GANA LA ULTRADERECHA ITALIANA

“Algunas voces intentan apaciguar los augurios de una vuelta al fascismo”.

Claudia Luna Palencia
Internacional
Giorgia Meloni
Gregorio Borgia/AP

Desde su victoria, Giorgia Meloni viene pidiendo cierta calma a la prensa de su país y a los analistas temerosos por un giro radical en las políticas gubernamentales en Italia con la llegada histórica de la ultraderecha al poder.

Meloni difundió incluso una foto que hace alusión a las portadas de La Stampa y La Repubblica y que acompañó con un texto: “Me parece bastante surrealista que cierta prensa invente mis comillas de la nada, publicando reconstrucciones completamente arbitrarias. Tranquilidad: el centro-derecha unido ha ganado las elecciones y está listo para gobernar. Basta de mistificaciones”.

En la pasada cita electoral de Italia —la tercera economía de la Unión Europea (UE)— los dados se han echado no solo para el país de la bota, sino que desde Bruselas los organismos e instituciones del club europeo analizan también el mapa electoral de sus otros respectivos países miembros, un tanto cautos del futuro de la eurocomunidad: la ultraderecha y la ultraizquierda no son siempre compatibles con el espíritu de Maastricht.

Que Italia sea el primer país de la UE en ser gobernado por la ultraderecha se observa desde diversas aristas, aunque hay algunas voces que intentan apaciguar los augurios de una vuelta al fascismo del pasado señalando que más bien la ultraderecha actual está edulcorada y que el lobo, aquel lobo, apenas y aúlla.

En la opinión de Pedro González, fundador de Euronews, se terminó la broma o la coartada que tenía la izquierda asustando con la extrema derecha y el fascismo. “Que llegue al poder una mujer de un partido de derecha conservador que tuvo sus orígenes en el movimiento social italiano lo que hace es enterrar el trampantojo del fascismo como coartada y como pretexto para la gente que no vota a la izquierda. Han tratado de prever unas consecuencias apocalípticas por la llegada de Meloni al poder y no pasará nada de eso, ni mucho menos va a desintegrarse la UE por ella”, afirma categórico el también creador del Canal 24 Horas.

Bloque

En estos momentos todo es incierto, porque habrá que ver la formación de gobierno resultante en Italia tras el triunfo de la coalición que integraron Meloni y su ultraderechista partido Hermanos de Italia (26% de los votos recibidos), junto con otro ultraderechista como es Matteo Salvini, de La Liga (9% de los sufragios), y el incombustible Silvio Berlusconi, de Forza Italia (8%). Este bloque de derecha obtuvo 43% de los votos, que le confieren además mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado para realizar las reformas pertinentes.

La joven Meloni, de 45 años y de formación periodista y política, fue en sus inicios una precoz activista neonazi que llegó a formar parte del partido El Pueblo en Libertad. Berlusconi la invitó a su gobierno con la cartera de ministra de Juventud.

El discurso de Meloni es claro y hasta a veces sensacionalista. Sabe aprovechar sus dotes en la comunicación para lanzar mensajes que ante los micrófonos gustan a las masas: “Soy mujer, soy madre, soy italiana y soy cristiana”.

La nueva primera ministra está dispuesta a seguir haciendo historia no solo por ser la primera fémina en llegar tan alto, sino además con un partido fundado por ella misma, Hermanos de Italia.

Semanas antes de las elecciones acudió invitada a España por la formación ultraderechista Vox; participó en un mitin con otros corifeos de la misma ideología y reiteró durante su mensaje su “no a la diferencia, no al aborto y no al matrimonio homosexual” casi como un mantra.

No es un secreto que los tres partidos del bloque de derecha que ahora llega al poder (Berlusconi obtuvo un escaño en el Senado tras haber sido expulsado del mismo en 2013 por fraude fiscal) están en contra de la inmigración, sobre todo de la árabe y africana.

