XI JINPING SE ENTRONIZA EN CHINA

“China cada vez se parece más a una dictadura por la concentración de poder”.

Claudia Luna Palencia
Internacional
XI JINPING CHINA

Mao Zedong murió a los 82 años, luego de gobernar casi tres décadas la República Popular de China que él fundó. Y si todo sale como espera el actual presidente Xi Jinping y goza de buena salud, él podría dirigir los destinos de China hasta 2036, cuando tendría 83 años.

Si fuera así, convertido ya en tótem de su país recientemente elegido para gobernar por otros cinco años más, Xi cumpliría 23 años en el poder, siete menos que Mao, pero los suficientes para estar a la altura histórica del considerado padre de la Revolución Cultural.

El mandatario lleva dirigiendo a China desde marzo de 2013 y tiene cierta fijación con la figura histórica del dictador considerado el cimentador de la actual China.

De origen humilde y campesino, Mao sumó a sus filas a Xi Zhongxun, padre de Xi Jinping, a quien cierto sector cataloga como uno de los Ocho inmortales del Partido Comunista de China (PCCh) por su participación en la revolución maoísta, aunque terminó distanciado del régimen, según recoge la revista Blog Weekly.

Durante su infancia, a Xi le tocó vivir la persecución del régimen contra su padre tras haber desempeñado diversos cargos. En 1975, ya en el ocaso de un Mao avejentado, Xi Zhongxun logró ser rehabilitado políticamente, lo cual permitió que Deng Xiaoping lo incorporase a su gobierno tras la muerte del líder revolucionario.

Con Deng, el padre de Xi ejerció de segundo secretario del PCCh en la provincia de Guangdong. En esa época se hablaba de una estrategia de desarrollo económico más liberal en contrapartida de la herencia maoísta. La influencia de su padre es profunda en Xi Jinping, quien se ve a sí mismo más como un político técnico y pragmático —encerrado en su oficina detrás del escritorio—, que conociendo los problemas reales de la gente en las ciudades, en las provincias y en los pueblos.

“Tío Xi”

En la más reciente reunión del Buró Político del Comité Central del PCCh, que culminó el 22 de octubre, Xi refrendó el poder aglutinado durante sus años de mandato: se convierte en el gobernante más poderoso desde los tiempos de Mao. Un moderno emperador del siglo XXI que combina el socialismo, el capitalismo de mercado y la teoría marxista como guías para su nación.

China ha vuelto a sus peores días de ostracismo, sigilo, persecución y poder omnímodo concentrado en una sola figura, acrecentada como una deidad a la que se rinde culto y pleitesía.

El 11 de marzo de 2018 la Asamblea Nacional Popular votó una serie de enmiendas a la Constitución para allanar el camino de la perpetuidad en el poder de Xi Jinping, hasta que la muerte se lo lleve, tras eliminar el límite de periodos en el ejercicio del gobierno de máximo dos quinquenios para estipular una Presidencia indefinida para el jefe del Estado. Xi seguiría los caminos de Mao, a quien solo venció la enfermedad y la muerte.

El “tío Xi” como gusta el mandatario que le llame la gente, sobre todo las generaciones más jóvenes, ha venido desmontando poco a poco el entramado político heredado por Deng, el presidente reformista con el que trabajó su propio padre.

Durante el gobierno de Deng se estipularon en la Constitución los límites temporales para los cargos políticos. Entonces se pretendió evitar que surgiera otra dictadura.

Con Xi, China cada vez se parece más a una dictadura por la concentración de poder; por la forma de ejercer la centralización del gobierno; por la inclusión de la ideología y el pensamiento político del mandatario en la Constitución, en las aulas de enseñanza, en los libros y en la exaltación denodada de su persona. Aprovecha cualquier oportunidad para amasar más control en la sociedad. Hasta la fecha el país sigue cerrado a los visitantes internacionales.

Bajo el pretexto de la pandemia, con las medidas sanitarias de control de expansión del coronavirus, ha tenido bajo su puño de hierro a la población china, la más numerosa del planeta con mil 412 millones de habitantes.

