GLOBALIZACIÓN EN ENTREDICHO

“Siguen faltando insumos para gran cantidad de bienes y mercancías”.

Claudia Luna Palencia
Internacional
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Woman Electronics Factory Worker in Blue Work Coat and Protective Glasses is Assembling Laptop’s Motherboard with a Screwdriver. High Tech Factory Facility with Multiple Employees.
Gorodenkoff Productions OU

No, no solo es que hay una invasión rusa a Ucrania como si fuesen dos actores políticos ajenos a la maraña de intereses y fuerzas internacionales que tejen y entretejen la órbita al completo de la herencia del nuevo mundo surgido tras finalizar la Segunda Guerra Mundial: es que tanto la pandemia como este acontecimiento son dos disruptores que ante la mirada del mundo reconfiguran alianzas, contrapesos y alteran el curso de la globalización.

Para Pol Morillas, director del Barcelona Center for International Affairs (CIDOB, por sus siglas en inglés), ambos sucesos provocan “una marcha atrás de la globalización”, en forma de una desglobalización que también puede entenderse como nearshoring, friend-shoring o bien globalización estratégica.

En opinión del analista esta nueva mirada estratégica está presente cada vez en más sectores, no solamente en el comercio sino también en la seguridad, la economía, la cultura o la educación.

Durante la presentación del Anuario Internacional 2022 el directivo remarcó que a esta nueva publicación se llega en un escenario bajo una coyuntura altamente disruptiva e inestable, “con la sombra de una nueva crisis económica en el horizonte, marcada por las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania y los efectos de la pandemia de Covid-19”.

En el más reciente análisis presentado por Morillas y los investigadores del CIDOB se aborda una serie de factores, coyunturales y estructurales; uno primordial, que inicia desde la llamada gran recesión de 2008.

Para Morillas este fue el primer golpe directo en la globalización y no fue nada nimio en un mundo más integrado, interdependiente y cooperativo, con nexos actualmente amenazados.

En el Anuario se abordan una serie de temas torales tales como “el auge de movimientos populistas y reacciones identitarias en muchos territorios; el retorno del Estado como protagonista último de la seguridad pública e internacional; el regreso de la geopolítica más realista; y la progresiva fragmentación del orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por las instituciones de Bretton Woods y el sistema multilateral de Naciones Unidas”.

Hay otros análisis que incluyen la conclusión de la etapa unipolar del poder de Estados Unidos que emanó tras el colapso de la Guerra Fría; los roces y tensiones entre EU y China (una potencia internacional), que la guerra entre Rusia y Ucrania exacerba; el impacto del cambio climático y de la revolución tecnológica; y, por supuesto, la pandemia.

“También hay una nueva centralidad del concepto de soberanía, con un papel activo de las principales potencias en la defensa de sus intereses, pero también por parte de corporaciones que acaparan recursos materiales e inmateriales, como los datos o su influencia en la opinión pública. Estamos ante un mundo cada vez más complejo y acelerado, que precisamente por su rapidez de evolución exige reflexiones pausadas ante retos sistémicos”, según Morillas.

Los expertos del CIDOB también reflexionan acerca de escenarios internacionales que tenderán a fragmentar la globalización, como son las nuevas áreas de interés alrededor del Ártico, de los océanos y del ciberespacio.

Del rumbo de la globalización y su preeminencia, el investigador senior André Sapir reflexiona si realmente está o no sentenciada a muerte. Aunque el profesor de la Université Libre de Bruxelles hace énfasis en que todavía es muy pronto para afirmar que estamos en un periodo de desglobalización.

“Lo cierto es que no existe una opinión unánime acerca de que nos encontremos realmente en una desglobalización, ni de que llegado el caso de que eso sea verdad la causa principal sea la disparidad de ingresos y riqueza generada por la globalización”, afirma.

Hay expertos que consideran a la invasión rusa un parteaguas y la ubican como un golpe relevante en la geopolítica, capaz de sacudir el futuro de la globalización.

Sapir explica que para comprender la verdadera naturaleza de la actual globalización es necesario conocer las otras dos olas de globalización que le precedieron. “De las que tuvieron lugar en la era moderna, la primera tuvo su inicio a mediados del siglo XIX como resultado de dos principales factores: por un lado, los avances tecnológicos en el transporte y las comunicaciones, que redujeron espectacularmente los costos de transacción; y, por otro, las decisiones políticas —principalmente de los europeos— encaminadas a liberalizar sus propios mercados y abrir por la fuerza los de otros países mediante las dinámicas del colonialismo y el imperialismo”, de acuerdo con el especialista.

Este periodo, prosigue Sapir, perduró cuatro o cinco décadas y concluyó en 1914. Luego siguió una etapa de desglobalización con “fuertes restricciones” en los flujos comerciales y de inversión que, a su juicio, duró tres décadas. “Después de la Segunda Guerra Mundial el mundo asistió por primera vez a un periodo de reglobalización que se extendió hasta comienzos de la década de 1980, momento culminante en que la integración del comercio global recuperó el nivel al que había llegado en 1914”, puntualiza.

En este periodo sucedió una importante liberalización del comercio en las economías avanzadas, que el académico de Bruselas ubica en un momento en el que países como China, India y la URSS tenían un modelo económico de intervención estatal con políticas autárquicas.

