La soprano Nadiia Yurko intenta abrirse paso aquí en España, país de acogida, cantando arias de libertad y el himno de Ucrania en los eventos que le dan espacio. Como ella, hay 7.4 millones de ucranianos refugiados en Europa y en otras partes del mundo. Su vida fue totalmente trastocada hace un año, cuando inició la guerra de Vladimir Putin.
De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) esta cifra podría llegar a un éxodo de diez millones de personas expulsadas por las condiciones de un duro invierno bajo los intensos bombardeos. Estos millones de seres humanos son el juguete roto de una invasión que nadie creyó posible.
En realidad, el 24 de febrero de 2022 no solo transformó la vida de los ucranianos, convertidos en defensores de su patria, de su nación y de su prevalencia futura, sino que cambió igualmente la geopolítica y la geoeconomía en un mundo globalizado y tecnológicamente más interrelacionado que observa cómo el poder unipolar da paso a un poder multipolar con varios actores que van adquiriendo y adquirirán un papel preponderante no solo a nivel regional.
Estados Unidos se esfuerza por evitar que su prevalencia hegemónica ceda ante esa nueva hoja de ruta que la guerra ha pivotado por toda la cantidad de intereses estratégicos que recalan no solo en Ucrania, sino también en la propia Rusia. Y mucho de ello tiene que ver con el control económico, comercial y de las rutas de trasiego de las mercancías.
Se cumple un año de la invasión y parece que ha pasado una vida entera y que todo ha envejecido rápidamente; hasta las instituciones internacionales parecen oxidadas.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), erigida el 24 de octubre de 1945 y que defiende la “paz, dignidad e igualdad en un planeta sano”, no ha podido frenar la invasión. No ha sido capaz de, en nombre del multilateralismo, evitar que Putin invadiese a otro país e intente apropiarse de él.
Tampoco ha servido como mecanismo de prevención de las guerras a lo largo de sus casi 78 años de existencia. La invasión rusa es la primera gran guerra convencional e híbrida del siglo XXI que, según el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de EU, ya cobró la vida de 100 mil soldados rusos; 100 mil soldados ucranianos y aproximadamente ha matado a 40 mil civiles, víctimas colaterales de las bombas, los misiles y el fragor de los combates.
Economía
La destrucción ha sido devastadora: el PIB ucraniano ha caído 30.4%, de acuerdo con el Ministerio de Economía de Ucrania; mientras la economía rusa se ha desplomado 3% castigada por diez paquetes de sanciones impuestos tanto por EU como por la Unión Europea (UE) y otros países aliados.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial concuerdan que en 2022 la economía rusa se contrajo entre 3.4 y 4.5% como efecto de las sanciones. Ambos organismos anticipan que este año el PIB ruso sufrirá una contracción cercana a 5.6 por ciento.
Si bien el Consejo Europeo defiende que la intención principal del aluvión de sanciones que inició el 23 de febrero del año pasado (un día antes de la invasión Putin declaró la independencia de las provincias de Donetsk y Lugansk) es debilitar “la capacidad de Rusia para financiar la guerra”, lo cierto es que ha sido inevitable el efecto bumerang en la aldea global, exacerbado por las maniobras rusas en aras de subir los precios de los energéticos —fundamentalmente gas y petróleo— e impedir la salida de los cargueros ucranios cargados de cereales y de otros bienes y mercancías.
Los energéticos y los alimentos han sido utilizados como arma de guerra por el Kremlin, así como la desinformación y la intencionalidad de debilitar y afectar a las democracias europeas.
La guerra, sus efectos y daños colaterales, han impactado en el crecimiento mundial en parte porque involucra a Ucrania, que es uno de los principales graneros del mundo con su trigo y maíz, por no obviar que es el principal exportador de aceite de girasol y el país de Europa con la mayor superficie cultivable; pero también porque es un destacado productor y exportador de metales y de minerales como hierro, acero, uranio, manganeso y titanio, entre otros.
Mientras, el agresor es también otro de los graneros del mundo: Rusia es el primer exportador de trigo global (Ucrania, el cuarto). Además, de forma mucho más preponderante, es el mayor exportador de gas en el mundo y el tercer mayor productor mundial de petróleo (primero EU y después Arabia Saudita) y es el segundo exportador mundial de crudo después de la economía saudita.
