ACAPULCO DEVASTADO

“Se están llevando hasta las pantallas”.

Antonio Caporal
Nacional
OTIS ACAPULCO

Ante unas autoridades rebasadas, grupos de vándalos se dedicaron

a saquear comercios y negocios establecidos: pantallas de televisión, computadoras, videojuegos, cervezas, tequilas, perfumes, cosméticos, equipo para albercas, motocicletas, llantas de autos y cajeros automáticos fueron parte del botín.

Las escenas captadas en la Costera de Acapulco y diversas colonias de este municipio dieron la vuelta al mundo: en medio de calles inundadas, llenas de lodo, con basura y árboles y postes caídos, grupos de vándalos se dedicaron a la rapiña y saqueo de tiendas de conveniencia, de autoservicio, departamentales, locales en las plazas comerciales, restaurantes e incluso pequeños comercios que son el único patrimonio y sustento de muchas familias. Nadie, ninguna autoridad ni fuerza pública estuvo presente para restablecer el orden y proteger a la sociedad.

Pantallas de televisión, computadoras, impresoras, videojuegos, cervezas, tequilas, rones, condones, tarjetas de regalo, llantas de autos, suavizantes de telas, perfumes, cosméticos, juguetes, carbón, cigarros, equipo para albercas y, más aún, cajeros automáticos, así como las cajas registradoras y terminales bancarias de todos los negocios vandalizados, fueron el botín de hordas que vieron en la tragedia ajena la oportunidad para delinquir y para robar.

Este fue el otro huracán que arrasó la zona turística y las colonias aledañas al puerto. El primero, Otis, pegó con vientos de hasta 330 kilómetros por hora tras alcanzar la categoría 5, la más alta en la escala, y en consecuencia uno de los más destructivos. Y el segundo, el de los actos vandálicos, estaría también en el rango superior, pero en este caso en la escala de la descomposición social.

acapulco_3.jpg

Daños

Al alcanzar la categoría 5 el huracán Otis se convirtió en uno de los más destructivos que han golpeado a las costas de nuestro país y, en consecuencia, los daños causados son considerables.

Desde las primeras horas el huracán dejó ver su poder destructivo. En la costera Miguel Alemán el viento derribó palmeras, semáforos, anuncios viales, espectaculares, construcciones semifijas de los comercios (bares, restaurantes).

Además, la fuerza fue tal que rompió los vidrios de edificios, casas, negocios y centros comerciales. También se quebraron las ventanas de los hoteles, cuyos lobbies e incluso cuartos se vieron invadidos de agua y basura arrastradas por el viento.

Fueron varios los turistas que pasaron horas difíciles en el interior de sus habitaciones y así lo dieron a conocer a través de las redes sociales. Algunos incluso tuvieron que salir de sus cuartos y resguardarse en los pasillos para evitar los proyectiles (de innumerables objetos) lanzados por las ráfagas de viento: “Les escribo desde un hotel en Acapulco; llevamos una hora de terror. El huracán está acabando con todo, el agua ingresa a la habitación en el piso 8. El estruendo del aire es impresionante, vidrios de los cuartos rompiéndose, el hotel se mueve como si fuera un temblor”, publicó un turista.

En las colonias cercanas a la Costera la gente comenzó a desalojar desde la tarde-noche del martes, pero otros no alcanzaron a salir y el miércoles deambulaban por las calles llenas de agua, basura y lodo, con hijos en brazos o con adultos mayores.

acapulco_2.jpg

Varios hospitales también sufrieron daños. Por ejemplo, el Hospital General Regional No. 1 Vicente Guerrero del IMSS, donde cayeron plafones y se rompieron algunas ventanas, entrando así los fuertes vientos y causando destrozos al inmobiliario y el instrumental médico.

Cuando el huracán tocó tierra cientos de guerrerenses se quedaron sin luz y sin servicios de telefonía e internet. Los municipios más afectados son Coyuca de Benítez, Atoyac de Álvarez y Benito Juárez.

Por otro lado, la Secretaría de Infaestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) reportó varios deslaves en la Autopista del Sol, que conecta a Guerrero con la Ciudad de México.

En el tramo Chilpancingo–Acapulco, cerca de la caseta La Venta, hubo un cierre total a la circulación.