Son reveladores los férreos confinamientos en provincias como Wuhan, ciudades como Jilin, Xian, Hainan, Yiwu y Shenzhen —entre otras— con una estricta vigilancia a la población. La separación por género en una especie de guetos para enfermos de coronavirus traslucen el tratamiento de los derechos humanos.

Monolito asiático

Con la reelección por cinco años más Xi es presidente de la nación, secretario general del Comité Central del PCCh y presidente de la Comisión Militar Central del Partido.

Para este periodo ha decidido mover posiciones dentro de su equipo político estratégico, confiando en que darán la cara por él, cada vez más reacio a viajar. Durante los más de dos años que el mundo lleva con la declaración de pandemia apenas se ha dejado ver fuera de Beijing, tanto interna, como externamente. Y no parece que de momento vayan a cambiar mucho sus planes.

Luego de 30 meses sin salir de su país, en septiembre pasado viajó a Uzbekistán y Kazajistán para verse con su homólogo ruso, Vladimir Putin, y después participó en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Samarcanda.

A Xi se le espera en Bali, Indonesia, para los trabajos de la cumbre del Grupo de los 20 (G-20), a la que también asistirá el autócrata ruso el 15 y 16 de noviembre.

Durante los actos de clausura de las jornadas del PCCh en Beijing, que aglutinaron a dos mil 338 delegados, tras la elección de escrutadores y una votación secreta el XX Comité Central quedó compuesto por 205 miembros titulares y 171 suplentes, con Xi al frente defendiendo además ante los presentes —casi impávidos— que “el mundo necesita más China”.

Xi, quien cuenta con estudios de Política y de Ingeniería Química, en sus tiempos de aprendizaje escolar realizó un doctorado en Teoría Marxista en la Universidad de Tsinghua; es un fiel admirador del economista y pensador alemán Karl Marx; y no una sino muchas veces lo ha elogiado, citado y celebrado como sucedió en el Gran Palacio del Pueblo durante el bicentenario del nacimiento de Marx. Es otra línea conductual que lo acerca a Mao.

Para este nuevo quinquenio Xi Jinping se comprometió a “rejuvenecer al socialismo” y “rejuvenecer a la nación”. Para ello decidió rodearse de sus leales estrechando el círculo de incondicionales, así es que cesó a varios funcionarios.

Primero logró un par de enmiendas en la Constitución del PCCh con la inclusión de dos apartados: los Dos Establecimientos y las Dos Salvaguardas como eje central del partido y a su pensamiento político como ideología a seguir. Xi es ambicioso: quiere controlar al Politburó, al Comité Permanente y al Central e imponer además a sus huestes.

“Hoy quiero decirles que se atrevan a luchar, a ganar, entierren sus cabezas y trabajen duro. Deben estar decididos a seguir adelante y eso haremos”, dijo casi sin gesticular.

Tras conocerse su reelección, Xi remarcó que la economía china tiene “gran resiliencia y potencial” y que de ninguna forma cambiarán sus fuertes fundamentos ni su trayectoria positiva.

La China que viene

A Xi lo felicitó “de corazón” y casi inmediatamente Vladimir Putin. Ambos suelen tratarse como amigos y se prodigan, al menos en público, muestras de afecto. “Estoy seguro de que las decisiones del Congreso contribuirán a la implementación exitosa de las tareas socioeconómicas a gran escala que enfrenta China, así como a fortalecer la posición del país en la arena internacional”, escribió el mandatario ruso.

También lo felicitó el norcoreano Kim Jong-un mediante una misiva deseándole a China “un futuro brillante”. El dictador siempre se ha manifestado respetuoso ante los consejos de Xi.

Por su parte, aquí en España, durante un seminario convocado por la embajada de la República Popular China en Madrid, el embajador Wu Haitao se mostró complacido por el nuevo horizonte de éxitos que se perfilan para su país.

“Eso significa que se adoptan medidas estratégicas, se materializan avances y éxitos simbólicos para el país y se plantean desde los ámbitos político, económico y cultural. Se trabaja en más reformas, en la estabilidad, en fortalecer la política interna; en avanzar en la diplomacia; en sectores como el de Defensa; en fortalecer la disciplina del partido, aumentar el desarrollo del país y en la disciplina del ejército”, afirmó el embajador chino.

