El colaborador que trabaja sin descanso es autoexigente y perfeccionista podría parecer, a simple vista, la apuesta a ganar de cualquier empresa. Sin embargo, esto no siempre es así, incluso, puede significar altos costos.
“En el entorno laboral, el perfeccionismo y la autoexigencia son características muy valoradas en los colaboradores. Sin embargo, vale la pena preguntarnos si estos rasgos contribuyen a la eficiencia y la productividad o, por el contrario, generan más problemas que beneficios. Aunque son rasgos que pueden ayudar a las personas a alcanzar sus metas y tener éxito, en exceso, estos pueden desencadenar estrés, ansiedad y problemas de salud mental”, afirma Yunue Cárdenas, Coordinadora del HUB de psicología de Affor Health, empresa especializada en gestionar y mejorar la salud psicosocial de las personas en las organizaciones.
Cuando un colaborador se siente obligado a cumplir con un estándar imposible de perfección, el precio a pagar es alto, ya que puede experimentar frustración y ser poco tolerante al error.
“La autoexigencia sucede cuando la parte que exige dentro de una persona no es capaz de empatizar con la parte a la cual se le exige y se centra únicamente en la meta a alcanzar. Esta falta de diálogo interno lleva a una acumulación de angustia, enojo y a la disminución en la autoestima”, explica la Coordinadora del HUB de psicología de Affor Health.
En tanto, el perfeccionismo, que se caracteriza por la búsqueda de la excelencia, puede ser un rasgo deseable, siempre y cuando se gestione con asertividad.
“El perfeccionismo es funcional cuando se orienta hacia la mejora continua. Los empleados perfeccionistas suelen ser muy detallistas y comprometidos con su trabajo, lo que puede conducir a productos y servicios de alta calidad. Además, impulsa la innovación, ya que las personas perfeccionistas no se conforman y buscan constantemente nuevas y mejores formas de hacer las cosas”, añade Cárdenas.
Sin embargo, cuando este no se gestiona de manera correcta puede tener efectos adversos, como el agotamiento, que suele afectar la salud mental y física y disminuir la productividad a largo plazo. Otro costo es la ineficiencia, donde los empleados pasan tanto tiempo revisando y mejorando su trabajo que le es imposible cumplir plazos.
Un ambiente laboral excesivamente perfeccionista puede crear una cultura de miedo al fracaso, donde los empleados eviten tomar riesgos e innovar por temor a no cumplir con los estándares.
Affor Health da algunas recomendaciones para que las empresas trabajen, de manera conjunta con sus colaboradores en la gestión de la autoexigencia y el perfeccionismo:
● Establecer metas realistas: Para que el perfeccionismo sea un activo y no una carga, las empresas deben establecer metas realistas y objetivos alcanzables y medibles.
Es necesario evaluar, periódicamente, los objetivos para asegurarse de que siguen siendo realistas e involucrar a los empleados en el proceso ya que esto aumentará el compromiso y la responsabilidad hacia el cumplimiento de estos.
● Proporcionar herramientas para gestionar el estrés: La autoexigencia y el perfeccionismo suelen conducir a niveles elevados de estrés que no solo afecta la salud mental del colaborador, sino que puede perjudicar la dinámica del equipo y la productividad de la empresa.
Es deseable implementar programas de manejo del estrés, dar acceso a recursos de salud mental, como asesoría y apoyo psicológico, además de promover los descansos regulares y la desconexión.
● Fomentar una cultura del aprendizaje: El que los colaboradores solo se enfoquen en el resultado puede impedirles experimentar con nuevas ideas o métodos por temor a cometer errores. Una cultura del aprendizaje enfatiza el valor del crecimiento y la mejora continua y ayuda a los empleados a ver los errores como oportunidades.
Se recomienda incentivar a los colaboradores para que participen en cursos, seminarios y conferencias que los mantengan actualizados y les permitan adquirir nuevas habilidades.
● Incentivar una comunicación abierta y transparente: Una comunicación abierta y transparente aliviará estas tensiones, permitiendo a los empleados expresar sus dificultades y buscar soluciones colectivas.
● Integrar a los colaboradores como agentes activos: Esto implica adoptar estrategias como la autoevaluación reflexiva, el desarrollo de la autocompasión, el establecimiento de objetivos realistas, la gestión efectiva del estrés, la promoción de una comunicación abierta, y el reconocimiento del progreso.