Además, el desbordamiento del Río Papagayo provocó el cierre a la circulación de la carretera federal libre de peaje, a la altura del kilómetro 71+100 en el tramo Chilpancingo-Acapulco, en tanto que se registró caída de rocas en la Ruta 95, carretera Chilpancingo-Acapulco, Kilómetro 56+300, afectando el acceso a los municipios de Chilpancingo y Tierra Colorada.

Desde las primeras horas del miércoles 25 se cancelaron los vuelos desde y hacia los aeropuertos Internacional de Acapulco (su torre de control sufrió severos daños) e Internacional de Zihuatanejo. Asimismo, diversas rutas de autobuses suspendieron sus corridas en la zona afectada.

Y fueron innumerables las embarcaciones que se hundieron o que encallaron en las playas de la Bahía de Acapulco.

acapulco_4collage.jpg

Intensificación

Antes que el huracán tocara tierra, la mañana del lunes 23 de octubre la Comisión Nacional del Agua (Conagua) informó a través de un comunicado: “La trayectoria e impacto de la tormenta tropical Otis se localizó a 310 kilómetros al sur-suroeste de Puerto Ángel, Oaxaca y a 490 kilómetros al sur-sureste de Acapulco, Guerrero, con vientos sostenidos de 85 km/h, rachas de 110 km/h y movimiento hacia el nor-noroeste a 11 km/h.

Se esperaba que por la tarde del lunes 23 Otis mantuviera su desplazamiento hacia las costas de Guerrero y, de hecho, se estableció una zona de vigilancia por efectos de tormenta tropical que para entonces ya registraba vientos de hasta 118 km/h, y tenía altas probabilidades de convertirse en huracán, de acuerdo con la propia dependencia.

Asimismo, la Conagua pronosticó que tocaría tierra como tormenta tropical durante la mañana o al mediodía del miércoles en Acapulco.

El martes por la mañana, en un comunicado, el organismo informó que Otis se había intensificado a huracán categoría 1. Pidió a la población mantenerse informada.

Pasado el mediodía del martes, la Conagua dio cuenta de que “Otis se intensificó rápidamente a categoría 2 con vientos sostenidos de 175 km/h y rachas de 215 km/h”. Y no descartó que en las siguientes horas alcanzara la categoría 3.

Así fue: en su reporte de las 15:00 horas del martes Otis ya era categoría 3 y el pronóstico era que impactaría las costas de Guerrero como categoría 4, con vientos de 210 a 250 km/h.

La noche del martes 24 Otis ya era categoría 5, de acuerdo con el reporte de la Conagua; las rachas de viento eran de 250 a 270 km/h, con oleaje de ocho a diez metros de altura y a tan solo 90 kilómetros de Acapulco y Tecpan de Galeana.

En las primeras horas del miércoles 25 la Conagua reportó: “A las 00:25 horas, tiempo del centro de México, el centro del huracán Otis tocó tierra en inmediaciones del municipio de Acapulco de Juárez, Guerrero, como categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, con vientos máximos sostenidos de 270 kilómetros por hora (km/h), rachas de 330 km/h y desplazamiento a 17 km/h al nor-noroeste”.

En un comunicado emitido la mañana del miércoles por la Agencia de Noticias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se dio cuenta de que los expertos previeron “cambios en los patrones de las precipitaciones, en parte por los efectos del cambio climático y en parte por los fenómenos de El Niño y La Niña”.

En este sentido, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, que es el Centro Meteorológico Regional Especializado de la agencia de la ONU, apuntó: “Un escenario de pesadilla para el sur de México. Otis se ha intensificado explosivamente durante las últimas 24 horas, una marca solo superada en tiempos modernos por el huracán Patricia en 2015”.

¿Y las autoridades?

No hubo autoridad que impusiera el orden, que evitara la violencia, el despojo, la rapiña. Nadie previno lo que vendría después del paso del huracán, nadie instrumentó protocolos de seguridad para cuidar tanto la integridad física como los bienes de las personas.

“Pobre Acapulco”, señalan los mensajes en las redes sociales: primero Otis con su estela de destrucción, luego el abandono por parte de las autoridades y después la rapiña perpetrada por gente sin escrúpulos.

Así, el emblemático puerto a donde todos desde hace décadas quieren ir a vacacionar, hoy luce devastado por la fuerza de la naturaleza y por la perversidad del ser humano.

acapulco_5.jpg

Abusos

Incomunicada por la afectación a la infraestructura de telecomunicaciones; en la oscuridad, por la falta de energía eléctrica; sin agua potable, sin transporte público ni vialidades, y viendo la indefensión de la sociedad, esos grupos del municipio de Acapulco se lanzaron al saqueo y la rapiña.