Luego del triunfo, anticipado por la mayor parte de las encuestas, varias ONG y asociaciones civiles prevén que dentro de las reformas impulsadas por Meloni, Salvini y Berlusconi se recorten derechos y libertades, afectando principalmente a colectivos LGTBI.

Venanzio Postiglione, del Corriere della Sera, escribe que todo mundo en Italia sigue preguntándose cómo será “el país de la Meloni”, si será abierto, cerrado o intermedio; y, por supuesto, el espejo de su relación con Europa.

“La Liga cayó y se hizo daño: más de lo que pensaba. La única ganadora, incluso aquí, es Giorgia Meloni, quien en el nordeste logró 27.3% mientras que los ligueros quedaron con 11%”, señala.

Sin duda lo más sorprendente es cómo Hermanos de Italia subió como la espuma en la preferencia de los electores, que en 2018 le dieron apenas 4% de los sufragios y cuatro años después hasta 26 por ciento.

Meloni, quien deberá gobernar entendiéndose con Salvini (un político de carácter difícil por su incapacidad para conciliar y un abierto eurófobo), promete una cascada de paliativos para ayudar a las empresas y a las familias a capear lo mejor posible el actual vendaval económico, que no será precisamente pasajero ni en Italia ni en el resto de Europa.

La nueva primera ministra ofrece reducción de impuestos, ayudas energéticas, subsidios y mano dura contra la inmigración ilegal. Por el momento guarda sus críticas a la UE, aunque no serán pocas las presiones de Salvini para que Italia abandone el euro.

Por lo pronto, Meloni dice que están de acuerdo en continuar en la OTAN y afirma que no cambiará su postura respecto de Ucrania, aunque nuevamente La Liga y Forza Italia, partido con el que también habrá que formar gobierno, se manifiestan abiertos amigos y admiradores de Vladimir Putin.

A la política la felicitó en un mensaje el mandatario de Ucrania, Volodímir Zelenski, gesto al que Meloni contestó por la misma vía señalando: “Querido Zelenski, saben que pueden contar con nuestro leal apoyo a la causa de la libertad del pueblo ucraniano. ¡Mantente fuerte y mantén firme tu fe!”

Gobiernos inestables

Esta vez las tornas sí pueden cambiar dejando atrás el “gatopardismo” de otros tiempos en un país caracterizado por ser políticamente inestable, que en 67 años ha visto pasar 31 primeros ministros.

¿Cuánto durará Meloni en el poder? Lo que quiera Salvini. De hecho, él rompió en agosto de 2019 la coalición con los antisistema del Movimiento Cinco Estrellas (M5S), los ultraizquierdistas que en las elecciones de un año anterior lograron un histórico 32% de los votos y terminaron aliándose con un Salvini que no esconde sus ganas de ser primer ministro.

En cuatro años el elector italiano ha pasado de sentirse representado por la ultraizquierda a depositar ahora su confianza en dos partidos de la ultraderecha, el de Meloni y el de Salvini. Saltarán por todos los aires chispas entre dos egos tan fuertes, intentando cada uno imponer su visión del gobierno ultra o fascista que regirá a los italianos. Aunque Meloni viene diciendo que serán centroderecha.

Es verdad que Italia está metida dentro de un corsé impuesto por la UE y si quiere los 200 mil millones de euros que le tocarían del Fondo de Recuperación y Resiliencia de la UE tendrá necesariamente que enviar un presupuesto acorde con las exigencias de Bruselas.

La economía italiana precisa y requiere de ayudas. La gran mayoría son a fondo perdido, no tendrá que devolverlas, pero la UE no va a soltarlas si antes el gobierno de Meloni no envía un presupuesto detallando qué hará con cada euro y cuide un equilibrio entre ingreso, gasto y deuda que ya alcanza 156% del PIB.

Se trata de un importante balón de oxígeno en momentos en que la prima de riesgo amenaza con seguir subiendo y sus bonos a diez años cotizan a 4.3%; la situación interna es compleja y Meloni ha prometido una cascada de ayudas, bonos, rebajas y subsidios; para eso necesita el dinero de la UE.

