VOLODÍMIR ZELENSKI “UCRANIA RESISTE”

“Moscú ya sufre una humillación: fracasó su guerra relámpago”.

Arturo Moncada
Internacional
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El 24 de febrero se cumplió un año de uno de los conflictos más cruentos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial: la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Doce meses en los que la guerra ha ido evolucionando luego de que Moscú no obtuvo la rápida victoria que esperaba. Un fracaso que se convirtió en una conflagración larga que no solo produce centenares de miles de víctimas y una enorme destrucción en el país agredido, sino que trastoca el orden mundial.

Para los analistas, el final de la guerra no parece cercano: Ucrania está dispuesta a seguir luchando y el apoyo de la sociedad rusa al esfuerzo bélico también continúa.

Evolución

La guerra en Ucrania provoca un cambio geoestratégico en la Unión Europea (UE) porque todos los socios —ya no solo los del este— interiorizan el riesgo que supone Rusia y abre a la vez una serie de retos de final incierto que marcarán el futuro del continente.

Como consecuencia de esta nueva percepción compartida de la amenaza que representa el Kremlin, la seguridad energética adquirió una relevancia fundamental y para evitar problemas de suministro la UE redujo en un año su dependencia respecto de Moscú. Los 27 socios dejaron de importar petróleo ruso y lograron que el gas que compran a Moscú represente ahora solo 9%, frente a 40% anterior, que suplen con una mayor diversificación de proveedores, principalmente Estados Unidos, pero también Noruega y Catar.

“Lo primero y más obvio que ha cambiado (con la guerra) es la diversificación energética”, afirma Rosa Balfour, directora del laboratorio de ideas Carnegie Europe, para quien “será difícil volver al statu quo”.

Y es que como afirma Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano, la guerra ofrece diversas lecciones históricas, políticas, económicas y estratégicas para los países occidentales, aunque sin duda alguna, afirma, las más amargas serán para Rusia, dadas su derrota estratégica en Ucrania y la irreversible ruptura de Moscú con Washington y la Unión Europea.

Milosevich dice que las reservas de divisas soberanas y activos comerciales privados han sido congelados, y Rusia, prácticamente, ha sido excluida de las transacciones financieras a realizar en monedas occidentales.

Como resultado, Rusia no solo ha perdido la mitad de las reservas de su banco central, sino también el acceso a los mercados financieros de Occidente.

Por último, la ruptura de las relaciones económicas y energéticas entre Europa y Rusia ha marcado el final de la Ostpolitik, es decir, de la confianza en que las relaciones comerciales puedan y deban suavizar las relaciones políticas.

División

Para el internacionalista Andrés Ortega, miembro del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, pese al aparente frente común a favor de Ucrania hay una cada vez mayor división en Occidente, y sobre todo en Europa, respecto de Rusia y la guerra. Por una parte, indica, está el “campo del realismo”, que propugna un alto el fuego. Son personajes como Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Mario Draghi, quienes consideran que no hay que dejar ganar a Rusia pero tampoco hay que humillarla, pues así no se logrará un orden estable para el futuro y no se recuperarán las economías aquejadas por la inflación y otros males.

Del otro lado está lo que el intelectual búlgaro Iván Krastev llama el “campo de la justicia”: quienes quieren que Rusia pierda y caiga en una situación que le haga imposibles este tipo de agresiones y aventuras. Creen que el tiempo juega en contra de Vladimir Putin y su cambiante estrategia. En esta posición están muchos de los países del este y, desde luego, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en cuyas manos está en principio, pero no en realidad, la capacidad de decisión.

Estas divisiones o contradicciones entre aliados se harán crecientemente evidentes y difíciles de gestionar en el seno de la UE y la OTAN si la guerra sigue, advierten los especialistas. Conjugar el campo del realismo y el de justicia no es fácil, y menos aún conseguir un alto el fuego o un fin de la guerra que resulte duradero. Si la guerra terminara más o menos en la situación actual no sería una gran victoria para Putin, pero tampoco una gran humillación. La humillación podría venir luego con su papel y el de Rusia en el nuevo orden europeo y la suerte de las sanciones.

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Solidaridad

En este marco de segmentación el presidente de EU, Joe Biden, realizó días antes de cumplirse un año de la guerra una visita no anunciada a Ucrania para reunirse con Zelenski en una desafiante muestra de solidaridad con ese país.

La visita se produjo en un momento crucial, en el que Biden intenta mantener a los aliados unidos en su apoyo a Ucrania y ante la espera de una fuerte ofensiva de primavera por parte de Rusia.