Organizados en grupos, familias enteras salieron de sus casas y refugios. En un principio se dirigieron a la zona donde se ubican los grandes centros comerciales o las tiendas llamadas de “conveniencia”. No hay luz, no hay vigilancia, no hay orden. Todos caminan en medio de postes y árboles caídos, entre coches varados; algunos caminos todavía están anegados; ramas de árboles y palmeras mezclados con lodo y basura dificultan el andar. Nada los detiene.

Llegan a los negocios. Hay vidrios rotos, puertas en el suelo y “cortinas” de acero semiabiertas. Entonces la ausencia de las autoridades mezclada con la falta de escrúpulos y la sinrazón los lleva a lo más ruin de una sociedad: el saqueo.

Una vez dentro la gente toma lo que sea: bolsas de carbón, tintes para el cabello, juguetes, un juego de copas para vino, unos refractarios. ¿Por qué no? Mejor aún, una Smart TV de 60 pulgadas, una batidora, un colchón ortopédico, unas llantas de auto: lo que sea. Es rapiña.

Se mueven con tranquilidad, con toda calma, como si estuvieran haciendo el súper. Toman los “carritos” de las mismas tiendas, pero estos no alcanzan para todos: “Primo, vete a la casa por el ‘diablito’ y por unos mecates para llevarnos este refrigerador, la lavadora y ¿esta cosa qué es? Ah, una secadora. Córrele, primo, y acá cuido las cosas para que no nos ganen”. Era el mensaje que se oía por doquier.

Un tequilita

Las calles en las colonias aledañas siguen anegadas, con casas en ruinas, los techos de lámina en el suelo. La gente sale hacia cualquier rumbo; camina con el agua hasta las rodillas; nadie le dice qué hacer, a dónde acudir.

Llegan a las tiendas de conveniencia y los minisúper. Están cerrados, pero con los vidrios de las puertas rotos. Toman todo lo que pueden: cervezas, rones, tequilas, cigarros, tarjetas de regalo, condones; se llevan hasta las cajas registradoras e incluso las terminales bancarias para cobros con tarjeta.

Conforme pasa el tiempo las tiendas van quedando vacías y los pocos artículos que quedan son disputados entre los mismos saqueadores. Los que los robaron primero se sienten los dueños, aunque no hayan pagado por ellos; otros se los quieren quitar y muchas veces lo logran.

La violencia se hace presente: es la ley del más fuerte, del más violento, del más “gandalla”. El vándalo que va acompañado de otros, el que porta un arma y está más desquiciado, es el que impone su ley. No hay quien lo detenga.

“¿Tú para qué quieres aceite, arroz y frijoles crudos si no tienes ni dónde cocinar?”, le espeta mientras arrebata las bolsas que cargan otros.

El chiflido

Los muy limitados mensajes de prevención de las autoridades ante la llegada de Otis fueron ignorados por la gente, que se quedó en sus casas sin las debidas condiciones: pilas para sus lámparas, agua, alimentos, medicamentos en algunos casos. Los exhortos para acudir a los albergues, donde se suponía que existen las condiciones para pasar estos días, rebotaron en las paredes de las casas.

El anacrónico método del “perifoneo” (como si no hubiera canales de televisión abierta, estaciones de radio, redes sociales) mostró su inutilidad.

Sin embargo, cuando la gente supo de alguna tienda susceptible de ser saqueada, ahí los canales de comunicación “de boca a boca”, con “chiflidos” y con el claxon de los coches bien que funcionaron. Todos salieron para ir a robar. “Pero ahí no venden comida, comadre”. ¿Y qué? Hay otras cosas para robar: colchones, pantallas, videojuegos, celulares, “burros” para planchar, motocicletas, bicicletas, laptops, hornos de microondas, gabinetes para ropa…

Y si de paso se encontraron algún vehículo, pues le quitaron los espejos retrovisores y los abrieron para sacar llantas de refacción, asientos, bocinas, acumuladores y todo lo que fuera rápido de quitar. “Ayúdenme a quitar el asiento”, dijo un adulto de alrededor de 50 años a un par de adolescentes (sus hijos, quizá). “A ver si luego lo puedo vender y que me den lo que sea”. Vaya ejemplo.

