Nuestro sistema político concede el triunfo a través de una mayoría simple, aunque en otros países se utiliza el balotaje para dar mayor representatividad a sus procesos de elecciones.
Con el inicio del proceso electoral federal, senadores de diversas bancadas destacan la urgencia de implementar una segunda vuelta electoral en nuestro país, pues argumentan que se requiere de una verdadera legitimación democrática y que en muchos casos los presidentes o gobernadores electos no representan a más de la mitad de los votantes.
Así, el 6 de septiembre los senadores Indira Kempis Martínez (MC), Emilio Álvarez Icaza (independiente) y Víctor Fuente Solís (PAN) presentaron una iniciativa para reformar los artículos 81, 84, 99, 116 y 122 de la Constitución a fin de que se establezca la segunda vuelta electoral para los comicios que designan al presidente de la República, al jefe de Gobierno capitalino y a los gobernadores.
La segunda vuelta es un mecanismo que consiste en realizar otra ronda de elecciones donde solamente participen los dos candidatos más votados en la primera ronda, siempre y cuando ninguno haya obtenido la mayoría absoluta.
Kempis recalcó que la propuesta fomenta la participación ciudadana, la transparencia y promueve los consensos desde y para la sociedad civil.
Por su lado, Fuentes Solís puntualizó que dicho mecanismo puede resultar de gran utilidad en escenarios donde los resultados electorales sean cerrados: “Esta sería la clave para garantizar la paz social y la verdadera gobernabilidad en medio de tanta polarización en nuestro país”.
Además, recordó que muchos países de América Latina ya hacen uso de este sistema electoral, por lo que “Brasil, Colombia, Chile, Guatemala, Perú y Uruguay están por encima de México en cuanto a garantía de democracia”.
Los senadores coincidieron en señalar que, de avanzar la iniciativa, el Instituto Nacional Electoral (INE) sería uno de los organismos más beneficiados, puesto que se encarga de combatir el fraude electoral, promover la participación y enriquecer la oferta electoral de nuestro país.
Ahora bien, no es la primera ocasión en que esta iniciativa se presenta ante el Congreso y el tema cobra relevancia siempre que se acerca un periodo electoral.
No obstante, los países que han adoptado el mecanismo han registrado cambios en la satisfacción poselecciones y una mayor participación de la población votante.
Desempate
Aunque la segunda vuelta o balotaje apareció a finales del siglo XVIII, fue hasta mediados del siglo pasado que su adopción comenzó a popularizarse.
En el caso de los países de América Latina, politólogos como Josep Colomer y Cynthia McClintock han señalado que la integración del mecanismo responde a la insatisfacción de los resultados electorales, las crisis políticas y los golpes de Estado.
Más aún, en su libro Electoral Rules and Democracy in Latin America (“Reglas electorales y democracia en América Latina”), McClintock destaca que la elección de presidentes y gobernadores a partir de mayorías relativas ha facilitado la permanencia en el poder de partidos autoritarios y arraigados. Además, agrega que “los presidentes que triunfaron sin una mayoría absoluta pierden legitimidad conforme avanza su mandato”, entendiendo también dicha pérdida como una desconfianza política y como un aumento en la inconformidad social.
Usualmente las diferencias mínimas entre el presidente electo y el segundo lugar en las votaciones promueven un aumento en la inconformidad social y la segunda vuelta, en cambio, obliga a los partidos a replantear sus discursos y a los votantes a ser más conscientes de las ideas propuestas por los candidatos.
Sin embargo, el politólogo Fernando Barrientos del Monte destaca que la segunda vuelta electoral es stricto sensu un sistema de desempate y “no aumenta la legitimidad ni crea mejores gobernantes”.
Hay en realidad distintos modelos de balotaje, cada uno con diferentes requerimientos porcentuales de votos. En un caso es posible una segunda vuelta en la que pasen los dos candidatos más votados, independientemente de los sufragios que obtuvieron y la diferencia que hay entre cada uno.
