EL NUEVO ORDEN ÁRABE DEL DEPORTE

“Golfo Pérsico, capital mundial del deporte”.

Esaú Sánchez
Deportes
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Luego de la salida de Lionel Messi del Paris Saint-Germain (PSG) los rumores de su llegada a la Liga Profesional Saudí (SPL, por sus siglas en inglés) no se hicieron esperar. Al mismo tiempo, Karim Benzema anunció su sorpresiva salida del Real Madrid y su contrato con el Al-Ittihad.

Aunque Messi terminó firmando con el Inter Miami de la Major League Soccer (MLS) los rumores y el fichaje de Benzema nuevamente pusieron sobre la mesa la constante inversión árabe en el futbol.

Hace unos años se denunció que Catar había pagado a la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) para ser la sede de la Copa 2022. Aunque no pasó mucho tiempo antes de que se negaran las acusaciones de manera oficial, la idea de que el Mundial fue “comprado” continuó en el imaginario colectivo y se acrecentó cuando se dio a conocer que Gianni Infantino, presidente de la FIFA, obtuvo de manera irregular una residencia en Doha, Catar, mucho antes de que empezara el certamen.

No obstante, el interés del Golfo Pérsico en el mundo del futbol y de los deportes en general lleva años desenvolviéndose en grandes contratos no solo para jugadores, sino para clubes y torneos internacionales.

Inversión

En 2004 Bahréin se convirtió en el primer país de Oriente Medio en alojar un Gran Premio (GP) de la Fórmula 1 (F1) e incluso en la actual temporada fueron sede de la carrera de apertura.

Por su parte, Arabia Saudí está bajo los reflectores desde 2022, cuando el Al-Nassr logró fichar al astro portugués Cristiano Ronaldo. Ahora, la SPL cuenta con las estrellas Benzema y su connacional N’Golo Kanté.

Además, los saudíes alojan otro GP de la F1 y han sido sede de eventos de box, golf y competiciones internacionales de artes marciales; alojarán los Juegos Olímpicos de Invierno en 2029; y se han postulado de manera conjunta con Egipto y Grecia para la Copa del Mundo 2030.

Con todo esto el Golfo Pérsico se está convirtiendo en la capital mundial de los deportes y el proceso está lejos de acabarse: el turismo deportivo le genera a estos países una derrama económica de más de 600 mil millones de dólares al año. Además, gracias a sus fondos soberanos de inversión, las naciones árabes amplían su espectro de influencia deportiva.

Tan solo Catar, a través de la Qatar Investment Authority (QIA), se hizo del PSG, club donde militaba Messi y en el que ha desembolsado más de 200 millones de euros en un año para fichar a las más grandes estrellas del futbol, como Neymar y Kylian Mbappé.

Poseen también más de 20% de acciones del Sporting Braga de Portugal y a principios de este año mostraron su interés en la compra del West Ham United de la Premier League.

Bahréin, a través de su fondo Mumtalakat Holding Company, es propietario de una parte del equipo de McLaren de la F1 y de una parte del Paris FC que juega en la Ligue 2.

A su vez, el Public Investment Fund (PIF) de Arabia Saudí adquirió en 2021 al menos 80% del Newcastle United por tan solo 300 millones de euros. La compra no estuvo exenta de controversia, puesto que según medios como The Guardian el príncipe saudí Mohammed bin Salman le pidió al entonces primer ministro Boris Johnson que interviniera en la Premier League para que aprobaran la compra y señaló que habría consecuencias económicas de no concretarse.

En aquellas fechas el Reino Unido se encontraba negociando una inversión de 30 mil millones de dólares por parte de los árabes en la economía británica. La intervención del gabinete de Johnson en la transacción futbolística se confirmó meses después.

Más aún: según reveló Bloomberg a principios de este año, el PIF hizo una oferta a Liberty Media y a la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) de 20 mil millones de dólares para adquirir toda la F1. La oferta fue rechazada por Liberty Media, actuales dueños del torneo, porque les pareció “una cantidad exagerada”.

Encubrimiento

Todo el interés de Oriente Medio por los deportes puede ser entendido desde dos perspectivas.

La primera es una diversificación de la economía árabe, algo necesario considerando que la gran mayoría de sus ingresos proviene del petróleo y que la agenda energética mundial está poniendo todos sus esfuerzos en alejarse de los combustibles fósiles.

La segunda es el ejercicio a gran escala del llamado sportswashing, una práctica a través de la cual se utilizan a los deportes para limpiar la imagen de una empresa o país; o para desviar la atención de alguna falta en temas políticos y sociales.

De hecho, según un estudio publicado en la American Political Science Review, hay una correlación entre los eventos deportivos internacionales con la represión política y la violación de los derechos humanos. Según la investigación los eventos permiten que la atención mediática esté puesta en las competiciones y no en los problemas sociopolíticos.

Aunque el estudio toma como ejemplo la Copa Mundial de Argentina 1978 la correlación está patente en Catar 2022, puesto que en aras del torneo se dio a conocer que muchos trabajadores migrantes murieron durante la construcción acelerada de los estadios. Aunque los organizadores señalaron en primera instancia que no eran más de 40, meses después dieron a conocer que superaban los 400. Algunos países participantes, como Inglaterra y Alemania, solicitaron a la FIFA una revisión de los derechos de los trabajadores y una compensación económica a las familias afectadas.

Finalmente, otro estudio de la Universidad de Loughborough profundiza en esta relación y en la actitud de los fanáticos hacia el sportswashing. Según la investigación el deporte crea en los fans una conexión de identidad tan grande, que prefieren evadir cualquier tipo de crítica.

Lo anterior provoca que ni los deportistas ni los clubes estén motivados a actuar de manera social o políticamente responsable.