LA UE ACELERA LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA

“La intención es tener energía segura, competitiva, barata y limpia”.

Claudia Luna Palencia
Internacional
UE Energía

Muchos aspectos de la vida cotidiana resienten las repercusiones derivadas de la sensibilidad geopolítica y geoeconómica que caracteriza a la industria energética global.

Ya es una carrera contra el tiempo. Mitigar los efectos del cambio climático en la vida de los seres vivos se ha constituido en el principal desafío para la supervivencia futura, no solo de las plantas y de los animales, sino fundamentalmente para la prevalencia de la civilización.

El intenso calor abrasador del verano, que cada vez es más largo, seco e incendiario, ha hecho saltar todas las alarmas: 2023 fue el año más cálido registrado en los últimos 174 años.

El periodista Sergio Parra, de National Geographic, señala que lo notable de las temperaturas globales en 2023 no fue solo que batieron récords anteriores, sino que los superaron con creces. “De junio a noviembre, cada mes estableció un nuevo máximo histórico. Incluso en diciembre las temperaturas se mantuvieron mayormente por encima de lo normal”.

Y 2024 podría ser inclusive más ardiente, de acuerdo con lo referido por Parra: “La Tierra podría experimentar un incremento en la temperatura promedio global que supere momentáneamente el umbral de 1.5° Centígrados. Según la Oficina Meteorológica de Reino Unido, la temperatura global promedio podría oscilar entre 1.34 y 1.58° Ceste año, alineándose con la tendencia del calentamiento global de 0.2° C por década”.

En obvias circunstancias estos hechos solo exponen el fracaso del Acuerdo de París de 2015, que tiene como objetivo hacer todo lo posible para reducir las emisiones de dióxido de carbono a fin de mitigar el alza en la temperatura.

“Los modelos indican que si la tendencia actual continúa el mundo podría enfrentarse a un incremento de la temperatura de entre 2.5 y 2.9° C en este siglo. El ajuste continuo de emisiones de gases contaminantes y la presencia de El Niño, que se intensifica debido a la crisis climática, son factores clave en esta proyección”, de acuerdo con Parra, especializado en temas de ciencia y naturaleza.

A su vez, la Agencia Internacional de Energías Renovables (AIER) advierte de las debilidades y vulnerabilidades de un sistema que depende en gran medida de los combustibles del siglo XX.

Este organismo intergubernamental, con sede en Abu Dabi, es la primera organización internacional enfocada en las energías renovables y su intención es potenciarlas y facilitar la transferencia tecnológica a fin de crear ciudades limpias y favorecer las llamadas smart cities. A la fecha están adheridos 168 países, más la Unión Europea (UE).

¿El fin de los energéticos fósiles?

Hay una labor real que quizás el ciudadano de a pie no perciba, pero sí hay un fuerte movimiento global auspiciado no solo por diversos gobiernos y organismos, sino también por la iniciativa privada, que busca acelerar la transición energética y coadyuvar con el uso sostenible de todas las formas de energía renovable: desde la bioenergía, la energía geotérmica, así como hidroeléctrica, oceánica, solar y eólica.

Precisamente la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022 ha constituido un parteaguas para acelerar los mecanismos de descarbonización y de uso de las energías fósiles.

Aquí en Europa este hecho histórico es visto como el inicio del fin de los energéticos fósiles luego de que la guerra dejó en evidencia la vulnerabilidad de los europeos hacia el consumo energético del petróleo y del gas ruso. Quizá no acontezca inmediatamente, pero el mapa de las energías fósiles será muy distinto para el final de este siglo.

No solo es el impacto ambiental y la mitigación de los efectos nocivos del cambio climático: el panel de asesores de la AIER recuerda que muchos aspectos de la vida cotidiana resienten las repercusiones derivadas de la sensibilidad geopolítica y geoeconómica que caracteriza a la industria energética global.

“En ausencia de alternativas los altos precios de los combustibles fósiles infligen pobreza energética y pérdida de competitividad industrial, mientras que los ciudadanos de todo el mundo se preocupan por sus facturas de energía y los impactos climáticos”, de acuerdo con el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

La intención es clara: acelerar las tecnologías renovables eficientes y descentralizadas, crear un sistema menos propenso a los shocks del mercado y mejorar la resiliencia y la seguridad energética a través de la diversidad de opciones de suministro.

Contribuir al cambio para favorecer las transiciones energéticas tendrá además un efecto positivo ante el cambio climático, puntualiza Arantza Hernanz Martin, directora de Educación y Conocimiento de la Fundación Repsol.

Hernanz Martin participó en el foro Retos y oportunidades de la transición energética para las smart cities y estuvo acompañada por otros directivos de empresas ligadas con el tema de la energía.

En dicho foro, al que asistió Vértigo, la experta recordó el grave problema actual: “El dióxido de carbono que se emite se acumula y el planeta no es capaz de eliminarlo; por tanto, hay un enorme efecto negativo. A finales del año pasado Naciones Unidas advirtió del calentamiento global y de sus consecuencias. Lo vemos en España, donde en 2023 la temperatura media superó en 1.48° C la media de la era preindustrial; y quedan muchos años para llegar a 2100”.

