Yajalón, Chiapas, 11 de junio. Muchos de los miles de desplazados por la violencia que se intensificó el fin de semana en Tila, Chiapas, en la frontera de México con Guatemala, temían aún regresar a sus casas alegando que sus atacantes siguen en la localidad.
Las autoridades “dicen que regresemos pero ¿quién nos garantiza que vamos a estar tranquilos, que ya no va a haber problemas?”, se preguntaba Julio César Gómez. “Nadie nos garantiza nada. No hay ni para cuándo la solución”, agregó.
Gómez es uno de los habitantes de la localidad de Tila que tuvo que salir huyendo el pasado fin de semana después de que grupos armados protagonizaran intensas balaceras y quemaran muchas casas durante los días previos.
Algunos residentes contaron que pasaron días atrapados antes de que las tropas del ejército y la policía estatal aparecieran y pudieran salir.
Ahora, refugiado en un improvisado campamento instalado en una cancha deportiva del vecino pueblo de Yajalón, Gómez, como otros muchos, no sabe qué hacer.
Los armados quemaron la casa de su suegro, la de su hermano y la de su cuñado y teme que, al volver, sus atacantes sigan ahí. “Creo que voy a desplazarme a otro estado, buscar trabajo de carpintería, pintura...”, afirmó.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, admitió ayer el desplazamiento de miles de residentes por los episodios de violencia pero dijo que las autoridades trabajan para que las más de cuatro mil personas que tuvieron que huir regresen a sus casas.
En la cancha deportiva de Yajalón, los vecinos contaban que los problemas en Tila no son nuevos pero ahora se han complicado más. A los conflictos agrarios, se ha unido la proliferación de armas, corrupción y el crimen organizado.
Los vecinos denunciaban que son obligados a pagar extorsiones por servicios básicos como la luz y el agua si quieren evitar males mayores.
Gómez es uno de los pocos que se atrevió a dar su nombre y denunció que las autoridades minimizan el problema y se lavan las manos. Otros coinciden.
Una señora que no quiso identificarse por cuestiones de seguridad lamentaba que ya hayan quitado una cocina comunitaria de Yajalón para presionarles a que se vayan.
López Obrador describió el evento como “un enfrentamiento entre los pobladores” y aseguró que “se logró proteger a muchas familias” una vez que el ejército llegó.
Pero la violencia en esa y otras zonas de Chiapas no cesa.
Desde que en 1994 tuvo lugar el levantamiento zapatista y la breve guerra con el gobierno para exigir más derechos para los indígenas, los conflictos en ese estado — el más pobre de México— se han sucedido tanto entre pobladores y miembros del ejército como entre comunidades por motivos políticos, agrarios y religiosos.
A esta situación se unió desde hace más de un año la lucha por el territorio que libran el cártel de Sinaloa y el de Jalisco. Ambos quieren controlar las rutas de todo tipo de tráficos ilegales —armas, drogas, migrantes— que llegan de Centroamérica y eso ha complicado la situación de muchos municipios.
En ocasiones anteriores, López Obrador ha restado importancia a la violencia en Chiapas, acusando de sensacionalismo a quienes escriben sobre ella.