¿NUEVOS VIRUS POR INVASIÓN DE HÁBITATS Y TRÁFICO DE ANIMALES?

Las enfermedades zoonóticas, aquellas que pasan de los animales a los humanos.

Martha Mejía
Temmincks ground pangolin
Nico Smit

Las pandemias virales nos recuerdan lo estrechamente que se conecta la salud humana con la salud de la vida silvestre y el medio ambiente: para entender por qué es así debemos recordar que los virus se miran como los enemigos, pero en realidad son parte integral de los seres vivos.

El virus causante del COVID-19, por ejemplo, pertenece a la familia de los coronavirus (coronaviridae), la cual agrupa a por lo menos 40 diferentes tipos de virus.

“Cada tipo infecta o se aloja en algún animal en particular. Unos viven en los murciélagos, otros en algunos mamíferos como camellos o mapaches, entre otros”, explica en entrevista Mauricio Rodríguez Álvarez, profesor de Microbiología y Parasitología en la Facultad de Medicina.

Al respecto Esther Quintero, subcoordinadora de especies prioritarias de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), dice que fue a partir del surgimiento, en China en 2003, del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés), cuando se comenzaron a hacer estudios más rigurosos, en los que se encontró que los murciélagos eran los animales reservorios de todos los coronavirus.

Un dato relevante, señala, es que solo un ejemplar puede alojar hasta 20 diferentes tipos de coronavirus.

“Generalmente los coronavirus no saltan directamente hacia las personas: saltan a un animal que es el intermediario y después pueden llegar a los humanos”, puntualiza.

A su vez Rodríguez Álvarez agrega que hay por lo menos siete tipos de coronavirus que pueden afectar al ser humano.

“Cuatro de ellos son coronavirus que causan catarro común, provocan infecciones respiratorias leves y controladas; pero de vez en cuando en la naturaleza se forman nuevos coronavirus que tienen mayor capacidad de daño y tienen potencial epidémico en el ser humano”, indica el también vocero de la comisión de la UNAM para el COVID-19.

Y añade: “Tres de ellos pueden causar una enfermedad grave: el SARS, el síndrome respiratorio de oriente medio MERS y ahora se sabe que también el SARS-CoV-2 y la enfermedad que lo provoca, el COVID-19”.

Zoonosis

Esther Quintero explica que el nuevo COVID-19 es muy similar al de la epidemia de SARS y “por eso se dieron cuenta de que también se origina en los murciélagos, pero a la fecha no se sabe con precisión cuál fue el animal intermediario; se especula que se trate de un pangolín”.

Al respecto Rodríguez Álvarez expresa que las enfermedades zoonóticas (aquellas que pasan de los animales a los humanos) se relacionan con “cambios drásticos que estamos haciendo en el ambiente”, como deforestación, invasión de zonas naturales e incluso con el tráfico de especies.

“Estas enfermedades son causadas por microorganismos que se les pegan a los animales y luego estos se los pasan al ser humano. La zoonosis se puede provocar o favorecer cuando se invaden algunos ecosistemas naturales. Por ejemplo, si las ciudades crecen y se acercan hacia los bosques, selvas, manglares o hacia las orillas donde hay hábitats silvestres, van a estar más en contacto con los virus y microorganismos de los animales de esa zona”, dice.

Óscar Rico, profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM e investigador del Laboratorio de Ecología de Enfermedades de la misma facultad, añade que “de repente entramos en contacto con un montón de virus que estaban en vida libre, circulando desde hace millones de años sin tener contacto con humanos. Pero gracias a nuestras actividades aumenta la tasa de contacto, modificamos la composición de la fauna silvestre y además la extraemos, la consumimos o la comercializamos, sin saber qué efectos puedan llegar a tener en nuestro organismo”.

Tráfico de especies

Rodríguez, vocero de la comisión de la UNAM para el COVID-19, comenta que el tráfico ilegal de animales silvestres o salvajes puede ser potencialmente un factor de riesgo en el ser humano, “no tanto por el animal en sí mismo sino por los microbios y virus que alojan”.

En diversas ocasiones, agrega, los animales silvestres se acercan a los domésticos y pueden hacer cruce de microorganismos. Uno de los ejemplos más claros es la rabia, que se aloja en el hábitat silvestre de algunos murciélagos y cuando tienen algún tipo de contacto con animales domésticos la transmiten; estos a su vez pueden transferir esa enfermedad viral al ser humano.

Los especialistas indican que un factor determinante para el surgimiento del nuevo COVID-19 es que tanto en Wuhan, epicentro de la pandemia, como en toda China, existen mercados de animales vivos. “En estos se da una conjugación de muchas especies de fauna silvestre; conviven murciélagos, civetas, perros, reptiles, aves y demás animales; su sangre y sus heces vuelan en el aire: esos mercados son un caldo de cultivo para que estos virus puedan mutar y adaptarse a nuevas especies. Eso es lo que pasó también con el SARS y el MERS. En este último el origen fue de murciélagos junto con camellos”, explica Óscar Rico.

En el caso del COVID-19, señala el especialista, se especula y se tiene evidencia de que también tiene un origen en murciélagos y en el pangolín. “El pangolín es la especie más traficada en el planeta porque se piensa que tiene propiedades curativas, mágicas; la gente en el sudeste asiático se lo come, lo consume, lo caza y lo vende en el mercado ilegal”, explica.

De acuerdo con la organización internacional Traffic entre 2017 y 2019 se confiscaron alrededor de 96 mil kilos de escamas de pangolín en Malasia, Singapur y Vietnam. También estima que en el mismo lapso unos 895 mil ejemplares se vendieron ilegalmente.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) el tráfico de especies salvajes, tanto vivas como muertas, alcanza anualmente un monto de 26 mil millones de dólares en todo el mundo.

En medio de la pandemia otras especies que se encuentra en peligro son el oso negro y el pardo, luego de que autoridades sanitarias chinas recomendaron tratar al COVID-19 con inyecciones de bilis de oso.

A principios de marzo la Comisión Nacional de Salud de China emitió instrucciones sobre la pandemia en las que se incluían inyecciones de un compuesto llamado Tan Re Qing, entre otros productos de la medicina tradicional de ese país. Este preparado, recomendado para tratar a pacientes con complicaciones severas de COVID-19, incluye bilis de oso, cuerno de cabra y tres tipos de hierba.

Secretada por el hígado y acumulada en la vesícula biliar, la bilis de varias especies de oso, incluido el negro asiático y el pardo, en peligro de extinción, se usa en la medicina tradicional china desde al menos el siglo VIII.

Esther Quintero, de la Conabio, apunta que es muy importante controlar el tráfico de especies. “Controlar la manera en cómo se manejan y cómo se comercializan, aunque sea de manera legal. Es un hecho que muchas comunidades en el mundo dependen de la comercialización de la carne y de los productos derivados de muchos animales salvajes para poder subsistir, pero es importante concientizar a la gente del peligro que se tiene al consumirlos y cuál es la mejor manera de hacerlo”, finaliza.