EL FUTURO DE NUESTRO MAÍZ NATIVO

“Conducir la agricultura a gran escala hacia modelos más sustentables”.

Martha Mejía
Nacional
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Maíz Nativo

A pesar de los desafíos las comunidades indígenas cultivan este grano como símbolo de identidad, por lo que el Congreso debate una reforma para protegerlo y fomentar las técnicas agroecológicas.

Las 59 razas de maíz mexicano identificadas hasta el momento son fundamentales para la identidad nacional: creado en Mesoamérica a partir de la domesticación de plantas silvestres como el teocintle, no solo alimenta a los mexicanos sino a una gran parte del mundo, por lo que la diversidad genética de este grano debe ser protegida.

En este contexto, actualmente se debate en el Congreso de la Unión una reforma constitucional enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo con el objetivo de proteger el maíz nativo y fomentar las técnicas agroecológicas.

Patrimonio

“El maíz se domesticó en México. Los parientes silvestres, es decir, aquellas plantas emparentadas con el maíz y que contribuyeron a este proceso de domesticación se encuentran principalmente en territorio mexicano. Así, podemos afirmar que México es el origen de este cultivo, que se consume de diversas maneras en todo el mundo. Algunos lo utilizan para consumo directo, mientras que otros lo procesan para producir otros productos”, explica a Vértigo Francisca Acevedo Gasman, coordinadora de Agrobiodiversidad y Recursos Biológicos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).

La especialista en agrobiodiversidad agrega que “los parientes silvestres siguen presentes aquí, en el mismo lugar donde comenzó este proceso hace unos diez mil años y continúa hoy en día. Hablar de las 59 razas de maíz presentes en México es hablar de ese continuo genético que abarca desde los parientes silvestres hasta las razas cultivadas en todo el país”.

Señala que México posee el mayor reservorio genético de maíz del mundo. “Esa es su relevancia global, más allá de México, por su impacto en la agricultura y la alimentación mundial. México ha hecho una gran contribución a esto”, subraya.

Las razas de maíz se nombran según diversas características fenotípicas, como “cónico” por la forma de la mazorca; por el tipo de grano, como “reventador”; por la capacidad del grano para explotar y producir palomitas; el lugar de origen (como el “tuxpeño” de Veracruz o el “chalqueño” del Valle de Chalco); o el nombre con el que son conocidas por los grupos indígenas o mestizos que las cultivan (como el “zapalote chico” en el Istmo de Oaxaca o el “apachito” en la Sierra Tarahumara).

Equilibrio ecológico

La diversidad genética, desde los parientes silvestres hasta las variaciones dentro de cada raza, contribuye al equilibrio ecológico. “Dentro de cada raza existe una gran diversidad y cada agricultor posee su propia diversidad. Este conjunto de variaciones genera un maíz altamente flexible ante las distintas condiciones en las que se cultiva. Se trata de un esquema de combinaciones genéticas que permite la adaptabilidad y la resiliencia. La diversidad facilita la adaptación, la flexibilidad ante el cambio y la capacidad de enfrentarse a situaciones extremas”, explica Acevedo.

La lógica de la producción agrícola varía. Los maíces nativos se producen bajo una lógica ancestral de casi diez mil años de domesticación. Los pequeños productores, que generalmente cultivan hasta cinco hectáreas, utilizan su propia semilla del ciclo anterior, seleccionan las mazorcas que más les gustan y las siembran nuevamente.

“Puede haber intercambio genético con otros maíces cercanos o incluso con los parientes silvestres, los teocintles. Después del ciclo, los agricultores cosechan, seleccionan las mejores mazorcas y pueden intercambiar semillas con otros agricultores, lo que agrega diversidad genética para el siguiente ciclo. Parte de la producción se destina al consumo familiar, parte al mercado y otra parte se guarda como semilla para el siguiente ciclo”, detalla.

Transgénicos e híbridos

En contraste, en la agricultura a gran escala se sigue una lógica comercial: se busca un rendimiento alto, pero no se promueve la selección de plantas por sus características en el campo o su uso culinario.

“Los productores compran semillas híbridas de empresas nacionales o extranjeras; las cultivan según las instrucciones de estas empresas y después de la cosecha venden toda la producción. No hay un proceso de selección para el siguiente ciclo, ni generación de diversidad genética en este modelo”, dice Acevedo.

Los maíces genéticamente modificados (GM) siguen la lógica de la agricultura comercial. Al igual que los híbridos, son creados para un sistema de producción masiva y homogénea con altos rendimientos.

“Los transgénicos, que provienen de genes de otras especies, se introducen en este contexto de maíces híbridos. Si se mezclan con los maíces nativos la probabilidad de que ocurran cruces genéticos es alta debido a la lógica de producción intensiva. Esto podría alterar las características de los maíces nativos, dependiendo de las modificaciones genéticas insertadas”, explica.

Además de las consecuencias biológicas, agrega la especialista, existen implicaciones económicas, sociales y de propiedad intelectual, reguladas por la Ley de Bioseguridad que regula la liberación de organismos genéticamente modificados.

Reforma

En este sentido, señala que la reforma constitucional no solo busca proteger a los maíces nativos, sino también reconocer la importancia de la agrobiodiversidad y la producción agrícola con base en semillas nativas como el maíz, el frijol, el aguacate, la vainilla y la calabaza, entre otros cultivos domesticados y diversificados en México.

“La reforma modifica dos artículos: el 4 y el 27. En el artículo 4 se establece que no se deben liberar maíces genéticamente modificados, ya que los riesgos de perder la diversidad genética de los maíces nativos, que ha perdurado durante miles de años, son altos”, puntualiza.

Este enfoque es relevante, añade, porque otorga valor al cultivo de semillas nativas, las cuales con su variabilidad genética pueden ayudar a adaptarnos a condiciones como el cambio climático. También se reconoce la importancia de la conservación de la agrobiodiversidad. Aunque este reconocimiento está previsto en la ley, es crucial que se ponga en práctica, apoyando a productores de pequeña escala y sus métodos tradicionales de cultivo, que son los que realmente generan esta diversidad genética.

“No se trata de dejar de lado la agricultura a gran escala, sino de apoyarla hacia modelos más sustentables. Hoy en día la agricultura de pequeña escala ya convive con las grandes producciones; lo que realmente se necesita es mejorar prácticas agronómicas, acceso de los pequeños productores a mercados y el reconocimiento de los bienes públicos que generan”, finaliza.

En cuanto al avance de esta reforma, la Cámara de Senadores emitió la declaratoria de aprobación del decreto por el que se reforman los artículos 4 y 27 de la Constitución con el objetivo de establecer que el cultivo de maíz en el territorio nacional debe ser libre de modificaciones genéticas que superen las barreras naturales de la reproducción o la recombinación, como las transgénicas.