FINLANDIA CAMBIA LA GEOPOLÍTICA DEL BÁLTICO Y EL ÁRTICO

Su ingreso a la OTAN impulsa una reorganización geopolítica en Europa del Norte y Rusia encara la amenaza de sufrir el principal descalabro entre los países implicados.

Claudia Luna Palencia
Internacional
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Vladimir Putin no quería a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de vecina husmeando en el traspatio y ahora la tiene: el martes 4 Finlandia entró formalmente a la alianza y su bandera ya ondea libre al viento en el cuartel general de los aliados en Bruselas. Ahora falta formalizar el ingreso de Suecia.

“Es un gran día para Finlandia y un día muy especial para la OTAN. Rusia trató de crear una esfera a su alrededor. Estoy convencido de que los propios finlandeses se sienten más seguros”, declaró emocionado Sauli Niinistö, presidente de Finlandia.

A su vez, el mandatario norteamericano Joe Biden presumió de una OTAN más fuerte que nunca y mucho más unida que en décadas anteriores a raíz de la invasión rusa en Ucrania.

“Cuando Putin lanzó su brutal guerra de agresión pensó que podía dividir a Europa y a la OTAN. Estaba equivocado. Estamos juntos y fortalecidos por nuestro nuevo aliado: Finlandia. Y continuaremos preservando la seguridad transatlántica, defendiendo cada centímetro del territorio de la OTAN y enfrentando todos y cada uno de los desafíos”, aseveró convencido.

Para un sonriente Jens Stoltenberg, líder de la alianza trasatlántica, Finlandia tiene a su lado a los amigos y aliados más fuertes del mundo: “El presidente Putin tenía como objetivo declarado la invasión de Ucrania y quería menos OTAN. Él está obteniendo exactamente lo contrario”.

Al romperse la neutralidad finlandesa y sueca se propicia una realineación histórica de fuerzas que dotan a los países nórdicos de una nueva frontera de seguridad bajo un cónclave que ofrece el paraguas de la defensa colectiva como garantía absoluta.

Ha sido un paso de gigante para una nación estratégicamente situada en Europa del Norte y que limita con Suecia, Noruega y, por supuesto, con Rusia, país con el que comparte una larga frontera de mil 340 kilómetros; la que divide a Rusia con Ucrania, tiene una longitud total de mil 576 kilómetros.

La pacífica Finlandia está rodeada por el mar Báltico y también se adentra aproximadamente mil 300 kilómetros en el extremo norte hacia el Océano Ártico y, además, el Círculo Polar Ártico cruza Finlandia por la región de Laponia. Es decir, este país de poco más de cinco millones y medio de habitantes ocupa geográficamente un lugar estratégico por su vinculación con el Báltico y con el Ártico.

Su decisión temeraria de ingresar a la OTAN rompió su tradicional postura neutral de no buscar conflictos con su poderoso vecino ruso. De hecho, el presidente Niinistö siguió manteniendo reuniones bilaterales con Putin aun después de consumada la anexión de Crimea en 2014 y muy a pesar de las críticas de Occidente por esta postura.

A lo largo de su historia Finlandia ha sido también pasto de las ambiciones rusas: en 1809 dejó de ser parte de Suecia para ser anexionada por el Imperio Ruso y convertirse en el Gran Ducado de Finlandia hasta 1917, fecha en la que obtuvo su independencia.

Y sabe muy bien en sus carnes lo que es ceder territorio. En el siglo pasado, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército soviético pretendió apropiarse del Báltico tras la Guerra de Laponia (1944 a 1945) y con la firma de los tratados de 1947 y 1948 la extinta URSS se quedó con 10% del territorio finlandés.

En 1940 ya había perdido Viipuri, la segunda ciudad más importante después de Helsinki, actualmente conocida como Viborg. Sucedió en la llamada Guerra de Invierno.

Históricamente a Rusia le gusta apropiarse de las ciudades costeras. Durante la posguerra y la llamada Guerra Fría, Finlandia mantuvo una política de amistad, respeto y cooperación primero con la URSS y después con Rusia, que incluía una neutralidad casi exigida desde Moscú a un Estado pequeño por parte de un coloso nuclear. Y Helsinki sostuvo en buena medida sus compromisos.

Sus gobernantes siempre fueron cautos y precavidos de no molestar al Kremlin con declaraciones o posicionamientos que pudiesen causar alguna irritación. En los últimos decenios los finlandeses solo hablaban de paz y de no meterse en problemas.

Giro radical

Actualmente Finlandia construye a todo vapor una valla con alambre de púas que tendrá una altura de tres metros y una primera extensión de 200 kilómetros y que podría demorar hasta cuatro años en concretarse. El gobierno de Helsinki quiere cerrar los flancos más débiles en su paso fronterizo con territorio ruso.