Llegada de la hiperglobalización

Después vendría lo que Sapir aborda como la hiperglobalización: “A comienzos de la década de 1990 el mundo entró en un periodo de hiperglobalización debido a los mismos dos factores que habían sido responsables de la primera ola de globalización: los avances tecnológicos en el transporte y las comunicaciones, sumados en esta ocasión a decisiones políticas tomadas en países como China e India, que actuaban autónomamente y al margen del dictado de potencias extranjeras”.

Entonces vino la época de la mano de obra barata, del boom de las empresas manufactureras y se dio una nueva concatenación entre las cadenas de suministros con países de economías avanzadas y economías en vías de desarrollo.

“Históricamente la participación del comercio mundial de bienes y servicios en el PIB mundial nunca había alcanzado más de 20%, pero después de 1990 creció sostenidamente hasta alcanzar un pico de 31% en 2008, justo antes de que estallase la gran recesión financiera”, explica.

Este sería el primer parteaguas según Sapir para una fase “descrita como desglobalización o como slowbalisation”, que comenzó en el comercio de mercancías “con un declive sustancial de la proporción del comercio mundial respecto del PIB desde el pico de 2008”.

Por otro lado, “en el caso del comercio de servicios no parece haberse producido ni una desglobalización ni una slowbalisation, sino más bien una intensificación de la globalización, con un incremento continuo de la proporción del comercio mundial respecto del PIB mundial después de 2008, pero de nuevo con una caída en 2020 debido al impacto del Covid-19”, asevera.

Cadenas interrumpidas

Para nadie es indiferente que a la fecha siguen faltando insumos para gran cantidad de bienes y mercancías que no solo son necesarios para la industria de la alimentación, sino también para otras que han quedado muy tocadas porque las cadenas de suministro no han sido reestablecidas del todo en medio de una pandemia que todavía no termina y con una guerra que afecta al mercado de los commodities.

Hay una ausencia constante de productos. En las farmacéuticas hacen falta determinados medicamentos, sobre todo antibióticos; en la industria automotriz componentes, conductores y semiconductores; y chips en las fábricas de teléfonos celulares y las de ordenadores. Hasta en la industria de la moda y de la cosmética de alta gama las clientas demoran en reponer sus cremas y labiales porque no están siendo surtidas con la celeridad acostumbrada.

Precisamente, Jordi Torrent, responsable de estrategia de negocio del Port de Barcelona, evalúa la situación en la que inciden multitud de factores entremezclados. “La lista no es exhaustiva. Un primer factor es que las cadenas globales son extremadamente dependientes de algunos proveedores únicos o muy poco diversificados de productos clave para el funcionamiento del conjunto de la economía global, como es el caso de los semiconductores —cuya producción se concentra en una única empresa de Taiwán— y algunos metales y combustibles fósiles”, destaca.

Después está, a juicio de Torrent, que la oferta de transporte marítimo ha sido incapaz de adaptarse rápidamente al crecimiento de la demanda —a su vuelta a la normalidad— y hay otra parte muy concentrada en pocas manos.

“Y el crecimiento del comercio electrónico producido durante la pandemia ha tensionado todavía más las cadenas logísticas globales, incrementando la competencia entre los cargadores, exportadores e importadores, por servicios rápidos y frecuentes entre los países productores y consumidores”, indica el asesor portuario.

También hay otro factor: “El desequilibrio del comercio internacional interoceánico, agudizado con la vuelta a la normalidad, que conlleva el desequilibrio crónico en la disponibilidad de contenedores vacíos que se acumulan en Europa y Estados Unidos y que tienen dificultad para regresar a Asia para ser cargados de nuevo”.

De forma muy particular Torrent señala que en el caso de EU los problemas en sus cadenas de suministro se relacionan con la escasa oferta de instalaciones portuarias localizadas en Los Ángeles-Long Beach y Tacoma-Seattle-Vancouver, y la falta endémica de choferes de camiones y tráileres, un problema compartido con Reino Unido.

Al estar alteradas las cadenas de suministro las empresas intentan anticiparse y prevenir disrupciones futuras, algo que según Torrent será muy difícil de evitar en los próximos años.

“En primer lugar, sería preciso acelerar la transición energética para evitar la dependencia exclusiva de los combustibles fósiles. En segundo, debería ponerse más énfasis en la fabricación de productos esenciales; el mejor ejemplo son los anuncios realizados por Alemania, EU y Corea del Sur con planes de inversión astronómicos en fábricas de semiconductores”.

Y luego está el papel en general de la economía asiática, no solo en China sino en la región que Torrent califica de “desarrollo excepcional”, con un gran progreso en materia tecnológica y en la cultura de trabajo imperante que, en su opinión, hace “difícil” imaginar una reindustrialización occidental “salvo en sectores muy concretos, como los asociados a la transición energética. Las inversiones anunciadas en Europa y EU en sectores productivos como los semiconductores probablemente no se extenderán a muchos otros”, apunta.

Para Torrent no parece que la globalización vaya a detenerse (a pesar de todos sus problemas) porque persiste una enorme integración mundial intensificada por las redes sociales y la revolución de los medios e instrumentos de comunicación.

“Las únicas incógnitas realmente trascendentes que impiden afirmar con más contundencia todo lo anterior son los cuatro grandes riesgos globales que afectan a la humanidad como conjunto y que podrían alterar fatalmente en cualquier momento nuestro rumbo colectivo: el cambio climático, las armas nucleares, las pandemias globales y el desbordamiento de una Inteligencia Artificial (IA) ajena al control humano”, asevera.