Crisis económica suma desconfianza en gobierno de Bolivia

Además de acusaciones de un “autogolpe de Estado”

Redacción
Internacional
Compra de dólares en Bolivia.
Foto: AP

La Paz, Bolivia, 1 de julio. Carteles que dicen “Compro dólares” se alinean en las puertas del comercio de zapatos de Víctor Vargas en un mercado popular al aire libre en una de las ciudades más grandes de Bolivia, un intento desesperado por mantener vivo su negocio familiar.

Hace apenas unos años, Vargas de 45 años abría las puertas a las 8.00 de la mañana a una multitud de clientes que ya esperaban para comprar tenis importados de China. Pero ahora su tienda está bastante vacía.

“Casi nadie ya nos compra. Nosotros estamos en una crisis”, lamentó.

Vargas es uno de los muchos bolivianos que se han visto afectados por la agitación económica en la pequeña nación sudamericana, con una hiperdependencia de larga data –y ahora escasez– de dólares.

La crisis actual se ha visto exacerbada por una larga disputa entre el presidente Luis Arce y el que fue su aliado el exmandatario Evo Morales por el control del partido de gobierno previo a las elecciones presidenciales del próximo año. Muchos bolivianos han perdido la confianza en Arce, mientras que el líder de izquierda de 60 años continúa negando que el país andino esté atravesando una crisis económica.

“Bolivia tiene una economía que crece, una economía en crisis no crece”, aseguró Arce en una reciente entrevista con The Associated Press. Lo que hay son “problemas transitorios” como la escasez de dólares y combustibles que “estamos resolviendo”.

La profunda desconfianza hacia el gobierno llegó a un punto crítico el miércoles 26 de junio luego de un desplazamiento de militares con vehículos blindados en la sede del gobierno en La Paz, que el gobierno de Arce calificó como un intento de “golpe de Estado fallido”.

Sus críticos lo han tildado como un “autogolpe” preparado para levantar la imagen política de un líder impopular previo a los comicios del 2025.

La mayoría de los bolivianos que hablaron con la agencia AP indicaron que ya no creen en lo que dice Arce y consideran que el gobernante le vendría mejor abordar los problemas de la economía boliviana y dedicar menos tiempo a realizar maniobras políticas.

Morales (2006-2019) se sumó el domingo a quienes dudan de la versión oficial sobre el movimiento militar del miércoles. Acusó a Arce de engañar al pueblo boliviano, al orquestar un “autogolpe” con el fin de ganar puntos políticos entre el electorado en medio de las disputas en el partido Movimiento al Socialismo (MAS), en el poder.

El alza del costo de vida y el deterioro de la economía, sumado a las disputas con Morales, han hecho que Arce pierda fuerza y credibilidad, según los críticos.

“No sé en qué lugar de Bolivia vive (Arce). Yo le invitaría a que pase por aquí para quedarse en este establecimiento por lo menos un día”, señaló Vargas, el comerciante de zapatos en el mercado de La Paz. “Pasarse al día siguiente al otro lado de mis vecinos para ver si hay economía”.

Vargas considera que la crisis económica se agudizó por la falta de dólares en los últimos tiempos. Dice que puede pagar hasta un 40% más que el tipo oficial de cambio por cada dólar, pues necesita los billetes verdes para comprar mercadería ante la escasez en los bancos y tiendas legales.

La crisis económica de Bolivia tiene sus raíces en una compleja combinación de hiperdependencia del dólar, agotamiento de las reservas internacionales, deuda creciente y fracasos en la producción de productos como el gas, que alguna vez fue motor de prosperidad en el país.

Esto ha representado que Bolivia se haya convertido en gran medida en una economía importadora “totalmente dependiente de los dólares”, expresó Gonzalo Chávez, analista económico y profesor de la Universidad Católica de Bolivia. Eso alguna vez funcionó a favor de Bolivia, convirtiéndola en una de las economías de más rápido crecimiento de la región.

La familia Vargas abrió el negocio de zapatos hace casi 30 años al considerarlo una forma de asegurar la estabilidad económica para las generaciones venideras. Ellos importan zapatos de China, los pagan en dólares y los venden en la moneda boliviana —los bolivianos—. Sin dólares, no tienen negocio.