Con este nivel de actividad, tanto de Ucrania como de Rusia, al verse inmersos en una guerra convencional, aunado a las sanciones, el crecimiento mundial ha sido arrastrado a la baja. En 2022 el PIB global, en previsiones del FMI, se habría ubicado en 3.4% y bajaría a 2.9% en 2023. No solo Ucrania y Rusia se han visto afectados en su PIB: las economías más desarrolladas lo están pagando igualmente.
Cambios estructurales
A propósito del primer año de la invasión, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, destacó que “un año después, los pérfidos planes de Putin siguen frustrados” por la valiente nación ucraniana.
“Un año después, Rusia está aislada de Europa y del escenario mundial. Un año después, los sueños de Ucrania son más fuertes que nunca. Y prevalecerán”, afirmó.
En el escenario del asedio bélico la figura del mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, ha sido la gran sorpresa: pasó de ser el antihéroe a convertirse en héroe patriota; del cómico que llegó a presidente en la vida real, al líder de la libertad y defensor de los valores de la democracia occidental que tanto gustan a EU.
Nadie lo vio venir: ni EU y sus aliados, ni mucho menos el Kremlin. El presidente Zelenski, a sus 45 años, es la pieza fundamental del liderazgo y la resistencia de Ucrania ante un Putin que esperaba su huida y daba por hecho apropiarse de territorio ucraniano —tras una rápida toma de Kiev— para imponer a un títere afín al gobierno ruso.
El propio presidente Joe Biden ofreció refugio y protección a su homólogo ucraniano y a su familia, pero se vio sorprendido por la respuesta de Zelenski: “Queremos armas, dénos todas las armas para luchar contra Putin”. Los ucranianos llevan un año resistiendo el pulso bélico a una potencia nuclear; le han plantado cara a un Putin siempre presuntuoso de provocar respeto a través del temor.
Un año después esta historia no sería escrita sin el rol de liderazgo de Zelenski, cuya actuación ha dinamizado a la OTAN, la cual ha renacido de sus cenizas. La Alianza Atlántica ha tenido que reforzarse, con una cohesión singular, erigida en eje clave de la seguridad ya no solo regional de Europa, sino del mundo entero, ante las crecientes amenazas y desafíos planteados en el siglo XXI. Hoy la OTAN es más fuerte que nunca en una nueva etapa de rearme militar, con la pretensión de tener armas más letales y sofisticadas.
Respecto de qué tanto impacta la invasión (a un año de distancia) en la geopolítica, Vértigo consultó a destacados expertos internacionales, quienes coincidieron en señalar que los cambios provocados, al menos la mayoría, son irreversibles y estructurales.
En opinión de Carme Colomina, investigadora senior del Centro de Información y Documentación Internacionales en Barcelona (CIDOB), el impacto ha sido muy importante, puesto que además de ser global ha dejado expuesto que los marcos colectivos de seguridad son frágiles.
“Si pensamos cómo estaba el mundo justo hace un año, es verdad que había transiciones en curso; en la crisis del multilateralismo ya había una confrontación entre China y EU. Con la invasión rusa a Ucrania lo que viene es una aceleración, una nueva sensación de volatilidad y una nueva conciencia de cómo son frágiles los marcos colectivos de seguridad”, afirma.
Para la especialista no puede dejarse de lado el golpe individual que ha tenido este conflicto en la vida cotidiana de las personas. “A nivel individual sentimos una mayor fragilidad. El impacto no es solo colectivo, también de supervivencia a nivel individual, porque si tenemos en cuenta el encarecimiento de los productos, del crudo, de la energía, de las disrupciones en la distribución de los granos, de los alimentos… todo eso ha tenido impacto en la supervivencia individual. Creo que eso nos da una perspectiva de la magnitud del conflicto”, refiere Colomina.
—Este impacto que menciona, ¿será coyuntural o habrá aspectos que se modificarán estructuralmente?