Hernanz Martin puso de manifiesto que las emisiones no solo no se reducen sino que siguen subiendo. “Hay que tocar todas las palancas para avanzar en la descarbonización; y la economía circular será una de ellas: no hay industria que no se vaya a descarbonizar sin la economía circular”.

La directiva puso énfasis en dos factores que actúan también sobre el cambio climático, como son el crecimiento de la población y el crecimiento económico.

“Tenemos un crecimiento de la población imparable: a mediados del siglo pasado, en 1950, había dos mil 500 millones de personas viviendo en la Tierra; y en 2023 se terminó con ocho mil 43 millones de personas. La población consume energía y frente al crecimiento de la población no podemos hacer nada”, puntualizó.

Sin embargo, reconoció que sí hay factores potenciales en los que se puede incidir: “La eficiencia energética reduce emisiones; la reducción puede lograrse si se cambia la forma de producir y se puede potenciar la sostenibilidad en la medida en que se tengan más energías descarbonizadas”.

La intención es que sean tres ejes cardinales que permitan, en un futuro a mediano plazo, tener energía segura, competitiva, barata, limpia y asequible para todos.

Combustibles fósiles

Transición en marcha

La AIER describe la transición energética como un camino hacia la transformación del sector energético mundial, que reconvierte un modelo con base en combustibles fósiles en una economía con cero emisiones.

Con el fin de acelerar la transición y alcanzar un nivel de descarbonización suficiente para limitar el calentamiento global se deben adoptar iniciativas de transición energética sostenible a escala planetaria.

Este organismo estima que, si se aplican correctamente estos esfuerzos, podrían alcanzarse potencialmente 90% de las reducciones de carbono requeridas. “El cambio de los combustibles fósiles a fuentes de energía limpias y renovables en todo el sector energético mundial, junto con la difusión de la electrificación y mejores soluciones de almacenamiento de energía, desempeñarán un papel fundamental en la transición energética. En la actualidad, a nivel mundial, el sector eléctrico sigue dependiendo predominantemente de fuentes de energía no renovables, como el gas natural, el carbón y el petróleo”, señala.

Las fuentes de energía limpia incluyen fuentes renovables que provienen de un suministro limpio e inagotable y fuentes neutras en carbono que pueden o no ser renovables, pero producen cero emisiones de carbono.

Sin embargo, en Europa la transición hacia fuentes de energía neutras en carbono se está acelerando. En 2020 más de 66% de la electricidad utilizada en todo el continente provino de fuentes limpias y renovables, como la eólica, la solar, la hidroeléctrica y la nuclear. Para 2030, estas fuentes podrían cubrir hasta 80% de la mezcla y la energía hidroeléctrica de bombeo representa 94% de la capacidad de almacenamiento de electricidad de Europa.

El sol, el agua y el viento pueden ser los nuevos aliados para esa transición energética, mientras se discute la necesidad o no de incrementar las centrales nucleares.

Pero los proyectos de energía renovable tienen beneficios que van más allá de la descarbonización. El informe Power Plant, de Eurelectric, muestra cómo los proyectos integrados de energía renovable, como las aplicaciones en la agricultura a través de la agricultura fotovoltaica, pueden proteger la biodiversidad e incluso restaurar los ecosistemas degradados.

En Europa, de los fondos Next Generation concebidos por la UE para dar ayudas y financiamiento a sus 27 países miembros, 70% va destinado a la transición energética y la digitalización.

La UE está comprometida con la meta de ser climáticamente neutral para 2050, lo que significa lograr una economía con emisiones netas de Gases de Efecto Invernadero (GEI) igual a cero. Este objetivo es fundamental para el Pacto Verde Europeo y lo respalda la Ley Europea del Clima.

Para alcanzar esta ambiciosa meta la UE implementa diversas iniciativas, entre las que se encuentra la ley sobre la industria de cero emisiones netas. ¿Qué objetivos tiene? Ampliar la fabricación de tecnologías limpias en la UE incrementando la capacidad de producción de tecnologías que apoyan la transición hacia una energía limpia y reducen las emisiones de GEI.

El objetivo es que la capacidad de fabricación estratégica global de tecnologías de cero emisiones netas de la UE se aproxime o alcance al menos 40% de las necesidades anuales de despliegue para 2030.

Para este año, ¿cuánta energía limpia produce la UE? De acuerdo con la Comisión Europea, con datos del año pasado, la UE se posicionó como un líder mundial en la producción de electricidad renovable y baja en carbono con 32% de energías renovables y nuclear. Los 27 países miembros de la UE redujeron 30% sus emisiones de GEI en comparación con 1990.

La Agencia Internacional de Energía (AIE) señala que, en gran parte debido a su dependencia de los combustibles importados, la UE destaca como una de las regiones que tiene las proporciones de inversión en energía limpia más altas: gasta más de diez dólares en energía limpia por cada dólar invertido en combustibles fósiles.