En una primera instancia fue una decisión defendida por el gobierno de la primera ministra Sanna Marin en el momento en que ella contaba con los apoyos mayoritarios de su bloque socialdemócrata. Pero en las más recientes elecciones parlamentarias cayó víctima de su propia juventud e inexperiencia a tal punto, que su partido descendió a tercera posición y está a nada de salir del gobierno: los socialdemócratas han sido arrasados por el bloque más conservador de la Coalición Nacional y, en segundo lugar, por la ultraderecha con el Partido Finlandés.

Nadie pone en duda que Finlandia debe proteger sus fronteras y que ha sido un acierto entrar a la OTAN ante la amenaza rusa vigente (al menos durante el tiempo que gobierne Putin). A Marin la cuestionaron muchísimo por sus juergas, como en el caso de Boris Johnson, solo que el expremier británico las llevó a cabo en pleno confinamiento y mintió reiteradamente al respecto.

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Con la entrada de Finlandia en la OTAN este país nórdico ha sido muy valiente en desafiar a su vecino ruso al que ha dejado de respetar, para temerle. Ese temor ha llevado a los finlandeses al paraguas de protección de la alianza trasatlántica: solo así ha sido posible hacer añicos la postura de neutralidad de la que presumían. Su Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua con Rusia es ya papel mojado.

Durante años Helsinki ha sido sede de encuentros clave entre los líderes de EU y Rusia. Por ejemplo, en 1975 entre el presidente Gerald Ford y Leonid Brezhnev; en 1980 entre George Bush y Mijaíl Gorbachov; en 1997 entre William Clinton y Boris Yeltsin.

Es más, Clinton y Yeltsin hablaron precisamente de la ampliación de la OTAN ante la petición de los nuevos países formados tras el desmembramiento de la URSS. Entre 1990 y 1992 la URSS se rompió en 15 repúblicas.

Fue el mismo escenario para el encuentro entre Donald Trump y Putin en julio de 2018. Un evento que cubrió Vértigo in situ y al que los finlandeses se volcaron con mensajes de paz. La tranquila Helsinki jamás imaginó que casi cinco años después sería el trigésimo primer miembro de la OTAN.

Y que ahora preservar la paz es más que un simple deseo: una obligación. Porque la paz es una aspiración a la que hay que defender con sangre, sudor y lágrimas. Máxime en tiempos revueltos, con tantas ambiciones geopolíticas y geoeconómicas a la orden. Ha sido una decisión pragmática ante el desconcierto, porque las pretensiones imperialistas de Putin podrían no parar en Ucrania.

Cuando se disolvió la URSS en 1991 el gobierno de Helsinki aprovechó la oportunidad para integrarse con la Unión Europea (UE) en 1995 y adoptó el euro como moneda única a partir del 1 de enero de 2002.

Luego de la invasión de las tropas rusas a Ucrania el 24 de febrero de 2022, Finlandia inició una rápida petición de ingreso a la OTAN el 18 de mayo del mismo año, apoyada tanto por el presidente Niinistö, de posición conservadora (Coalición Nacional), como por la primera ministra Marin, de filiación izquierdista.

A Finlandia se sumó Suecia cuyo gobierno sigue esperando a que Turquía levante el veto para su ingreso en la alianza trasatlántica. El presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, mantiene su postura reacia contra el gobierno sueco porque lo acusa de dar cobijo a extremistas y terroristas kurdos condenados por el régimen turco.

Turquía entró en la OTAN en 1952 y es una condición que cada país candidato cuente con el aval de todos los miembros de la alianza y sea ratificado por cada uno de los parlamentos de dichos países. También Hungría veta a Suecia.

Finlandia demoró casi un año en ingresar a la alianza trasatlántica, tras mucho cabildear y negociar con el gobierno turco y húngaro. Al final los parlamentos de ambos países dieron su respaldo.

Militarizar el Ártico

Hoy es Ucrania, pasado mañana el Báltico y el Ártico. Finlandia, Suecia y Noruega tienen mucho que ver y Rusia no esconde sus ambiciones por militarizar el Ártico, convertido en la nueva atalaya del siglo XXI.

La disputa es por el control del Ártico: del petróleo que se estima podría explotarse; de las futuras rutas marítimas; el papel que podría jugar en materia militar. Para la OTAN su nuevo aliado tendrá un rol crucial.

Por lo pronto, otro hito: Finlandia, Noruega y Suecia anunciaron una defensa aérea unificada. Habrá un comando nórdico para vigilar el espacio aéreo que comparten e incluso harán ejercicios militares conjuntos; entre los tres suman 237 aviones de combate. Al final Putin lo ha hecho posible: el miedo lo ha hecho posible.