Wu destacó que su país cuenta con una sociedad modestamente acomodada, “uno de los objetivos del primer centenario”, lo que implica que se logra erradicar la pobreza extrema; otro de los objetivos que el diplomático considera conseguido es la revitalización de la economía china, que se ubica entre las principales del mundo.

Ante un minúsculo grupo de analistas españoles convocados —todos con lazos con el gigante asiático en distintos ámbitos—, el embajador resaltó el interés de China por fortalecer un multilateralismo que beneficie a todos.

Del socialismo como eje rector en su país, subrayó convencido que tener sus propias características chinas combinadas con la teorías marxista permite “mejorar el sistema de gobernanza” y ofrece una garantía institucional para el país y sus instituciones.

¿Qué viene a partir de ahora? El representante de la diplomacia china en el país ibérico señala que el nuevo objetivo es integrar a las diferentes etnias del país y revitalizar a China. Los plazos para dar pasos concretos van desde 2020 hasta 2035; y a partir de este año hacia adelante para tener un país socialista moderno y democrático.

¿Qué pasará entre China y Taiwán? El presidente Xi lo tiene claro: habrá reunificación sí o sí bajo el mecanismo de “un país, dos sistemas”, porque la isla se considera como objetivo imprescindible para el rejuvenecimiento planteado, pero siempre la buscará bajo la fórmula de la coexistencia pacífica.

Habrá que darle tiempo al tiempo para ver cómo se consuman finalmente las relaciones entre China y Taiwán.

Por lo pronto, la prensa occidental, sobre todo periódicos como The New York Times, The Washington Post, The Guardian, Le Monde y El País abordaron sendos editoriales destacando el creciente poder de un Xi que cada vez tiene más aires despóticos.

Desafíos económicos

El desafío es mayúsculo para una economía que ha ido perdiendo fuelle con el paso de los años y hace una década tenía crecimientos superiores a 10% del PIB; antes de la pandemia, de 7 a 9%; y que podría lograr 3.2% en 2022 y 4.4% en 2023 según el FMI.

La pandemia ha llevado a cerrar centros industriales relevantes en ciudades como Shenzhen y Tianjin; ha caído la demanda de bienes por parte de EU; los planes de estímulos parecen cortos para estimular la demanda.

El verano pasado se puso en marcha un plan por un billón de yuanes (casi 175 mil millones de dólares) para oxigenar a las Pymes, el sector de los bienes raíces y el sector inmobiliario. No hay un gran plan de estímulos fiscales y hay sectores que podrían desinflarse, como el sector inmobiliario.

Hay otros focos rojos: la Oficina de Estadísticas de China reveló que las ganancias en la industria del hierro y el acero cayeron 80% en los primeros siete meses del año, pero también hay sectores en desaceleración y empresas como Alibaba redujeron a la mitad sus ingresos el pasado trimestre.

Y luego está la montaña de la deuda: de acuerdo con el FMI, de los 3.05 billones de dólares de deuda mundial contraída de enero a marzo pasados a China le correspondieron 2.5 billones; la deuda global ascendió a 305.3 billones de dólares. El FMI analiza que el sector público chino, es decir, su deuda total, podría traspasar 100% del PIB al finalizar 2022.

Expulsión polémica

La abrupta expulsión del expresidente Hu Jintao del evento de clausura de los trabajos del PCCh, ante la mirada impertérrita de los miles de delegados convocados y la cara calcárea del presidente Xi Jinping, suscita todo tipo de comentarios mientras se mantiene sin respuesta la pregunta: ¿por qué un funcionario se acerca para llevárselo de su silla mientras él se resiste a irse?

La prensa oficial china habla de problemas de salud de Hu. La agencia Xinhua difundió que en determinado momento el exmandatario se sintió mal “porque ya es un hombre mayor” y entonces debió ser escoltado fuera del salón de actos para ir a otra habitación a descansar.

En Occidente se habla de purga, de humillación al exlíder, de una forma del actual mandatario de demostrar que él tiene todo el poder y que no aceptará presiones, ni intervención en su gobierno, de ningún grupo. La humillación fue un acto digno de Stalin.