—Creo que no será coyuntural. Lo que ha hecho es reforzar tendencias claras que ya estaban ahí. También está la ausencia de la ONU, la ausencia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa; no hay un espacio para tener una ofensiva diplomática. Eso, por un lado. Pero además hay una consecuencia de largo recorrido a nivel europeo: el cambio en este proceso de seguridad; con la militarización, han caído tabúes históricos. Por ejemplo, el hecho de que un país como Alemania haya finalmente decidido cambiar su política exterior y enviar armamento a un país en guerra; y que naciones históricamente neutrales como Suecia y Finlandia pidieran su incorporación a la OTAN. Son cambios que van mucho más allá e inciden en el ADN de estos países y de sus políticos.
Respecto del balance del primer año de guerra Colomina comenta que es de preocupación, no solo por lo que ha ocurrido este año sino también porque cuesta mucho verle el final a este conflicto. Y está por terminarse el invierno, llegará la primavera, y solo se habla de dar más suministro militar a Ucrania mientras los rusos concentran más tropas y efectivos.
No hay, sugiere la investigadora de CIDOB, un consenso por parte de los europeos de cómo promover una solución pactada pacífica, cómo buscarle un final diplomático al conflicto.
“Y además tenemos la confrontación bilateral entre China y EU, que se ha ido recrudeciendo. Había una posibilidad de rebajar la tensión con la visita de Antony Blinken a Pekín, pero con la aparición de estos globos supuestamente espías se canceló el viaje; entonces la confrontación sube de tono; estamos en un momento de inestabilidad global y sentimos que nos faltan los instrumentos, que han fallado los instrumentos colectivos”, refiere la especialista.
—¿Esta guerra ha terminado de matar a la ONU?
—La ONU está claramente ausente y nos ha servido para darnos cuenta que es un conflicto con impacto global, pero muy eurocéntrico. Si tenemos en cuenta las votaciones que se produjeron en la Asamblea General para condenar la invasión rusa, las abstenciones mayoritarias fueron del sur global. Tenemos que hay una parte del mundo que no quiere posicionarse en esta idea de confrontación bipolar del mundo.
Eso lo que significa es que cada uno tiene sus propios intereses, prosigue Colomina: “Es un aviso muy claro para EU y la UE de que hay un declive en la hegemonía histórica estadunidense; y hay una parte del mundo que no quiere posicionarse. Porque estamos en un mundo más multipolar porque hay más intereses, pero no en un mundo multilateral porque no tenemos una gobernanza compartida”.
El gran debate actual entre los analistas internacionales tiene que ver con el impacto de esta guerra como catalizador para llevar a la sociedad actual hacia un nuevo orden mundial. En voz de Colomina, vamos a un mundo de geometrías variables y las potencias globales, EU y China, seguirán relacionadas.
“Una de las preguntas que nos hacíamos en CIDOB y yo les planteaba es si estamos ante un mundo de dos o estamos ante dos mundos; y la sensación que teníamos es que se van configurando dos mundos en paralelo; dos mundos que igual están interconectados; y es muy difícil en este momento pensar en un mundo, con las hiperconexiones construidas en los últimos años, que vaya a romperse”, afirma.
Más polarización
Un año después de la invasión de las tropas rusas a Ucrania lo que se observa en el mundo es que existe una mayor polarización, afirma Raúl González, experto en análisis militar y geopolítica.
Para el especialista del Instituto para el Desarrollo de la Inteligencia en el ámbito del Terrorismo, Seguridad y Defensa (IDITESDE) esta guerra pone al descubierto una serie de intereses.
“Estábamos inmersos en la política de la globalización, en la que no solo la descentralización de las empresas, sino de la economía, había llegado a generar incluso que finalizase el hambre en el mundo. La ONU había declarado el fin del hambre como nivel de renta per cápita”, añade.
Sin embargo, prosigue González, este conflicto armado al final revela una serie de intereses que van más allá de la guerra en sí y con una competencia a varios niveles.
“La guerra hasta el siglo XIX, principios del XX, se generaba por una serie de intereses con base en la supervivencia y en los recursos; ahora lo que podemos ver es que hay una guerra que va mucho más allá del terreno de esos recursos, porque se mueve en el ámbito de la economía. La guerra de Ucrania no es una guerra al uso de lo ya conocido, sino que es una guerra proxy de una auténtica competencia económica”, puntualiza.
González agrega que se observa una competencia entre los sistemas de gobierno: “La hay entre las democracias occidentales y las autarquías democráticas como Rusia, China y demás; y, tampoco podemos dejar de lado que tenemos una auténtica guerra tecnológica”.