Por ello Zelenski presionó a sus aliados para que aceleren la entrega de sistemas armamentísticos prometidos y pidió que Occidente proporcione cazas a Ucrania, algo que por ahora Biden rechaza.

El mandatario estadunidense anunció en Kiev una partida de 500 millones de dólares, adicional a los 50 mil millones ya otorgados, que incluiría proyectiles para lanzadores de obuses, misiles antitanques, radares de vigilancia aérea y otra asistencia, pero no nuevas armas avanzadas.

Para Zelenski el simbolismo de tener a un presidente estadunidense a su lado en tierra ucraniana poco antes del aniversario no fue un detalle menor y aprovechó para insistir a sus aliados que proporcionen más armamento avanzado y aumenten el ritmo de las entregas.

Por lo pronto, Biden y Zelenski coincidieron en destacar que a un año de guerra “Ucrania resiste”.

Crisis humanitaria

El conflicto, indican los expertos, es un oscuro recordatorio de que la gente tiene poco control sobre el rumbo de la historia y nadie lo tiene más claro que los 8.7 millones de ucranianos que se han visto obligados a abandonar sus hogares en busca de nuevas vidas en poblaciones dentro y fuera de Europa.

La oficina para el Este de Europa y Asia Central del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) sostiene que la guerra ha interrumpido gravemente el acceso a medios de subsistencia y servicios básicos. La violencia de género se generaliza, “pero no todos los casos se denuncian”.

Por su parte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) denuncia que no hay un solo aspecto de la vida de los niños que el conflicto no haya trastocado. Niños asesinados, heridos, obligados a abandonar sus hogares, sin acceso a educación fundamental y sin los beneficios de un entorno seguro es el saldo de un año de actividad bélica.

Para millones de personas afectadas de forma menos directa, la brusca ruptura de la paz en Europa supone ansiedad e incertidumbre. Las amenazas veladas de Putin sobre el empleo de armas atómicas si escala el conflicto reavivan el temor a una guerra nuclear, olvidado desde la Guerra Fría. Los combates en torno de la central nuclear de Zaporiyia despiertan el miedo a un nuevo Chernóbil.

Patricia Lewis, directora del programa internacional de seguridad en el centro de estudios Chatham House, señala que la retórica belicista de Putin provoca “más enojo que miedo” en Occidente.

Pero los temores a una escalada nuclear se agravaron el martes 21, cuando Putin anunció que suspendía la participación de Rusia en el único tratado de control de armas que le quedaba con Estados Unidos, aunque no llegó a retirarse completamente del tratado Nuevo STAR.

Efectos económicos

La invasión rusa de Ucrania y la posterior adopción de sanciones por parte de Occidente provocaron la desaceleración económica global más abrupta en casi 50 años, solo por detrás de la pandemia de Covid-19 y la crisis financiera global de 2008.

Guerra, inflación, restricción monetaria y miedo a la recesión dieron lugar al peor año de la historia en los mercados financieros y a previsiones que sitúan a 2023 como el año con el tercer crecimiento económico más débil desde la burbuja tecnológica de principios de siglo. Por suerte, los malos augurios de crecimiento parece que no se cumplirán debido en parte al buen tiempo, que evita un escenario de racionamiento energético en Europa.

Víctor Burguete Vidal, Economista y Analista Geopolítico, indica que “a escala global el índice de inflación experimenta el tercer repunte más rápido desde los años ochenta del siglo pasado, hasta volver a las altísimas tasas de esa década. Ello provoca una fuerte reacción de los bancos centrales y el fin de más de una década de dinero barato. A medida que se vaya evaporando el exceso de liquidez del sistema, gobiernos, empresas y ciudadanos comenzarán a ver las consecuencias. Las alzas de la cuota de la hipoteca es el primer y mejor ejemplo del nuevo paradigma”.

En este entorno de menor margen presupuestario, agrega, “los países occidentales deberán dedicar un mayor porcentaje de su renta al gasto energético y a hacer frente a sus nuevos compromisos, entre los que destacan el respaldo a la política industrial para impulsar la autonomía estratégica; el incremento de gasto en defensa; y la ayuda económica y militar a Ucrania. Además, los estados europeos deberán decidir de qué manera contribuir a la gestión de las crisis de deuda que previsiblemente experimentarán algunos países emergentes o si, por el contrario, mejor dejar la iniciativa a otros actores globales”.