En el caso de la iniciativa presentada el 6 de septiembre, se propone el conocido como “balotaje de acceso simple”, porque solo se lleva a cabo otra ronda de elecciones si ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta; y también existe un mecanismo “de acceso compuesto”, en el que solo se llega a otra vuelta si en la primera no hubo un candidato con más de 40% de votos y con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales respecto del segundo lugar.
Interés nacional
Desde 1998 a la fecha se han presentado más de 32 iniciativas para implementar el balotaje en las elecciones presidenciales de nuestro país. Previo a la de este mes, en 2021 el Senado recibió una propuesta semejante donde se argumentaba, además, que las segundas vueltas electorales obligan a la creación de gobiernos de coalición, evitando la hegemonía política.
El estudio La segunda vuelta electoral: orígenes, tipología y efectos, realizado por el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), destaca que este tipo de iniciativas cobraron más relevancia en el panorama político nacional luego de las elecciones de 2006, cuando Felipe Calderón superó al actual presidente Andrés Manuel López Obrador por menos de 1% de los votos.
No obstante, también señala que “las iniciativas son el reflejo de una desconfianza por parte de los candidatos hacia la gestión de los comicios a menor diferencia en los porcentajes de votación entre candidatos y menores porcentajes para acceder a un cargo; los candidatos perdedores tienden más a adjudicar su fracaso no a su campaña ni a su figura, sino a las autoridades electorales”.
Cabe destacar que luego de 2000 las elecciones de 2018 fueron las únicas en las que el candidato ganador obtuvo la mayoría absoluta. En dicha ocasión, López Obrador obtuvo poco más de 53% de los votos. Por su lado, Enrique Peña Nieto alcanzó 38% de los votos en 2012, 7% más que López Obrador. Vicente Fox alcanzó la Presidencia de la República con 42% en 2000, poco más de 6% más que el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Francisco Labastida.
El fenómeno, en realidad, supuso una disminución de los márgenes de votación presentes a lo largo del siglo XX, donde los presidentes electos superaban 70 y 80% del total.
Por eso el estudio del IEEM destaca que las iniciativas que se han presentado argumentan que una segunda vuelta electoral podría darle mayor legitimidad al presidente electo y “le aseguraría la gobernabilidad del sistema político en sí”.
No obstante, la investigación también resalta que no siempre es necesaria la segunda vuelta electoral y en muchas ocasiones los resultados rara vez difieren de los obtenidos con la primera ronda de votaciones.
Más aún, señala que siempre hay resultados no esperados que ponen en duda la eficacia de esta clase de mecanismos democráticos: “Se puede castigar votando estratégica y punitivamente para evitar a un candidato con alto porcentaje de rechazo; y se puede elegir a un presidente con alta legitimidad artificial, pero con un gobierno dividido”.
Aunque el estudio no profundiza en ello, la implementación de la segunda vuelta electoral también supone un gasto adicional para el INE. Tan solo para el próximo año el organismo solicitó en su anteproyecto un presupuesto total de 23 mil 757 millones de pesos, donde se considera un fondo precautorio de tres mil 529 millones de pesos para una consulta popular y para elecciones extraordinarias que se requieran.
Finalmente, incluso si la iniciativa presentada el 6 de septiembre avanzara en el Congreso, no podría ser implementada sino hasta los comicios federales de 2030, puesto que esa misma semana inició el proceso electoral federal de 2024, lo que imposibilita una reforma constitucional en la materia.
Países que hacen uso de la segunda vuelta electoral
Afganistán Ecuador Portugal
Argentina El Salvador República Dominicana
Austria Eslovaquia Rumania
Bolivia Eslovenia Serbia
Brasil Finlandia Ucrania
Bulgaria Francia Uruguay
Chile Ghana Zimbabue
Chipre Guatemala
Colombia Haití
Costa Rica Indonesia
Croacia Perú
Cuba Polonia
Porcentaje de votos de los primeros dos candidatos
(elecciones de 2000 a 2018)
2000 Vicente Fox: 42% Francisco Labastida: 36%
2006 Felipe Calderón: 36% Andrés Manuel López Obrador: 35%
2012 Enrique Peña Nieto: 38% Andrés Manuel López Obrador: 32%
2018 Andrés Manuel López Obrador: 53% Ricardo Anaya: 22%