 mil 326. Fue sir Graham Brady, titular del Comité de 1922, quien anunció a la nueva primera ministra y líder del Partido Conservador.
Nacida en Oxford, cursó estudios de filosofía, política y economía en el Merton College. Prácticamente desde su graduación (1996) intentó colarse en la administración pública y fue militante temprana del Partido Conservador.
Su primera gran oportunidad llegó en 2010 al ser electa como diputada por Norfolk.
Truss conoce bien los entresijos del Parlamento y de la administración pública británica porque ha hecho carrera desempeñando un amplio abanico de funciones durante los gobiernos tories de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson.
En los últimos años ha plegado su pensamiento a la línea dominante del momento en el gobierno; en un principio fue opositora al Brexit durante el referendo encabezado por Cameron y luego terminaría apoyando su salida y trabajando por ella.
También su pensamiento político juvenil, inicialmente con ciertos tintes de izquierda moderada, ha mutado con el paso de los años a una forma más pragmática y liberal.
A pesar de las críticas internas y de la UE por las expulsiones hacia Ruanda de los migrantes que arriban por rutas irregulares y en suelo británico solicitan asilo, Truss nunca habló de reconsiderar el programa como ministra de Exteriores porque es partidaria de seguir haciéndolo como un mecanismo de frenar a las mafias y contener el impulso de la gente por llegar así a territorio británico.
No cedió ni un ápice ante las presiones recibidas por grupos defensores de los derechos humanos. Es más, Truss prometió que de convertirse en primera ministra ampliaría las expulsiones de inmigrantes irregulares hacia otros países bajo la misma fórmula con Ruanda y mencionó, según The Times, el envío de contingentes solicitantes de asilo a España y a Turquía.
En lo que va del año más de 15 mil inmigrantes irregulares han llegado a Reino Unido cruzando por el Canal de la Mancha. Por las deportaciones de personas de Siria, Irak, Afganistán e Irán el gobierno británico paga a Ruanda 148 millones de dólares.
Hay una línea dura al interior de Londres que quiere parar las olas migratorias a como dé lugar. De hecho, el detonante para fraguar el referendo del Brexit fue la propuesta de la entonces canciller germana Angela Merkel de repartirse por cupos a los refugiados sirios llegados a territorio europeo tras dejar su país en medio de una violenta guerra civil.
El 8 de septiembre de 2015 Merkel pidió a los 28 países miembros de la UE repartirse sin límite las 800 mil peticiones de asilo; para el 23 de junio de 2016 los británicos decidieron en las urnas, con 17 millones 410 mil 742 votos (51.9% de los sufragios recabados), salir de la UE.
Todo cambia para seguir igual
Entre su currículo profesional Truss ha sido secretaria de Estado de Justicia (2016); luego secretaria jefe del Tesoro (2017); con Johnson, secretaria de Estado de Comercio Internacional (2019); ese mismo año, ministra de Mujeres e Igualdad y dos años después secretaria de Exteriores.
No ha podido evitar las comparaciones con Margaret Thatcher, quien fuera primera ministra de 1979 a 1990, la primera mujer en ocupar tal cargo y hacerlo además de forma tan prolongada. Del Partido Conservador han salido las tres mujeres que llegaron hasta ahora a ocupar Downing Street: después de Thatcher lo hizo Theresa May, del 13 de julio de 2016 al 24 de julio de 2019, y toca el turno a Truss.
La herencia que deja el pelirrubio Boris Johnson, para algunos tabloides “el peor de todos”, es una cadena de mentiras, escándalos sexuales entre varios políticos de su gobierno, desazón y una crisis moral que exige ante todo recuperar la confianza de la ciudadanía en medio de una crisis económica que asoma rápidamente. La gente lo está pasando mal: mientras sucedía el cambio de gobierno el país permanecía paralizado por una huelga del transporte ferroviario y otra del servicio postal, por ejemplo.
Este verano el Reino Unido ha vivido una cadena de huelgas a las que se sumaron los trabajadores portuarios, los abogados y los recolectores de basura.
Las noticias no son halagüeñas: la inflación de 10.1% en julio es el peor dato de los últimos 40 años; la economía en el segundo trimestre se contrajo 0.1% y el gasto real de los hogares cayó 0.2% en junio. Los pronósticos para el cierre de año son desalentadores: el propio Banco de Inglaterra anticipa una inflación anual de 13%; el dinero está quemándose en las manos de los trabajadores socavando su poder adquisitivo. Los hay más agoreros, como Citigroup, alertando de una inflación de 18 por ciento.
La prensa británica recibió a la nueva inquilina del 10 de Downing Street con reproches y escepticismo, temerosa de que sea una reedición de los errores y desatinos de Johnson, en versión femenina.
El periódico Daily Mirror tituló en portada Ahora arregla la Gran Bretaña que rompiste y subtituló que Truss llega cargada de promesas como lo hicieron los otros tres primeros ministros conservadores.
