TLACOTALPAN, México — Desde hace 247 años, un pueblo del Golfo de México festeja las fiestas de La Candelaria correteando, golpeando o arrojando vasos y cervezas a los toros, como hicieron el jueves.
A diferencia de lo que ocurre en Ciudad de México con las corridas, en Tlacotalpan no hay batalla legal entre los taurinos y los defensores de los animales porque estos últimos lograron que se prohibiera el maltrato animal en el estado de Veracruz en 2016.
Sin embargo, los vecinos desobedecen esa ley año tras año.
La Virgen de La Candelaria se celebra el 2 de febrero, pero las fiestas en esta localidad de casas coloniales de colores se celebran durante dos semanas y, aunque cuentan con muchos eventos culturales, cada año se ven eclipsadas por la polémica suelta de toros, donados por las familias más acaudaladas del municipio.
La suelta de los animales por las calles del pueblo podría recordar los tradicionales encierros que tienen lugar en distintos puntos de España, como los Sanfermines, aunque con diferencias.
Seis toros fueron paseados primero en una panga, una especie de lacha, por el río Papaloapan, para ser bajados después a empujones en medio de una multitud que los esperaba para tirarles de la cola y las orejas o lanzarles vasos y botellas de cervezas hasta agotarlos.
Unos los golpeaban, otros los perseguían y algunos, enarbolando con ellos sus bebidas alcohólicas, intentaban montarlos a pelo en un improvisado corral donde los metieron.
Centenares de personas los esperaban vestidos con playeras color rojo, algunos de ellos sufrieron caídas y golpes fuertes o corneadas, cuando los toros intentaban huir y defenderse. Los heridos tuvieron que ser atendidos por paramédicos o sus propios amigos.
Los toros llevan tiempo siendo foco de polémica en varias partes de México.
El domingo pasado las corridas regresaron a la Plaza México de la capital del país después de más de año y medio de interrupción, aunque el miércoles un juez volvió a suspenderlos temporalmente en lo que demuestra que la batalla legal entre los defensores de las corridas y los activistas contra el maltrato animal no ha terminado.
En Veracruz, eventos taurinos como el de Tlacotalpan quedaron prohibidos desde 2016 por la Ley de Protección Animal gracias a la presión de asociaciones civiles de defensa de los animales. Sin embargo, cada año los vecinos optan por desobedecer la norma y realizan la suelta de toros en nombre de “la tradición”.
Alfredo Cervín, un joven de 20 años que estuvo en la suelta del jueves califica la persecución a los toros como una inyección de adrenalina y aseguró que es necesario continuar con esta tradición porque hace peculiar y atractivo a su pueblo.
Los defensores de los animales lo consideran un maltrato cruel, pero Elva Arroyo, una vecina de 48 años, aseguró que ahora los tratan mejor que hace años. “Han mejorado en la forma en que los traen, un poco amarrados, los descansan y no los maltratan tanto”, dijo. “Hay un poquito más de disciplina hacia los toros”.
Las autoridades locales argumentan que la tradición que data de 1777, cuando Tlacotalpan fue fundado junto al río, debe continuar y como respuesta a las campañas de los activistas, el ayuntamiento se limita a informar cada año que “se multará a quien se sorprenda maltratando a los animales” aunque, desde la prohibición, en 2016, no se tiene registro de sanción alguna.
Este año, un toro color café intentó huir de los golpes y se tiró al río. Minutos después fue sacado de los cuernos por lancheros quienes pretendían regresarlo a las calles para seguir el festejo, pero el animal solo alcanzó a recostarse, sangrando por varias heridas, y no dio ni un paso más.