Desde la perspectiva de Janne Kuusela, directora de política de defensa del Ministerio de Defensa de Finlandia, con solo mirar el mapa es evidente por qué la región ártica es tan importante: “Aunque Finlandia no es un país ártico litoral, una parte considerable del territorio finlandés se ubica por encima del Círculo Polar Ártico. Finlandia se encuentra en las regiones del Ártico y el mar Báltico, que son percibidas cada vez más por los planificadores de defensa como un único teatro operativo del norte de Europa”.

En su opinión el amplio interés geopolítico hacia la región ártica no es un fenómeno nuevo por su importancia estratégica militar, que en este siglo proyecta además como una ruta clave de navegación. “El Ártico no está aislado de dinámicas y desafíos de seguridad global más amplios, ya sea la gran competencia de poder o los impactos del cambio climático. Rusia es un actor clave en el Ártico, sobre todo militarmente, dado que controla una parte significativa de la línea costera del Ártico y tiene fuertes intereses económicos y de seguridad en la región. Y luego China se ha declarado como un Estado cercano al Ártico e incluyó las líneas marítimas del Ártico en su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda”.

¿Qué está haciendo Finlandia al respecto? Kuusela explica que el gobierno finlandés elabora una nueva estrategia en el renglón de la política ártica, que establecerá una serie de objetivos a largo plazo y los recursos necesarios para alcanzarlos. En un futuro podría darse una confrontación bélica por el control del Ártico.

“La cooperación en defensa con nuestros socios es un elemento esencial de la política de defensa finlandesa. La cooperación en el norte es muy estrecha con Noruega y Suecia. También nos beneficiamos de una cooperación regional más amplia en el marco de la cooperación nórdica en materia de defensa en la que participan Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia. Otro grupo importante es la fuerza expedicionaria conjunta liderada por los británicos, que incluye a nueve países del norte de Europa. Este grupo ha elegido las regiones del Alto Norte, Atlántico Norte y Báltico”, señala.

Kuusela refiere que los ejercicios desempeñan un papel clave en el desarrollo de la interoperabilidad y el entendimiento común. Las fuerzas de defensa finlandesas realizan ejercicios nacionales regulares en condiciones árticas y participan en ejercicios árticos en el extranjero, por ejemplo, el Arctic Challenge.

Con el ingreso de Finlandia la OTAN tiene la intención de buscar un reequilibrio de fuerzas en Europa del Norte y reforzar las posiciones de los países nórdicos. Putin, quien quería menos OTAN, está consiguiendo justamente todo lo contrario.

Tres décadas de cooperación

En los últimos 30 años la asociación de Finlandia con la OTAN se basó históricamente en su política de no alineación militar, que cambió tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia.

La cooperación comenzó cuando Finlandia se unió a un foro multilateral para el diálogo que reúne a todos los aliados y países socios en el área euroatlántica desde 1997.

Durante muchos años antes de su adhesión Finlandia había sido uno de los socios más activos de la alianza y un valioso contribuyente a las operaciones y misiones dirigidas por la OTAN en los Balcanes, Afganistán e Irak.

Finlandia participó por primera vez en una operación dirigida por la OTAN en 1996, cuando contribuyó con un batallón a la fuerza de mantenimiento de la paz en Bosnia y Herzegovina.

A partir de 2014 Finlandia participó en la Plataforma de Interoperabilidad que reúne a los aliados con socios seleccionados que contribuyen activamente en las operaciones de la OTAN.

En 2017 Finlandia y la alianza trasatlántica firmaron un acuerdo marco político para la cooperación en ciberdefensa.

Reacción y amenaza

La adhesión de Finlandia a la OTAN provocó que el Kremlin califique esta acción como un “peligroso error histórico” que solo contribuirá a debilitar la seguridad en la región y en general.

Desde Moscú el gobierno ve que es una forma más de acercarse a un choque porque incrementa el riesgo de conflicto y obligaría a Rusia a tomar medidas más drásticas.

El ministro de Defensa, Sergei Shoigu, declaró que el ingreso de Finlandia a la alianza crea riesgos “significativos de una expansión del conflicto” y habrá una respuesta al respecto.

Para Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, lo que ha sucedido es una invasión “de nuestra seguridad”, que vulnera los intereses nacionales de Rusia en la región y terminará dañando los lazos entre Moscú y Helsinki.

Vladimir Putin, quien tradicionalmente califica a la OTAN como “un imperio de ambiciones”, llegó a decir que la pertenencia de Finlandia a la alianza no es una amenaza inmediata. Aunque, advirtió, Rusia llevará a cabo una serie de acciones como contramedida.