El Daily Mail también llevó a la primera ministra en portada con algo más de aliento positivo: Juntos podremos salir adelante de la tormenta.
La nueva líder aseveró por su lado que “como su primera ministra estoy segura de que juntos podemos capear la tormenta, reconstruir nuestra economía y convertirnos en la Gran Bretaña moderna y brillante que sé que podemos ser”.
En su primer discurso afuera de la residencia oficial Truss subrayó que enfocará todos sus esfuerzos hacia tres sectores sensibles en los momentos actuales, como son la economía, la energía y el Servicio Nacional de Salud, a los que dijo apoyará de forma considerable.
No mencionó en sus palabras a Ucrania, punto de inflexión que genera serias rispideces en la sociedad británica entre los que creen ya es momento de parar esta guerra y los que no se fían de las intenciones del ruso Vladimir Putin y están de acuerdo en seguir dando armas y dinero a Kiev.
De hecho, sorprendió que Truss al retornar de su encuentro en Balmoral con una avejentada reina Isabel II (quien rompió la tradición de darle su venia en Buckingham, como lo hizo con los otros 15 primeros ministros, pues se hallaba ya a las puertas de la muerte, el jueves 8) hablase de inmediato con Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania. Se trata de un claro mensaje a Putin: se ha ido Johnson pero ella no variará la postura asumida de apoyar a la nación invadida.
Y así lo señaló: “Hablé con el presidente Zelensky esta noche y reitero nuestro firme apoyo a la libertad y la democracia de Ucrania. Los intentos de Rusia de utilizar la energía como arma no deben disuadir a Occidente. Ucrania puede depender del apoyo de Reino Unido a largo plazo”.
Al día siguiente, 7 de septiembre, cogió el teléfono para saludar al mandatario estadunidense, Joe Biden: “Esta tarde hablamos sobre trabajar juntos como líderes de democracias libres para abordar desafíos compartidos, particularmente los problemas económicos causados por la guerra de Putin. Construiremos sobre los vínculos entre el Reino Unido y EU fomentando nuestra alianza de defensa a través de la OTAN y AUKUS”.
Unas horas más tarde charló vía telefónica con el canciller de Alemania: “He hablado con Olaf Scholz esta noche sobre la resiliencia energética en respuesta a los desafíos causados por la guerra ilegal de Putin. El Reino Unido y Alemania son socios económicos importantes y espero trabajar juntos en defensa para defender la democracia y la libertad en Europa”.
Rosario de promesas
Todos los pronósticos económicos apuntan a que la economía británica camina hacia una recesión que podría durar un año —se espera en 2023— ya que el avance actual de cada trimestre económico va desnudando la ralentización del PIB.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe de julio pasado ajustó a la baja el PIB mundial estimando un crecimiento de 3.2% en 2022 y 2.9% en 2023; la inflación mundial esperada sería de 6.6% este año. Para Reino Unido en específico su escenario probable pasa por un PIB de 3.2% en 2022 y 0.5% en 2023.
La situación es muy particular en la economía británica porque experimenta una serie de afectaciones en su cadena de producción y de suministros, en parte alterada por el Brexit: el flujo natural de mercancías, bienes y servicios que obtenía bajo el paraguas de la UE es ahora un amasijo de papeles, burocracia y tiempo perdido. Los cargueros advierten del enorme problema para entregar a tiempo los pedidos desde el bloque comunitario.
A esta anomalía se suma la alteración en las cadenas de suministros por efectos de la pandemia y por los daños colaterales de la invasión de Rusia a Ucrania, junto con la cascada de sanciones contra rusos y bielorrusos. Los daños de una economía de guerra.
Bloomberg Economics avizora que en el cuarto trimestre de este año el PIB británico caerá 1%, mientras que la nueva primera ministra promete un gran paquete de apoyo de 150 mil millones de dólares para los hogares y otro por casi 60 mil millones de dólares para las empresas.
También se esperan medidas a favor de congelar los precios de la energía, dar subsidios a los hogares para pagar sus facturas eléctricas y otro tanto de ayudas para empresas por vía de un fondo extraordinario de 116 mil millones de dólares. Truss se niega a gravar las ganancias de las compañías eléctricas y autoriza el fracking. “Un hogar típico ahorrará una media de mil libras esterlinas al año de su garantía de precio de la energía de dos años. Una factura de energía promedio para un hogar típico no será más de dos mil 500 libras por año durante los próximos dos años a partir del 1 de octubre, según mi plan”, defendió Truss en Westminster.
Hay que calmar también a los mercados: el FTSE 100, principal indicador de la Bolsa de Valores de Londres, cerró el 31 de agosto pasado 5.06% por debajo de su nivel máximo alcanzado en el año, de siete mil 672.40 puntos; la libra esterlina ha sufrido una depreciación de 15% respecto del dólar en lo que va del año; mientras el Banco de Inglaterra tiene entre manos seguir incrementando las tasas de interés para contener la inflación.
Truss deberá apagar muchos fuegos al mismo tiempo. Y no será nada fácil.