En medio de la crisis, lo que ha surgido es un mercado negro de dólares en el que muchos vendedores traen dólares verdes de los vecinos Perú y Chile y los venden a precios especulativos.

Pascuala Quispe, de 46 años, pasó el sábado caminando por el mercado del centro de La Paz yendo a diferentes casas de cambio, buscando desesperadamente dólares para comprar repuestos de automóviles. Si bien el tipo de cambio oficial que figura en las casas de cambio es de 6,97 bolivianos por dólar, le dijeron que el precio real era de 9,30 bolivianos, demasiado alto para la dueña de un camión que exporta aceite vegetal. Así que siguió caminando, con la esperanza de encontrar suerte en otra parte.

“Como el dólar ha subido los repuestos de auto, las llantas, están más caras, ya no hay dólar y entonces todo está subiendo”, afirmó Quispe. “No hay forma de vivir en Bolivia”.

El alza de los precios está por todos lados, lo que hace que la gente deje de comprar zapatos, carne y ropa, mientras que la clase pobre y trabajadora se ha sumido en una mayor pobreza. Los bolivianos hacen bromas acerca de guardar su dinero en el “colchón bank (banco)" porque no confían en los bancos.

Otros vendedores como Vargas pegan carteles en las puertas de sus negocios con la esperanza de que los vendedores intercambien dólares a un precio más razonable.

Si bien Bolivia cuenta con las reservas de litio más grandes del mundo –un metal de alto valor clave para la transición verde– la inversión en ese y otros sectores sólo es viable en el largo plazo en gran medida debido a fracasos gubernamentales, dijo Chávez, el analista.

Todo este panorama económico adverso sólo se ve agravado por las peleas en curso entre Arce y Morales, quien recientemente regresó del exilio después de renunciar durante los disturbios de 2019, que el expresidente cocalero sostiene que fueron un golpe de Estado en su contra.

Mientras tanto, un mayor descontento ha alimentado oleadas de protestas y huelgas en los últimos meses. Las protestas y los bloqueos de carreteras le han dado otro golpe económico a Vargas, el vendedor de zapatos, porque clientes de todo el país ya no viajan a comprar productos con las marchas en curso.

“Arce y Evo Morales se pelean por quién es más poderoso”, expresó dijo Vargas. “Pero ninguno de los dos gobierna para Bolivia... Hay mucha incertidumbre”.

Morales, que todavía ejerce un gran poder en Bolivia, ha impedido que el gobierno de Arce apruebe medidas en el Congreso para aliviar la agitación económica, algo que según dijo Arce a la AP es un “ataque político”.

Morales ha avivado los rumores de que un asalto militar al palacio de gobierno, encabezado por el ex comandante militar José Zúñiga, fue un truco político organizado por Arce para ganarse la simpatía de los bolivianos. Ese rumor lo inició el propio Zúñiga al ser detenido.

Las disputas políticas aumentan la preocupación de muchos, como el camionero Edwin Cruz, de 35 años, quien debe esperar en largas filas por horas e incluso días para adquirir diésel y gasolina debido a la escasez intermitente causada por la falta de divisas.

Cruz dijo que tiene que conducir hasta la ciudad desde zonas rurales fuera de La Paz para llenar su tanque de gasolina. Guarda una manta, una almohada y un colchón pequeño en su camioneta para las noches que tiene que esperar en las colas. Cruz se encuentra entre los que, sin interés en votar por Arce o Morales, dicen que Bolivia necesita un “outsider” que se postule para presidente.

“El diésel vale oro ahora”, señaló Cruz. “La gente no es idiota. Y con todo esto del ‘autogolpe’, este gobierno no puede quedarse”.

Vargas, por su parte, no sabe qué hará con la zapatería de su familia. La tienda que fue un motivo de orgullo se ha convertido en una sangría financiera. Sus cuatro hijos desean dejar Bolivia para estudiar o trabajar en otra parte. De hecho, uno de ellos ya se marchó a China para trabajar en ese país.

“Ya no quieren vivir aquí", aseguró Vargas en su tienda vacía. “Así estamos en Bolivia, no hay futuro”.

(Información de Paola Flores y Megan Janetsky, AP)