Washington, Estados Unidos, 28 de abril. Uno fue a Estados Unidos, el otro fue a China: un símbolo de los tiempos que se viven.
Mientras el presidente suizo estaba en Washington la semana pasada para presionar a los funcionarios de Estados Unidos sobre el arancel del 31% que el presidente Donald Trump amenazó imponer a los productos suizos, el ministro de Relaciones Exteriores de Suiza estaba en Beijing, expresando la disposición de su nación para fortalecer la cooperación con China y mejorar un acuerdo de libre comercio.
A medida que la guerra comercial de Trump enfrenta a las dos economías más grandes del mundo, los aliados y socios de Estados Unidos se están acercando a China para cubrir sus apuestas. Esto ocurre mientras Trump trastoca una década de política exterior estadunidense, incluida la suya propia desde su primer mandato, y trata de hacer que el resto del mundo se una contra China. Pero al mismo tiempo amenaza con darle a Beijing más influencia en cualquier eventual diálogo con la administración estadunidense.
Con Trump diciendo que los países están “besando mi trasero” para negociar acuerdos comerciales o arriesgarse a impuestos de importación severos, Beijing está extendiendo la mano a países lejanos y cercanos. Se presenta como una fuerza estabilizadora y un socio comercial predecible, tanto para amortiguar el impacto de los aranceles de Trump como para forjar lazos comerciales más fuertes fuera del mercado estadunidense.
El primer ministro de Singapur, Lawrence Wong, declaró en un discurso el 16 de abril: “Estados Unidos y China están ahora enfrascados en una feroz competencia por la supremacía global. Ambas potencias afirman que no desean forzar a los países a elegir bandos. Pero en realidad, cada una busca atraer a otros más cerca de sus respectivas órbitas”.
Los aranceles sobre los productos chinos están por las nubes
Trump pausó algunos de sus aranceles más pronunciados sobre la mayoría de los socios estadunidenses por 90 días después de que los mercados financieros globales cayeran en picada. Pero el presidente republicano ha elevado los aranceles sobre los productos chinos al 145%, lo que ha provocado reproches de Beijing, que ha prometido “luchar hasta el final”. Las empresas estadounidenses advierten sobre precios más altos, lo que significa que Trump podría enfrentar tanto una mayor inflación como estantes vacíos en las tiendas.
La magnitud de los impuestos ya está afectando dramáticamente las importaciones estadunidenses, con los contenedores de envío que llegarán al Puerto de Los Ángeles disminuyendo casi un 36% en las últimas dos semanas, según Port Optimizer, que rastrea los buques. Esto está dando urgencia tanto a Estados Unidos como a China para reforzar el apoyo de socios alternativos.
Mientras los funcionarios de la administración Trump sugieren que el presidente podría aliviar las tasas de los aranceles sobre los productos chinos a su discreción, no ha habido indicios de que esté buscando una reducción. Eso, después de todo, podría sugerir que sus políticas proteccionistas estaban perjudicando la economía estadounidense.
“Obviamente quieren hacer un trato”, indicó Trump a los periodistas el domingo, diciendo que Estados Unidos había dejado de comerciar con China de manera abrupta. “En este momento, no están haciendo negocios con nosotros”.
La Casa Blanca ha enmarcado cualquier negociación como entre el presidente de Estados Unidos y el presidente chino Xi Jinping, pero ninguno de los líderes parece dispuesto a hacer el primer acercamiento sin algún tipo de concesión. Los dos países ni siquiera pueden ponerse de acuerdo públicamente sobre si están manteniendo conversaciones.