2024 presentó la particularidad de ser un año colmado de elecciones que vinieron a renovar el mandato sobre poco más de la mitad de la humanidad. Así, la generación de una expectativa rampante sobre la efectividad de los gobiernos entrantes tendrá que contar con una resolución para el año que inicia.
Más allá de hablar de escenarios fatalistas sin apoyo de datos y objetivas reflexiones, es un ejercicio de responsabilidad analizar cuál puede ser el escenario que se presente para 2025, que llega con augurios de grandes retos. Nuestro país no está exento de tal dinámica y escenario. En un arranque de gobierno de Donald Trump bien se puede configurar un clima complicado para una economía mundial, y subrayadamente mexicana, que actualmente busca estabilidad a través de gasto y finanzas ordenadas, pero por igual busca resultados fincados en oportunidades de inversión y desarrollo en nuestro territorio.
El ensayo escrito en su momento por Alan Riding que se publicó en el lejano 1985 vendría a delinear un primer esbozo de una de las relaciones entre países más complejas del orbe: la relación histórica entre México y Estados Unidos ha resultado en un poliedro intrincado que, a casi cuatro décadas de ese estudio, se actualiza y evoluciona de forma vertiginosa.
En nuestro país la forma legitimada por la ley para el acceso al poder mediante cargos de elección popular es la postulación mediante el soporte de un partido político o, en su caso, como candidatos independientes mediante ciertos requisitos especiales.
Aun cuando el tema se ha normalizado al grado de que en muchos análisis ya no es una novedad inexplorada, todavía quedan aristas que abordar con relación al funcionamiento de una democracia con un mundo digital vertiginoso que no encuentra fronteras.
Aun cuando en cualquier escenario posible la relación México-Estados Unidos estaba en un punto de ebullición propicio para el endurecimiento, el triunfo de Donald Trump viene a proponer un escenario de retos mucho más hondos que aquellos que se avizoraban con la candidata demócrata.
Una reunión de un grupo de altísimo nivel que involucra a países que reúnen más de la mitad de la población mundial es lo que significa BRICS. Las siglas de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica componen el acrónimo de un conglomerado de poderosos mandatarios cuyo objetivo es cambiar el orden mundial. Nacida aparejada al milenio, cuando en 2001 Goldman Sachs “bautizó” a esta organización, los BRICS ha buscado constituirse en un real equilibrio ante la hegemonía de los Estados Unidos y Europa Occidental. Sin embargo, a pesar de una rectoría clara para la causa rusa, no se ha podido presentar como un frente realmente unido; como un conglomerado sólido con una agenda pactada y un programa de acción. Pero con la mera imagen de Putin y Xi Jinping dándose la mano se envía un poderoso mensaje que acrecentará los nervios de muchos.
A prácticamente horas de conocer al conductor de los destinos de Estados Unidos, México libra sus propias batallas al inaugurar el sexenio. Se sabe que los estilos y oferta política de Trump y Harris encuentran contrastes que definirán nuestras propias acciones y políticas como nación. Sin embargo, con total independencia de quién resulte electo para el nuevo ejercicio de gobierno norteamericano, hay un listado de cuestiones que ineludiblemente tendrán que encontrar desahogo.