Investigadores de la UNAM desarrollaron tres variedades de este grano que permitirían reducir las importaciones de este producto
Cada año México importa 75% de su consumo de maíz amarillo. De las 23 millones toneladas que se consumen en el país de este grano, tres millones son producción nacional y el resto importadas. De ese ingreso del exterior, 90% llega de Estados Unidos. De ahí que investigadoras de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán (FES-C) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desarrollaron tres variedades de este grano como respuesta para reducir de manera significativa dichas importaciones.
Se trata de las variedades Kuautli Puma, Mistli UNAM y Coztli Puma, cuyo registro y licencias ya se encuentran disponibles en el mercado como una opción para que los productores puedan sembrarlas en zonas de temporal o en punta de riego.
“Estas variedades son para zonas con temporal o temporales retrasados; por ejemplo, este año es atípico: estamos ya a principios de julio y apenas está empezando a llover. En las zonas de los Valles Altos, que son arriba de los dos mil metros y donde tenemos un periodo muy corto libre de heladas, las variedades puma están diseñadas justamente para estas zonas”, explica Margarita Tadeo Robledo, investigadora y coordinadora del programa de mejoramiento genético de maíz de la FES-C.
En México, agrega, producimos alrededor de 27 millones de toneladas de maíz, de esas aproximadamente unos tres millones son de maíces amarillos: realmente producimos muy poco grano amarillo, por lo tanto, las industrias pecuaria, de harinas, de aceites, entre otras, requieren de esos 17 millones de toneladas que importamos, las cuales vienen principalmente de Estados Unidos. Pero estos granos vienen con una baja calidad.
Para Estados Unidos el comercio del maíz amarillo es un eje fundamental de su economía, ya que 26% de sus exportaciones de este producto (con un valor de más de 19 mil millones de dólares en 2022) se dirigen a México. De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), esta cifra es particularmente relevante para los estados de Illinois e Iowa, que envían 77% y 66% de sus exportaciones de maíz a territorio mexicano.
“A veces pensamos que las grandes extensiones o los grandes productores de riego son los que van a solucionar este déficit, pero hay que recordar que 70% de los alimentos que hay en nuestra mesa los proporcionan los pequeños productores: esos son los que nosotros estamos queriendo impactar con todas estas variedades”, explica la también académica.
Maíz Puma
De acuerdo con la investigadora, México cuenta con la capacidad para avanzar en la sustitución de las importaciones a partir de estas nuevas variedades producidas en la UNAM y en otros centros públicos de investigación, por lo que ahora es necesario trabajar con los productores de semillas para su elaboración masiva y su comercialización.
“Dos de nuestras variedades son híbridos varietales: uno se denomina Kuautli Puma y tiene un rendimiento promedio de 8 toneladas por hectárea; el otro se llama Mistli UNAM, también un híbrido varietal con un rendimiento asimismo de ocho toneladas por hectárea, tiene muy buenas características para la industria. Ambas variedades ya están en el mercado, cuentan con todas las licencias y análisis correspondientes, incluso con calidad nixtamalera (se pueden utilizar para elaborar tortillas)”, dice Tadeo Robledo.
La tercera variedad, expone la investigadora miembro del Sistema Nacional de Investigadores, se llama Coztli Puma, misma que es de polinización libre y tiene un rendimiento de siete toneladas por hectáreas, que es un muy bueno, partiendo de que la media a nivel nacional es alrededor de las tres toneladas por hectárea.
“Nuestros maíces son dos híbridos varietales altamente competitivos para la zona a la que están destinados. La variedad Coztli Puma también es muy competitiva, sobre todo al ser una variedad de polinización libre que el productor puede utilizar durante varios años con ciertos cuidados y sin necesidad de que esté comprando semilla cada año”, explica.
En ese sentido, Margarita Tadeo agrega que para consolidar este proyecto es necesario encontrar la forma de multiplicar las variedades de maíz puma, a través de vínculos y convenios con los productores de semillas, que son quienes pueden generar más y comercializarlas.
Comparte que uno de los principales problemas que enfrenta el desarrollo de un maíz alternativo es la fuerte resistencia de las grandes empresas trasnacionales que en los últimos años se han agrupado para formar oligopolios en la comercialización.
“Hay cuatro grandes empresas trasnacionales que absorbieron a otras más pequeñas de diferentes rubros para producir y comercializar no solo semillas, sino también fertilizantes, herbicidas, plaguicidas e insecticidas; todos ellos conocidos como agrotóxicos, generando un gran negocio redondo para ellos”.
De acuerdo con la investigadora universitaria, para hacer frente a esta situación una alternativa puede estar en la llamada agroecología y el fortalecimiento de alianzas estratégicas entre gobiernos e instituciones universitarias dedicadas a la investigación, para iniciar la migración hacia proyectos más amigables con el medio ambiente y con un enfoque social que dé prioridad a la salud de las personas.
T-MEC y glifosato
En el marco del T-MEC, desde marzo pasado el gobierno de Estados Unidos solicitó consultas comerciales formales por sus objeciones a los planes de México de limitar las importaciones de maíz transgénico y otros productos de biotecnología agrícola.
Esas consultas se celebraron pero no lograron resolver el problema. Por lo que a principios de junio el gobierno de Canadá dio a conocer que el país se unirá a las consultas de solución de controversias entre Estados Unidos y México sobre el maíz genéticamente modificado como tercera parte.
Si las consultas no resuelven los desacuerdos en un plazo de 75 días, Washington puede solicitar que un panel de solución de diferencias decida el caso.
“El decreto que firmó el presidente de la República en diciembre de 2020, por supuesto que lo que hace es proteger a nuestros maíces nativos de la entrada de las variedades genéticas, mismas que no representan un incremento en rendimiento comparadas con las variedades mejoradas con métodos convencionales; pero esos materiales transgénicos afectan nuestra gran diversidad genética”, sostiene la investigadora.
Estoy de acuerdo, reitera, con que no utilicemos variedades transgénicas, en que se limite el ingreso de variedades y de maíz transgénico y si este se va a canalizar que haya una perfecta trazabilidad para que no entre directamente hacia la alimentación humana: ahí es donde existiría un problema. En este sentido, afirma, estoy de acuerdo con disminuir el uso de pesticidas que son altamente tóxicos para la salud humana, como es el glifosato, pues las variedades transgénicas vienen ligadas al uso indiscriminado de ciertos agroquímicos como este.
“Nosotros como país no estamos obligados a demostrar algo de lo que hay evidencia a nivel mundial; claro que hay tratados en los que estamos involucrados, pero también tenemos derecho a decidir sobre nuestra alimentación; en este sentido también hay otras leyes que protegen nuestro derecho a una alimentación sana”, concluye la investigadora.