Los reportes de saqueo inundaron desde la noche del miércoles los noticieros de televisión y radio, así como las redes sociales. Los corresponsales de Azteca Noticas en Guerrero reportaron: “La noticia de los saqueos en Acapulco se dio a conocer por diversos corresponsales que se encuentran en la zona cero. Además de que en redes sociales comenzaron a circular videos de personas llevándose artículos de las tiendas”.

Añadieron que “en las imágenes se ven a varios hombres con la mercancía, uno de ellos con un carrito de compras repleto de productos”.

En efecto, en las imágenes difundidas por los corresponsales y enviados de diversos medios, así como en las redes sociales, se vio también a la gente salir con artículos robados de establecimientos como Aurrerá, Elektra, Soriana, Neto, OXXO, Coppel, así como locales en diversos centros comerciales y restaurantes.

acapulco_6.jpg

Apocalipsis

Para cuando las autoridades dieron a conocer que Otis se había convertido en huracán categoría 5 ya era demasiado tarde para que la población pudiera abandonar sus casas y hoteles.

Juan de Dios Magallanes, profesor de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y un grupo de alumnos se dieron a conocer porque quedaron “varados” en Acapulco, incomunicados. El académico reprochó que las autoridades no hayan avisado de manera oportuna: “Nada, no avisaron. Nosotros nos enteramos por los noticieros, pero protección civil no avisó”.

Las historias de dolor y desesperación se multiplicaron calle a calle, colonia a colonia. Hay desaparecidos y también heridos que no recibieron atención oportuna, ni siquiera se hicieron cargo de los muertos. Pablo Castorena, reportero de ADN 40, reportó que en la zona de Caleta y Caletilla yacían en el piso los cuerpos sin vida de media docena de personas cuyos cadáveres, que fueron rescatados del mar, ahí permanecieron varias horas sin que autoridad alguna se hiciera cargo. La escena de fallecidos tendidos en el piso se repitió en la Costera Miguel Alemán y en otras colonias de Acapulco.

Una mujer, ajena al saqueo, expresó desesperada y con lágrimas en los ojos: “Aquí no hay ni un vaso de agua, ni un pan, todas las tiendas fueron saqueadas. Yo estuve en un refugio en la Colonia Colosio y no nos dieron nada, ni cobijas ni comida. Hay mucha desesperación, hay ancianos, niños y enfermos. Y todavía hay muertos: son gente que no pudo salir de sus casas, se quedaron atrapados. Aquí no hay diputados ni regidores: no hay gobierno. Todo esto lo digo porque lo vi, lo viví. Ayúdennos, por favor, no le den la comida al gobierno, por favor tráiganla directo a nosotros”.

Otro habitante, Álvaro, se quejó porque los vándalos destruyeron los comercios y no hay de dónde sacar dinero: “Ya no hay nada que comprar, se robaron todo y también nos afectaron porque los que recibimos ayuda de nuestros familiares de otros estados, pues no tenemos dónde sacar el dinero, no hay dónde cobrar el envío que nos mandan porque la gente destruyó todas las tiendas Elektra, Coppel, Neto, Aurrera, Chedraui. No hay mercancía para comprar ni dónde sacar dinero”.

Germán Martínez, senador del llamado Grupo Plural, cuestionó el trabajo de los encargados de la protección civil: “Esta tragedia se podía prevenir”.

A su vez, la senadora Lilly Téllez expresó su tristeza y desasosiego por las “escenas apocalípticas” que llegan desde Acapulco: “Y aún falta lo peor, incluyendo la falta de responsabilidad de las autoridades”.

Rechazo

Acapulco está devastado. Otis arrasó con casas, hoteles, comercios, restaurantes, hospitales; derribó postes de luz y árboles; destruyó la infraestructura de telecomunicaciones; dañó vehículos y embarcaciones; inundó carreteras y vialidades.

Pero el otro huracán, el de la rapiña, acabó con la convivencia social, con el respeto hacia el patrimonio de las familias y la propiedad de los trabajadores.

La necesidad nunca es pretexto para robar. La rapiña dio rienda suelta a la naturaleza irracional, salvaje, de mucha gente. Cayeron al nivel de la violencia, del robo, y actuaron según la ley de la selva.