La población de 59.55 millones de personas enfrenta una serie de vicisitudes con una tasa de desempleo de 7.9% en julio pasado, afectando más a las mujeres cuya tasa de desempleo es de 9.2%, y una inflación de 8.4% en agosto.

El PIB subió apenas 1% en el segundo trimestre del año y podría crecer marginalmente 0.7% para 2023, según el FMI.

Los jóvenes italianos están desencantados envueltos en una problemática de desempleos precarios e ingresos de hambre, mientras la masa de aquellos que ni estudian ni trabajan sigue aumentando.

También la brecha entre el norte y el sur del país es un agravante, tanto para el entendimiento nacional como para el avance de la economía. Y sucede a tal grado, que se refleja en el resultado electoral.

La abstención, según datos del Ministerio del Interior, fue de 36.1%, cifra histórica. Y fue más acuciosa en el sur porque una de cada dos personas no votó y en las regiones de Calabria (49%), Cerdeña (47%) y Campania (47%) fue todavía superior.

El sur que hace cuatro años dio una amplia victoria al ultraizquierdista M5S de Giuseppe Conte, con 32% de los votos, esta vez vivió una jornada de desencanto y dio a este partido solo 15% de los sufragios.

En contraste, en la bella región del norte en los Apeninos, en Emilia-Romaña, la participación fue de 72%, consolidando así el ascenso burbujeante de Meloni.

Los mismos demonios

Al dictador italiano Benito Mussolini terminaron fusilándolo el 28 de abril de 1945 y su cadáver fue pasto de la ira de los milaneses, que dejaron el cuerpo colgado en la Plaza Loreto en la ciudad.

Por muchos años no se habló más de fascismo, hasta que la bestia volvió a despertar en las generaciones más jóvenes.

La familia de Meloni viene de los barrios obreros y marginales, en los que se sienten desplazados por la mano de obra barata inmigrante; el diferente, lo diferente y los/las que vienen de fuera son solo amenazas.

Meloni cree que Mussolini era un héroe que solo amaba mucho a Italia, aunque los libros de historia dicen que nadie mató más italianos que él; menuda forma de amar a su país.

El problema real es que las generaciones más jóvenes que deciden resucitar demonios ignoran la historia, viven un imaginario de un tiempo mejor que no fue tal y pretenden retrotraerlo al presente.

Las ideologías ultra, de izquierdas o de derechas, permean porque el centro está debilitándose y a ello contribuyen la abstención y el ostracismo.

Para el analista Lorenzo Marsili, de The Guardian, Meloni no gobernará como Mussolini sino más bien al estilo del expresidente norteamericano Donald Trump. “Quienes tachan de fascistas a los Hermanos de Italia no entienden el punto. El partido de Meloni no es tanto el heredero del movimiento fascista de Benito Mussolini como el primer imitador europeo del Partido Republicano estadunidense”, de acuerdo con el experto.

Sea o no sea, no puede esconderse cierta dosis de intranquilidad en determinados sectores de la población. No es solo Italia, en realidad el espectro de la ultraderecha viene acechando a buena parte de los gobiernos europeos, cuyas democracias sufren tremendas sacudidas a medida que el panorama económico y social empeora y el elector experimenta una polarización que deja a unos ciudadanos escépticos para no acudir a las urnas y a otros tan enojados e irritados que deciden votar por los peores extremos. Cuando las cosas van mal, vuelven los mismos demonios.

Hace unos días era Suecia la que sacudía el espectro político europeo con Jimmie Akesson, de 43 años, como cabeza fuerte de los Demócratas de Suecia, prácticamente metiendo a la ultraderecha en un país que se había mantenido a lo largo de los años bajo gobiernos moderados. Quedó en segundo lugar con 20.6% de los votos y es la fuerza que más creció, lo mismo que en Italia la ultraderechista Meloni.

