El caso Pelicot, que ha terminado con condenas a 51 hombres por violación bajo sumisión química, debe ser un “llamado de atención sobre el nivel de violencia sexual perpetrada contra mujeres y niñas”, señaló la relatora especial* Reem Alsalem.
“Una de las consecuencias más significativas de este juicio es que ha revelado la banalidad de los violadores en nuestra sociedad. A menudo son hombres de todos los ámbitos de la vida: hombres comunes que aparentemente tienen familias, trabajos y responsabilidades regulares”, dijo la relatora especial sobre la violencia contra mujeres y niñas.
El juicio, celebrado en Aviñón, en el sur de Francia, también ha puesto de manifiesto el impacto dañino de la industria de la pornografía, así como de la tecnología digital, y cómo estas facilitan y aceleran la cosificación, el abuso y la ejecución de la violencia masculina contra mujeres de todas las edades, llevándola a niveles epidémicos, añadió Alsalem.
Para la relatora, el suceso “ha demostrado la necesidad de una definición clara de consentimiento” en casos de violación individual, grupal y masiva, así como la imposibilidad o irrelevancia del consentimiento en muchos casos relacionados con abuso y explotación sexual. Alsalem recordó que mientras algunos Estados están considerando enmendar sus definiciones de violación para incluir la ausencia de un consentimiento verdadero y significativo, unos 60 países en el mundo ni siquiera han prohibido la violación conyugal.
“El juicio de Mazan (la localidad francesa donde vivían la víctima y su agresor) también ha demostrado los crecientes riesgos que enfrentan mujeres y niñas a través de nuevas formas y herramientas de abuso para violarlas y abusar de ellas sexualmente, como el uso de drogas”, apuntó la experta.
El 19 de diciembre, Dominique Pelicot fue condenado por violación agravada por drogar y violar repetidamente a su exesposa, Gisèle Pelicot, durante varios años. También organizó violaciones por parte de otros hombres y filmó y distribuyó las imágenes de las repetidas agresiones sexuales.
El atroz abuso se prolongó durante más de una década e involucró al menos a 72 hombres más, convirtiéndolo en uno de los casos más graves de abuso y explotación sistemáticos. Otros cincuenta hombres fueron condenados por su participación en las agresiones.
“La señora Pelicot ha demostrado un coraje y resiliencia extraordinarios al decidir superar su propio impacto y dolor para renunciar a su anonimato y permitir que las pruebas de estos horrendos crímenes salgan a la luz pública”, subrayó Alsalem. “Al hacerlo, ha cambiado por completo la conversación en torno a la violación y sobre quién recae la responsabilidad”.
Alsalem se unió a Gisèle Pelicot para rendir homenaje a las víctimas no reconocidas de crímenes similares que enfrentan enormes barreras estructurales que les han impedido dar un paso adelante y obtener justicia.
Es preocupante que, a pesar de la clara evidencia, los perpetradores masculinos de violencia contra las mujeres elijan rechazar su responsabilidad en lo que “solo puede describirse como tortura, trato inhumano y degradante hacia las mujeres”, y busquen minimizar las consecuencias de sus acciones, señaló la relatora.