Pandemia provocó un ajuste en las estrategias de enseñanza

Académica compartió acciones para el aprendizaje y la convivencia afectiva

Redacción
Nacional
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Existe una preocupación tanto de docentes como de madres y padres de familia, en el sentido de si el alumnado está preparado para los grados académicos subsiguientes, tras el confinamiento obligado por la pandemia y la educación a distancia, advirtió la doctora Cimenna Chao Rebolledo, académica del Departamento de Educación de la IBERO.

Al respecto, la especialista compartió que querer aglutinar o llenar al estudiantado de carga académica para reponer o recuperar lo perdido o para que llegue más preparado a los próximos grados escolares no funcionará, pues esto provocaría mayor tensión y estrés tanto en el alumnado como en las y los docentes.

“Sabemos que son importantes los conocimientos y las habilidades que siembran las bases para lo que sigue, es decir, para saber cuáles son esas habilidades y conocimientos transferibles a los siguientes niveles académicos. Y los que son deseables, pero no fundamentales”, dijo Chao.

En ese sentido, invitó a las y los académicos a hacer espacios con el estudiantado para crear momentos para reflexionar sobre lo que van aprendiendo, de cómo se trasfieren los aprendizajes a lo largo del trayecto educativo; en cómo se relacionan de manera que recapitulen y aprendan sin diluir. Por ejemplo, las técnicas de memorización no son suficientes.

“El aprender no sólo requiere de las funciones ejecutivas de la memoria y la atención, también requiere de una base emocional porque si no la atención y la memoria no funcionarán adecuadamente”, explicó Chao durante el webinar Generación de ambientes para la convivencia afectiva, organizado por el Departamento de Educación y por la Confederación de Escuelas Particulares (CNEP).

En su intervención, la doctora compartió acciones para el aprendizaje y la convivencia afectiva entre las que destacan la validación de las emociones. Es decir, saber que todas son importantes y aprender a distinguirlas y reconocerlas, que se viven con distinta intensidad, que algunas duran más tiempo que otras y que dependiendo de cada persona, contexto y situación, se puede hacer una valoración subjetiva diferente del estímulo que genera la emoción.

“Reconocer que no es lo mismo una emoción de inquietud, que la ansiedad o el pánico, en términos de su intensidad, tampoco en términos de su duración. La intensidad con la que vivimos una emoción genera prevalencia de alertamiento en el organismo, es decir, nos pone en estados de mayor o menor activación en términos de la energía con la que se predispone el organismo a actuar”, detalló.

En estos momentos en los que estamos regresando a clases, invitó a docentes a generar espacios y tiempos de introspección para reconocer como se encuentra el estudiantado. Y pidió al alumnado reconocer ese estado emocional en el que se encuentran, por lo menos, al momento de estar en el espacio de aprendizaje efectivo.

Asimismo, la docente aconsejó hacer un uso estratégico de las emociones aflictivas, particularmente, del estrés que se asocia tanto a la carga académica y al trabajo que se hace al interior de las aulas. “Siento luego actúa, sobre todo cuando son emociones intensas”.

Destacó que aprender en un espacio como el aula implica tácitamente una tensión y desequilibrio cognitivo y emocional. Confronta a una situación a veces desconocida y de retos, sobre todo si nuestros conocimientos previos no son los suficientes para atender de manera obvia o inmediata la demanda académica que vivimos.

Por lo contrario, se puede vivir una suerte de estrés, que se relaciona más con el aburrimiento. Esto sucede cuando no hay suficiente tensión, cuando no hay entusiasmo, cuando resulta demasiado fácil u obvio lo que estamos aprendiendo.

“Entonces el arte de enseñar con las emociones tiene que ver justamente con equilibrar esta tensión para genera un nivel óptimo de participación en donde efectivamente hay un estrés pero que es productivo, que genera curiosidad y no angustia, que invita en ese desequilibrio y confrontación, en ese reto por entender, hacer o desilusionar, a la colaboración o al cuestionamiento, o la indagación. Que pone, sí, en un estado de alerta, pero no desenfocada, sino de alerta atenta en donde queremos entender, dialogar y compartir”, expresó.