A mediados de septiembre renunció la socialdemócrata Magdalena Andersson como primera ministra y está a la espera de que se forme el nuevo gobierno en una nación polarizada por la postura sueca ante la invasión rusa de Ucrania y su ingreso en la OTAN junto con Finlandia, lo que ha llevado a romper su neutralidad de décadas.

La formación de un gobierno estable será complicada: prácticamente el bloque opositor tiene 49.6% de los votos y el bloque de centroizquierda 49 por ciento.

En Suecia la ultraderecha culpa de todos los males de su economía a la globalización. En Italia la ultraderecha culpa de todos los males de su economía a la inmigración ilegal y la pertenencia a la eurozona teniendo al euro como moneda común.

A nivel internacional este cuatrienio ha estado marcado, primero, por la guerra comercial-arancelaria entre Estados Unidos y China; segundo, por la irrupción de la pandemia en 2020; y, luego, por la invasión de las tropas rusas a Ucrania desde el 24 de febrero.

El desequilibrio persistente en los mercados de materias primas y las dificultades para que lleguen a tiempo a los compradores internacionales dejan a muchas empresas al borde del cierre, a los trabajadores sin empleo y a las familias pagando precios elevados por comer y por vivir.

La ultraderecha podría extenderse

No es solo Italia, donde gobernará, o Suecia, donde quedó como segunda fuerza: en realidad la ultraderecha ha venido creciendo en influencia en diversas partes de la Unión Europea (UE) como si fuese un fantasma que nunca se fue.

En la medida que empeora la situación económica, se agrava el ámbito social y cede el Estado de Bienestar europeo, el equilibro en el centro va diluyéndose, aumenta la abstención y los polos ideológicos ensanchan su influencia.

Habrá otras citas electorales importantes: el 9 de octubre Austria elegirá presidente. Alexander Van Der Bellen pretende reelegirse con los verdes y el Partido Popular.

En Bosnia y Herzegovina el 2 de octubre habrá elecciones legislativas y presidenciales en un momento nuevamente delicado en la situación interna del país. Se esperan hasta 100 observadores internacionales.

En la República Checa habrá elecciones presidenciales en enero de 2023 y la polarización actual apunta a fortalecer las ideologías extremas. En las últimas semanas la capital se ha convertido en escenario de marchas multitudinarias de ciudadanos checos pidiendo la salida de su país de la OTAN y de la UE, así como dejar de apoyar a Ucrania.

En Hungría gobierna el ultranacionalista Víktor Orbán, reelegido hace unos meses. Su relación con la UE sigue dinamitándose porque se opone a sancionar a la Rusia de su “amigo” Putin, a darle ayuda a Ucrania, a imponer un veto al gas ruso y a cualquier medida que afecte al Kremlin. La UE sancionó a Hungría por no respetar la democracia, los derechos humanos, ni luchar contra la corrupción y le congeló fondos de ayuda. Orbán anunció una consulta nacional sobre las sanciones de la UE a Rusia.

En Francia, Emmanuel Macron obtuvo una victoria pírrica en abril pasado y tiene un gobierno centrista que pende de un hilo. Le acecha una ultraderechista, Marine Le Pen, que podría en las próximas semanas intentar una moción de censura contra Macron, lo mismo que el bloque de una izquierda de diversos colores en la que Jean-Luc Melenchon quiere asumir el gobierno. Una nueva huelga convocada por los sectores sociales opositores a subir la edad de jubilación en Francia volverá a convertir las calles parisinas en el dolor de cabeza del Elíseo.

En España las elecciones generales serán en 2024. El actual presidente, el socialista Pedro Sánchez —gobierna en coalición con la ultraizquierda de Unidas Podemos—, quiere quedarse otros cuatro años más. El Partido Popular viene creciendo en las encuestas preliminares, mientras que la ultraderecha de VOX se ve formando gobierno con el PP para llegar a La Moncloa.