KIBBUTZ MALKIYA, Israel, noviembre 29.- Dean Sweetland mira una calle desolada en la comunidad israelí de Kibbutz Malkiya. Ubicado en una colina que mira hacia la frontera con Líbano, el pueblo permanece casi vacío tras ser abandonado hace un año.
La guardería está cerrada. Las casas están descuidadas. Partes del paisaje muestran las cenizas de los incendios provocados por los cohetes de Hezbollah. Aun después de un tenso cese al fuego entre Israel y el grupo armado, diseñado para permitir que los israelíes regresen al norte, el ambiente está lejos de ser festivo.
“El cese al fuego es una basura”, dijo Sweetland, jardinero y miembro del escuadrón de seguridad civil del kibbutz. ”¿Esperas que llame a mis amigos y les diga, ‘Todas las familias deberían volver a casa’? No.”
Al otro lado de la frontera, los civiles libaneses congestionan las carreteras en su prisa por volver a sus hogares en el sur del país, pero la mayoría de los residentes del norte de Israel han recibido el cese al fuego con sospecha y aprensión.
“Hezbollah aún podría volver a la frontera, ¿y quién nos protegerá cuando lo haga?”, preguntó Sweetland.