El saqueo de establecimientos comerciales fue motivo de indignación en prácticamente todos los sectores de la sociedad.

Varias muestras de rechazo se presentaron en las redes sociales: “Lo triste del mexicano, la normalidad de la rapiña”. Otro: “Pues no hay ley. No existe gobierno”. Uno más: “Se están llevando hasta las pantallas y las motocicletas”.

Héctor Tejada Shaar, presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, informó que hay 83 mil 801 unidades económicas pertenecientes al sector terciario en Guerrero y buena parte de ellas en la zona siniestrada resultaron afectados, pero no se tiene un estimado por los daños debido a que aún no es posible la comunicación.

Lo que es un hecho, dijo, es que algunos negocios de Acapulco tardarán en recuperarse: “Los hoteles, los restaurantes y los negocios están muy destruidos y aún no tenemos idea de los daños que causó este huracán”.

Asimismo, lamentó que a pesar de que el sector resultó muy afectado se hayan presentado actos de “vandalismo y rapiña”. Añadió: “El tema de la rapiña es lamentable, definitivamente, por lo que se presentarán las denuncias correspondientes, porque verdaderamente es deplorable que se den estos saqueos”.

Pese al reproche, instruyó que las 257 cámaras empresariales con presencia en mil 857 municipios del país se conviertan en centros de acopio para recabar alimentos no perecederos, agua embotellada, cobijas y artículos de higiene personal, entre otros.

Algunos analistas estiman que las pérdidas económicas causadas por Otis podrían alcanzar los 15 mil millones de dólares, aproximadamente 300 mil millones de pesos.

La cifra es global, pero para algunos sus pérdidas significarán todo su patrimonio.

En un pequeño establecimiento sobre la Costera Miguel Alemán, un comerciante permanece en la entrada dispuesto a proteger su patrimonio, que es además el sustento de su familia: “La rapiña está desbordada. Nadie la controla”.

Guerrero, un riesgo para las aseguradoras

Las aseguradoras están listas para atender la emergencia y daños asegurados causados por los huracanes Norma y Otis en su paso por Baja California y Guerrero, respectivamente, informó la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS).

Los números de contacto de todas las compañías están disponibles en https://sitio.amis.com.mx/directorio-de-aseguradoras-asociadas/ para reportar cualquier asunto relacionado con las pólizas.

“Las áreas de atención de siniestros de las aseguradoras están listas para brindar atención a nuestros asegurados. En estos momentos estamos prestando especial atención y siguiendo las indicaciones de las autoridades, ya que algunas áreas están restringidas o inaccesibles. Nuestra prioridad es la seguridad y el bienestar de todas las personas afectadas”, señaló la AMIS.

El organismo apuntó que Guerrero se encuentra “entre los 17 estados costeros que concentran 48% de las pérdidas por siniestros derivados de riesgos hidrometeorológicos”.

En el grupo de 17 estados más afectados por eventos hidrometeorológicos, los giros de negocios más perjudicados son oficinas (24.3%), fábricas (21%), viviendas (19.7%), hoteles (11.6%) y almacenes (9.9%).

El monto de siniestros de riesgos hidrometeorológicos cubiertos por las aseguradoras fue de dos 200 millones de pesos al cierre de 2022, de acuerdo con datos de AMIS.

“Son escenas apocalípticas y aún falta lo peor”.

Los huracanes más mortíferos

México ha padecido innumerables huracanes y entre los de mayor efecto destructivo está sin duda Paulina. Este fenómeno tocó tierra en Oaxaca como categoría 3, causando daños en la costa. Luego tocó tierra en Guerrero, alcanzando la categoría 4 en la escala de Saffir-Simpson, con vientos de 215 km/h y rachas de hasta 240 km/h., causando daños severos en Acapulco, incluyendo la muerte de decenas de personas.

Otros huracanes de gran intensidad que han afectado al país son:

- 1976. Madeline. Guerrero. Categoría 4.

- 1976. Liza. Baja California Sur. Categoría 4.

- 1997. Paulina. Oaxaca y Guerrero. Categoría 4.

- 2002. Kenna. Nayarit. Categoría 4.

- 2014. Odile. Baja California Sur. Categoría 4.

- 2015. Patricia. Jalisco. Categoría 4.

- 2023. Lidia. Jalisco. Categoría 4.

- 2023. Otis. Guerrero. Categoría 5.