En este contexto de menores recursos y más compromisos, los gobiernos tendrán cada vez más difícil ocultar del debate público las disyuntivas de la política económica derivadas de la guerra de Ucrania. Y en 2024 hay elecciones en EU, lo que puede ser determinante para el futuro de la guerra.

Devastación

Las ciudades ucranianas se han convertido en el principal objetivo de los ataques del ejército ruso. Las calles y los edificios destrozados en Kiev, Kherson, Mariupol, Odesa o Kharkiv, como lo fueron las de Bagdad o Alepo, son la imagen de un conflicto con una fuerte dimensión urbana. Los misiles rusos buscan destruir sedes e infraestructura clave y paralizar la actividad económica, social y política de ese país.

Pero también diezmar la resistencia local y minar el ánimo de la población. El empeño por cortar el suministro de agua y energía en las principales ciudades es muestra de ello; como también lo es el secuestro de más de 50 alcaldes y líderes locales reportados hasta la fecha. Los alcaldes simbolizan la capacidad de organizarse, protegerse y liderar la resistencia.

Especialmente significativo es el caso del alcalde de Kharkiv, Ihor Kolykhaiev, detenido tras negarse a colaborar con la administración impuesta por el Kremlin tras la ocupación y quien permanece en paradero desconocido desde hace meses, aun cuando la ciudad ha sido recuperada por el ejército ucraniano.

Frente a esta realidad, diversas ciudades de Europa denuncian la agresión reforzando las sanciones, cortando relaciones con ciudades rusas y exigiendo una resolución pacífica e inmediata del conflicto. Pero también se ha trasladado al terreno de lo práctico mediante el envío directo de ayuda en forma de recursos financieros y materiales, el suministro de centenares de generadores eléctricos o de ambulancias, camiones de bomberos o grúas.

Hasta el momento, se habla de 100 mil soldados rusos muertos en esta guerra en Ucrania, que a su vez ha perdido también casi 100 mil militares y 45 mil civiles.

A un año de la pesadilla y el infierno de la guerra, Ucrania resiste.

Éxodo ucraniano

El Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) reporta que la mayoría de los 8.7 millones de ucranianos refugiados en el exterior se ubican en Polonia, más de un millón 562 mil personas; le siguen Alemania, con alrededor de un millón 55 mil, y la República Checa, con casi medio millón. Otros 5.4 millones de ucranianos están en condición de desplazamiento interno; de ellos, 58% lleva más de seis meses en movimiento. Por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones estima que 640 mil personas se sumaron a la lista entre diciembre y enero. A la circunstancia de abandonar el hogar se agrega la precariedad de vivir en condiciones sanitarias adversas y de vulnerabilidad. Alrededor de 14.5 millones de ucranianos requieren de atención médica (800 centros de salud han sido destruidos por la artillería); 3.6 millones están urgidos de servicios de atención y prevención de violencia de género.

Fuente: UNFPA

Seguridad alimentaria

Ucrania y Rusia figuran entre los mayores exportadores de trigo, girasol, cebada y maíz. Su producción es vital para países importadores netos de alimentos. Ante la guerra, el alza de precios de los alimentos sigue en todo el mundo. La información del mes más reciente del que se dispone de datos (entre octubre de 2022 y enero de 2023) señala una inflación alta en casi todos los países y en su mayoría se observa que muchos sufren índices inflacionarios de dos dígitos que disparan los precios de los alimentos. Los países más afectados se encuentran en África, América del Norte, América Latina, Asia meridional, Europa y Asia central. Los índices de precios agrícolas y de cereales como maíz y trigo están 31 y 14% más altos, respectivamente, que en enero de 2021.

Fuente: Banco Mundial

Daños económicos en Ucrania

• Edificios arrasados, fábricas paradas, infraestructuras destruidas.

• La Escuela de Economía de Kiev cifra los daños en 138 mil millones de dólares y las pérdidas para la agricultura en más de 34 mil millones.

• El gobierno ucraniano contabiliza más de tres mil escuelas afectadas y la UNESCO 239 sitios culturales.

• En 2022 el PIB de Ucrania se contrajo 35%, de acuerdo con el Banco Mundial.

• Desde septiembre Moscú ataca sistemáticamente las infraestructuras energéticas. En diciembre, casi la mitad estaban dañadas, sumiendo a los ucranianos en la oscuridad y el frío.

• Aunque Rusia también ha sufrido pérdidas económicas por la guerra, son mucho menores a las esperadas: el PIB ruso se contrajo 2.1% en 2022, resistiendo más de lo previsto a las sanciones occidentales.

Fuente: AFP