LA GUERRA COMERCIAL 2.0 QUE NADIE GANARÁ

“No se sabe el alcance de lo que Trump tiene en mente en materia arancelaria”.

Internacional
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Trump vuelve al poder

Donald Trump vuelve por la revancha en política comercial y no solo amaga con repartir aranceles para sus dos socios principales en el TMEC, sino también avisa que recrudecerá las tarifas ya existentes contra China y no descarta imponer gravámenes a sus aliados europeos.

A México y a Canadá, sus socios en el acuerdo de libre comercio norteamericano (TMEC), el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quiere imponerles aranceles de 25% como un mecanismo de presión para que refuercen sus respectivas fronteras y frenen la inmigración.

Pero no solo contra ellos prepara nuevas medidas en el plano comercial, sino que para China anticipa 10% extra en gravámenes y otro 10% para la Unión Europea (UE).

La intensificación de una guerra comercial que solo busca Trump desatará que los países afectados aplicarán un quid pro quo y responderán en la misma proporción.

Más trabas para el comercio solo encarecerán los procesos de producción. El proteccionismo no deja más que miseria, empobrece los bolsillos de los trabajadores y deteriora el poder adquisitivo de los consumidores.

Todavía no gobierna, pero los planes de Trump son el preludio de la intensificación de una guerra comercial que solo contribuirá a enrarecer más el escenario geopolítico y geoeconómico.

Lo hace como ya sucedió en los periodos previos a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial: esa corriente a favor de la mano invisible y del libre comercio que pensadores como Adam Smith se encargaron de difundir y defender a finales del siglo XVIII contribuyó en buena medida a generar el progreso del siglo XIX, frente a la que luego, en los periodos previos a las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado, una serie de crecientes medidas proteccionistas en los mercados del carbón y del acero desatarían una guerra arancelaria.

Los riesgos de un repunte inflacionario son reales: a mayores dificultades comerciales, mayores dificultades para llenar la cesta de la compra.

Luego de alcanzar un máximo de 9.4% interanual en el tercer trimestre de 2022 la inflación mundial podría cerrar este año en 3.5%, como apunta el Fondo Monetario Internacional (FMI).

De acuerdo con un análisis de Vanessa Gunnell y Lucía Quaglietti para el Banco Central Europeo (BCE), respecto del impacto negativo del proteccionismo ambas autoras reivindican que la imposición de aranceles causa muchos estragos y distorsiones, que van más allá del mero hecho comercial, ya que contribuyen a alterar las cadenas de valor mundiales y trasladan los costos al consumidor final.

“En un mundo caracterizado por cadenas de valor mundiales complejas las mercancías cruzan las fronteras varias veces y los costos arancelarios se acumulan debido al efecto en cascada. Esto ocurre cuando se aplican aranceles a bienes intermedios”, puntualizan.

De acuerdo con Gunnell y Quaglietti los insumos intermedios incurren en costos arancelarios cada vez que se envían a otro país para su posterior procesamiento.

“En el momento en que los productos terminados llegan al consumidor final el precio final puede haber aumentado significativamente. Además, los bienes intermedios importados se utilizan a menudo en la producción nacional y cuando están sujetos a aranceles los productores nacionales del país que los impone también pueden verse afectados”, según el estudio.

Lo que se genera es un impacto que se va trasladando, etapa por etapa, en la cadena de valor con costos que inevitablemente terminan impactando en la producción y en la demanda, así como a nivel macroeconómico en la inflación y en la inversión.

¿Qué pasa cuando para ese bien que será producido los insumos extranjeros representan una gran parte de las exportaciones? Los aranceles suelen aplicarse sobre el valor bruto de una mercancía importada; por lo tanto, si los insumos extranjeros representan una gran parte de las exportaciones, un arancel nominal bajo puede traducirse en un arancel de alto valor agregado para el exportador.

Hay industrias en Estados Unidos, como la automotriz, cuya producción y ensamblado dependen de la importación de diversos componentes y hasta chips que son provistos por China, México, Corea del Sur, Taiwán y Alemania. Con datos del Departamento de Comercio de EU se sabe que en los primeros cuatro meses del año México exportó 28 mil 373 millones de dólares en autopartes hacia la Unión Americana. Esto significa que el país azteca aportó 42.8% de las autopartes que importó EU.

Hasta el momento no se sabe el alcance de lo que Trump tiene en mente en materia arancelaria; es decir, si los gravámenes serán selectivos o generalizados.

Pero si producir un coche en EU depende de los insumos de los países a los que gravará, la estrategia comercial proteccionista de Trump tendría que elegir muy bien qué insumos no tocar para evitar que un coche que hoy compra el consumidor norteamericano termine en 2025 alejado de sus sueños de compra.

Donald Trump

La misma retórica

El libre comercio no tiene la culpa de la pérdida de competitividad que sufren EU, Alemania o inclusive la propia China y otras economías. La Cuarta Revolución Industrial tiene un considerable impacto.

Las ideas trompistas no son nuevas sino viejas: la misma retórica a la que recurren gobernantes convencidos de que un nuevo proteccionismo hará revivir la competitividad y la productividad en sus industrias y en el tejido empresarial.

Mejorar la productividad y la competitividad dependen del mercado laboral y de las políticas de estímulos internas; y los trastornos en los mercados que se provocarán por la nueva guerra arancelaria —además en un mundo globalizado— harán menos competitivas a las empresas norteamericanas.

