A un año de la toma del gobierno por parte del Talibán, Afganistán ha perdido los escasos avances que logró en dos décadas de guerra y ocupación por parte de Estados Unidos, tanto en libertades públicas como en pluralismo político y bienestar social, cuyos cimientos avanzaban a pesar de una fuerte corrupción de las autoridades.
La minoría chií hazara ha sido la más golpeada por la persistencia del terrorismo en el país, junto a la pacífica secta sufí, cuya mezquita de Kabul sufrió un atentado en el que murieron diez personas en abril al término del Ramadán.
A la violencia contra distintas etnias contrarias al Talibán se suma la amenaza de hambruna que encaran unos seis millones de ciudadanos, aunque los efectos de la malnutrición afectan ya a 19 millones en total; es decir, la mitad de los más de 39 millones de población que posee Afganistán.
No hay duda: Afganistán se hunde tanto en lo económico como en un creciente aislamiento internacional.
Puertas abiertas
El 15 de agosto de 2021 el régimen talibán retomó el poder en Afganistán luego de una fuerte ofensiva militar por todo ese país, donde conquistó de forma rápida e inusitada 23 de las 34 provincias, hasta alcanzar el control de Kabul, la capital, que ya habían gobernado de manera brutal entre 1996 y 2001.
La ofensiva se aplicó en respuesta al anuncio del gobierno de Estados Unidos para retirarse de Afganistán luego de mantener tropas en ese país durante 20 años.
Ante la entrada triunfante del ejército talibán a Kabul, el presidente Ashraf Ghani huyó a Abu Dabi y anunció su renuncia luego de admitir su derrota militar.
Estados Unidos, a su vez, concretó el retiro de sus tropas de manera por demás atropellada, lo que desató escenas de caos y desesperación entre cientos de miles de personas que buscaban salir del país y escapar del nuevo régimen.
Las imágenes registradas entonces dieron la vuelta al mundo. Afganos y extranjeros aterrorizados tomaban lo que podían de sus pertenencias y salían por las fronteras. Otros acudían al aeropuerto de Kabul para abordar los últimos vuelos de salida, pero no había cupo: la gente se colgaba y caía de las alas de los aviones. Decenas de madres entregaron a marines estadunidenses sus bebés para sacarlos del país.
En medio de la desesperación, el 26 de agosto un atacante suicida explotó una bomba entre la multitud, dejando más de 100 muertos, incluidos 13 soldados estadunidenses.
Desde entonces la Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que más de 120 mil personas han sido evacuadas de Kabul, la mayoría de ellos afganos colaboradores con otros países y sus familias, cuyas vidas corrían peligro.
Economía
Hoy Afganistán vive sumido en la pobreza. La última cifra del Banco Mundial (BM) sobre la renta per cápita indica que esta cayó más de un tercio en el último trimestre de 2021. La institución financiera señala que alrededor de 37% de las familias no posee dinero suficiente para comprar alimentos.
En las condiciones actuales, las perspectivas de la economía son adversas y el Producto Interno Bruto (PIB) real per cápita del país se reduciría en 34% para finales de 2022 si la situación actual persiste, advierte el BM.
Por su parte, la Organización de Naciones Unidas (ONU) apunta que las personas con hambre aguda en Afganistán aumentaron a 23 millones en marzo y la situación afecta sobre todo a los niños, puesto que tres millones 500 mil pequeños necesitan tratamiento nutricional.
Actualmente 97% de los afganos vive por debajo del umbral de la pobreza y más de la mitad de la gente necesita asistencia.
Tobias Haque, economista principal del Banco Mundial señala que “Uno de los países más pobres del mundo se volvió mucho más pobre”.
A tanta pesadumbre se agrega un terremoto que produjo más de un millar de víctimas mortales y destruyó diez mil hogares en una región fronteriza con Pakistán en junio.
Asistencia
La ayuda humanitaria que necesita Afganistán para hacer frente a todas sus desgracias está muy lejos de los esfuerzos realizados hasta ahora por las organizaciones internacionales, con la limitación adicional que significa el bloqueo de los activos del Estado en cuentas occidentales, a las que no tendrán acceso los talibanes mientras se mantenga y siga aumentando la represión en su país, sobre todo contra las mujeres.
En enero una delegación del talibán se reunió en Oslo, Noruega, con representantes de la Unión Europea, EU, Reino Unido, Noruega, Alemania, Italia y Francia en busca de la liberación de diez mil millones de dólares en activos del banco central de Afganistán bloqueados por EU y sus aliados. Sin embargo, para ello, el régimen talibán necesita ser reconocido internacionalmente y cumplir las promesas anunciadas a su llegada al poder.
Y es que cuando se hicieron del control del país los talibanes ofrecieron una amnistía general, pero durante su primer año al frente no dejan de suscitarse denuncias sobre purgas contra antiguos funcionarios, miembros de las fuerzas de seguridad y excolaboradores de las tropas internacionales.
Un informe de la ONU reveló que los islamistas han llevado a cabo más de un centenar de ejecuciones extrajudiciales. La UNAMA (Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Afganistán) sigue recibiendo denuncias creíbles de asesinatos, desapariciones forzadas y otras violaciones a los derechos humanos.
Intolerancia
Junto con la amnistía los islamistas prometieron un gobierno inclusivo y tolerante con las minorías y las mujeres, pero el Ejecutivo está compuesto solo por hombres del movimiento talibán y en su mayoría de la etnia pastún.
Las restricciones impuestas a las mujeres son preocupantes. Es continuo el retroceso de sus derechos, están totalmente desaparecidas e invisibles de la vida pública y especialmente el acceso de las jóvenes a la educación quedó prohibida por los talibanes desde marzo.
Asimismo, son cada vez mayores las limitaciones a su libertad de movimientos y al derecho al trabajo, mientras se incrementan los matrimonios forzados y la violencia, con preocupante intensidad en las zonas alejadas de las ciudades.
También aumentan las restricciones de vestimenta más rigoristas a cargo del Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Persecución del Vicio.
Así, la guerra, la pobreza y el aislamiento internacional se imponen en el primer aniversario del retorno al poder del régimen fundamentalista.
Afganistán en crisis
Es altamente dependiente de la ayuda internacional. En 2020 hasta 40% del PIB provino de ayudas internacionales, congeladas desde mediados de agosto.
Más de un millón de niños están gravemente desnutridos; la mitad de la población afgana pasa hambre. Uno de los factores agravantes del desastre humanitario son las sanciones contra los talibanes.
El Banco Mundial reportó que 75% de la población no obtiene suficientes alimentos y 58% no halla refugio.
Según la ONU 80% de la economía afgana es informal, con un papel preponderante de las mujeres, que están impedidas de trabajar.
Nueve de cada diez afganos sufre escasez de alimentos; más de 19 millones de personas tienen tan poca comida, que necesitaría ayuda urgente.
Fuentes: ONU y BM