En 2023 la inversión en generación renovable ascendió a casi 110 mil millones de dólares, un alza de 6% respecto del año anterior. Dinamarca y Alemania se mantienen a la vanguardia del sector de la energía eólica en Europa, a pesar de los continuos desafíos de rentabilidad.

Por su parte, España lidera el aumento de la adopción de la energía solar y ha visto caer los precios mayoristas de la electricidad a mínimos históricos durante los periodos de alta producción solar, lo que ha aportado algunos beneficios a los consumidores.

La UE tiene camino por delante para salir vencedora de su dependencia energética fósil, sobre todo importada desde otros países, pero hay voluntad en los gobiernos para cumplir los plazos a favor de la reconversión energética hasta alcanzar no solo las emisiones cero, sino también una autosuficiencia sostenible.

La hora de las ciudades inteligentes

Las ciudades inteligentes o smart cities son urbes avanzadas que se nutren de herramientas y metodologías centradas en la tecnología para abordar retos como la movilidad, la energía, la economía, la gestión de los recursos y la participación ciudadana.

Utilizan el potencial de la tecnología, para promover un desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. En este entorno demandante de soluciones innovadoras surgen numerosas oportunidades para las Pymes que pueden aportar tecnología y know-how para resolver los desafíos. Las ciudades son hoy más que nunca un terreno fértil para la colaboración entre Pymes, grandes empresas y gobiernos locales, impulsando la innovación para la digitalización y la transformación hacia el net zero.

Las ciudades son clave en el proceso de la transición energética, donde es necesario actuar sobre diferentes aspectos, como la movilidad, la eficiencia energética o el consumo responsable, sin perder de vista el impacto social y medioambiental.

En el caso de Madrid, su alcalde José Luis Martínez-Almeida ha referido al respecto de la movilidad que la capital de España privilegia el fortalecimiento del transporte público con 46 nuevos kilómetros de carril bus, 50 nuevas estaciones del servicio municipal de bicicletas y en 2025 se eliminarán del centro de la ciudad los vehículos más contaminantes.

También hay otros objetivos, como la rehabilitación y adecuación de viviendas y edificios públicos con criterios de eficiencia energética y una reordenación de la movilidad. “Se trata de repensar no solamente la movilidad urbana sino también la rehabilitación de la vivienda, la accesibilidad, los puertos y los aeropuertos, los espacios verdes, la economía circular y la interconectividad a través de hubs. Todo eso hace de una ciudad una smart city”.

La modernización de las ciudades y la creación de las llamadas smart cities pasa por la integración de tres grandes agendas: la agenda verde en concepto amplio, la agenda digital y la transición energética.

Subsidios que no repercuten en el consumidor

El Plan Europeo de Recuperación NextGenerationEU es un instrumento temporal de recuperación creado a raíz de la crisis del coronavirus para paliar sus efectos económicos y sociales. Se aprobó en mayo de 2020 con una dotación de 806 mil 900 millones de euros dentro del Marco Financiero Plurianual 2021-2027.

Su objetivo es proporcionar a los Estados recursos para crear una Europa más sostenible, ecológica y resiliente, capaz de adaptarse a los nuevos cambios que se avecinan. Una parte de estos fondos, 723 mil 800 millones de euros, es para apoyar una serie de reformas e inversiones en pro de la transición ecológica y digital.

A la fecha España ha recibido 140 mil millones de euros, cantidad equivalente a 11% de su Producto Interno Bruto (PIB) a lo largo de seis años; de este monto, 72 mil millones de euros han sido destinados a subvenciones con temas relacionados con la transición energética. Sin embargo, el consumidor de a pie no está viendo ningún beneficio.

Al respecto, Vértigo platicó con Rafael Alcalá, experto asesor del Grupo Trébol Energía, una consultora española dedicada a analizar el mercado energético nacional e internacional.

—¿Por qué pese a estos fondos no repercute en el bolsillo del consumidor una reducción en los precios de luz, gas y carburantes?

—Estas ayudas se dirigen al camino de la transición energética de 2024 a 2030 y la transición es lenta, el cambio a favor de más renovables tarda en llegar. Ahora bien, junto con el precio del gas, que tiene una variable exógena y está en alrededor de 40 euros megavatio y del precio del CO2 en España, la producción la marcan los ciclos combinados de gas y entre estas dos variables hacen que el precio no vea reflejado una gran bajada. De hecho, en junio hemos visto que vuelve a subir el precio.

En España, comenta el asesor, el precio viene inflacionado por la situación geopolítica del gas y del CO2, que va subiendo por la descarbonización. Y es que “cuanto más reducción de esta descarbonización, más sube el precio” porque las empresas necesitan todavía seguir emitiendo CO2.

—Entonces estos subsidios no repercuten en nada en la factura de las personas…

—No. Fundamentalmente son recursos utilizados para inversiones, para sectores como el hidrógeno y la investigación en energías limpias. La transición en parte la tendremos que pagar los usuarios hasta llegar a esta reducción de CO2. ¿Cuándo sucederá? No a corto plazo.