El año pasado Dinamarca, Irlanda y Suiza se ubicaron como las economías más competitivas del mundo en el Ranking Mundial de Competitividad 2023 publicado por el Instituto Internacional para el Desarrollo Directivo (IMD).

No se puede decir lo mismo de EU. Después de haber ocupado la primera posición ininterrumpidamente desde 1997 hasta 2009, la economía más grande del mundo ocupa el noveno lugar este año.

Emma Charlton, redactora en el Foro Económico Mundial, señala que la Cuarta Revolución Industrial altera radicalmente lo que significa que una economía sea competitiva.

Thierry Geiger, jefe de Investigación e Impacto Regional del Foro, opina que las economías abiertas son más innovadoras y tienen mercados que funcionan mejor. Y que muestran resiliencia.

“Aquí estamos hablando de redistribución, redes de seguridad, reentrenamiento y políticas de recapacitación integradas en la red de seguridad social. Todas estas medidas pueden ayudar a los trabajadores que han perdido sus empleos en industrias moribundas y ofrecerles una segunda oportunidad en otros sectores”, en opinión de Geiger.

Frenar a China

En su primer periodo presidencial Trump lanzó su guerra comercial contra Beijing. Fue en el verano de 2018. No había pasado la pandemia y en ese momento la economía china seguía con estimaciones de crecimiento de entre 9 y 11 por ciento anual.

Todos los organismos internacionales aventuraban que después de 2030 China terminaría superando a EU como la economía más grande del mundo.

Esta vez el gobierno de Xi Jinping no será sorprendido con una ronda de aranceles porque lleva tiempo preparándose para un posible retorno de Trump y del proteccionismo a la Casa Blanca. Además, el actual presidente, el demócrata Joe Biden, no movió un solo dedo para suavizar los aranceles que Trump impuso en su gobierno.

Hay cosas que están siendo distintas respecto del escenario de 2018, en parte por la guerra arancelaria trumpista, pero también por el impacto de la pandemia en las cadenas de valor y de distribución, con China siendo la economía más afectada por la crisis sanitaria global del coronavirus a tal punto, que su PIB se ha reducido más de la mitad. Para 2024 el FMI estima que la economía china crecerá 4.8% y para 2025 avizora 4.5 por ciento.

También están la guerra y las tensiones geopolíticas y geoeconómicas. China se ha convertido en un soporte para Rusia, como ya lo ha sido tradicionalmente para Corea del Norte.

Las consecuencias son evidentes: tras 20 años de ser China la principal economía exportadora de bienes a EU, de acuerdo con el Departamento de Comercio, ahora es México (desde 2023) la economía principal exportadora para la Unión Americana. Las exportaciones chinas cayeron 20% en 2023, a 427 mil millones de dólares.

Wang Shouwen, negociador de comercio internacional y viceministro de Comercio de China, señaló que están listos para confrontar a Trump y a sus aranceles. “Tenemos la capacidad de resolver y resistir el impacto de los choques externos”.

¿Habrá un ojo por ojo? Mientras Canadá, México y la UE dicen que responderán en reciprocidad, en EU creen que Beijing se prepara de forma asimétrica con una batería de medidas, desde investigaciones fiscales contra las empresas norteamericanas que operan en el gigante asiático hasta otro tipo de coacciones.

Con aranceles de 60%, varios economistas calculan que el impuesto a las importaciones a EU podría reducir la tasa de crecimiento económico de China a la mitad.

El comercio es solo una fuente de fricción entre Washington y Beijing y muchos miembros del equipo de Trump, incluido el senador Marco Rubio, su elegido para secretario de Estado, creen que China representa una amenaza económica y de seguridad existencial para EU. Se augura un mayor enfriamiento de las relaciones chino-norteamericanas.

De acuerdo con la revista Harvard Business Review, Trump culpa a China de la pérdida de empleos y de brillo en el sector manufacturero norteamericano, pero eso no lo va a corregir intensificando su guerra arancelaria.

Precisamente, Amit Khandelwal, profesor de Yale, refirió que los consumidores estadunidenses de bienes importados han soportado la peor parte de los aranceles a través de precios más altos; y la guerra comercial ha reducido el ingreso real agregado tanto en EU como en China.

“Un impacto que se va trasladando, etapa por etapa, en la cadena de valor”.

En un artículo publicado por Mary Amiti, jefa de estudios en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, se argumenta que la guerra comercial disminuyó 3% el bienestar económico de EU, con base en cómo los aranceles afectaron el flujo de caja de las empresas.

“La administración Trump había prometido que imponerle aranceles a China traería empleos manufactureros de regreso a EU y que realmente no necesitábamos preocuparnos por las represalias chinas. Sin embargo, ambas afirmaciones están equivocadas”, afirmó a su vez Gordon Hanson, profesor de Harvard.

El académico cree que hay algunas razones por las que los costos añadidos por los aranceles que Trump impuso en su anterior gobierno no hicieron que las empresas trasladaran la fabricación de vuelta a EU.

“En primer lugar, debido a que los aranceles se dirigían a China, los importadores simplemente trasladaron el abastecimiento a otros países, como Vietnam, en lugar de relocalizar la producción. En segundo lugar, no había fábricas estadunidenses con capacidad ociosa que pudieran reemplazar fácilmente las importaciones chinas”, señaló.

Que Trump vuelva al poder en la Casa Blanca amenazando con recrudecer y llevar casi al límite su guerra comercial aduciendo que quiere proteger a la industria norteamericana no es más que el anuncio de cuatro difíciles años para la producción y para las industrias más punteras.

Nadie saldrá victorioso de una guerra comercial.