WISTERIA Y LA RECONSTRUCCIÓN DEL YO

Alejandra Moncada
Cultura
Wisteria

Los sentimientos universales como el amor, el miedo y la esperanza se manifiestan de distintas maneras a través de expresiones artísticas como la literatura. En la autoficción, un género literario que combina hechos reales con la ficción, los autores recrean sus propias vivencias en una narrativa que mezcla lo autobiográfico con lo inventado. Así pueden sentir más cercanía con sus propias experiencias, conectando con los relatos en un nivel más profundo.

De igual manera, quien escribe autoficción tiene una mayor libertad creativa para explorar sus experiencias personales sin ataduras estrictas a la verdad de los hechos.

Tal es el caso de Wisteria, donde María Fernanda García teje una historia en la que los recuerdos de la protagonista se entrelazan con la ficción, ofreciendo una mirada profundamente personal sobre la construcción de la identidad.

Esta novela se incorpora a la colección Hilo de Aracne de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Narrada en primera persona, la historia sigue a una mujer adulta que en su proceso de autodescubrimiento revisita los hogares en los que ha vivido. Este recuento de casas se convierte en el hilo conductor para examinar su vida y las experiencias que han moldeado su identidad, desde su infancia en Estados Unidos hasta su traslado a la Ciudad de México.

En uno de los pasajes más poderosos García escribe: “Quise volver a Michigan para entender todo lo que no soy. Volví a esa casa para descifrar que la primera casa no es un espacio físico. Mi primera casa es mi lengua madre, las palabras, las frases que construyen mi personalidad”. Este fragmento captura el conflicto central de la protagonista, quien no solo busca un lugar físico donde sentirse en casa, sino también intenta reconectar con las palabras y los recuerdos que definen quién es en un sentido más profundo.

Con claros elementos autobiográficos, García hila una trama que refleja la lucha por adaptarse a los cambios inevitables en la vida: la pérdida de seres queridos, las mudanzas y las decisiones que redefinen el curso de nuestra existencia. La protagonista, al igual que muchos de nosotros, se enfrenta a la dificultad de organizar su vida, de entender quién es a través de sus recuerdos y experiencias. Las casas que ha habitado, más que simples escenarios, se convierten en símbolos de las distintas etapas de su vida y de la forma en que estas han influido en su autopercepción.

Además de la narrativa de García, Wisteria cuenta con ilustraciones de Jimena Duval, que complementan visualmente el viaje emocional de la protagonista. Las ilustraciones añaden una dimensión extra al relato, contribuyendo a la construcción de un universo introspectivo en el que los espacios y los recuerdos se entrelazan de manera inseparable.

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Identidad

En entrevista con Vértigo, María Fernanda García habla acerca de los retos de escribir su primera novela.

Wisteria se mueve entre el ensayo, el diario y la narrativa. ¿Cuál fue el proceso de escritura de este texto?

—Sí, es como un formato híbrido que no se termina de entender, pero creo que la literatura tiene estas cosas indefinidas; de pronto estás leyendo algo que no sabes qué es y a mí eso siempre me gusta. Empecé en mi vida muchos diarios, en la noche escribía y tenía un blog medio secreto. Pedí la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) para Ensayo creativo y ahí empecé a escribir el texto. Las notas que recibía siempre decían que era un texto narrativo, que tenía una estructura a veces ensayística, pero que más bien era más parecido a la crónica o a la narrativa misma. Ahí empecé a hacer algunos ajustes, peleándome con qué era lo que estaba haciendo y cuando lo mandé a la UNAM y les gustó, me dijeron: “¿Qué opinas de que salga en la colección de novela?” Y yo estuve de acuerdo.

—La novela es muy íntima. ¿Tuvo dificultades para plasmar algo tan personal en un texto literario?

—Ese es el reto principal. A mí me daba mucho miedo. Lo mío no es contar secretos familiares oscuros, pero sí creo que mi perspectiva de algunas cosas puede que a alguien de mi familia le sea discordante. La verdad es que ya la leyeron mis familiares y les ha gustado, o bueno, eso me han dicho. Sí, tuve miedo, pero al final no he recibido malos comentarios ni nadie se ha ofendido. Pero es complicada esa parte. También es con lo que conecto, lo que siento, lo que conozco… No sé, yo he escrito ficción, pero es una cosa que me implica entrar a otra parte de mi quehacer creativo.

—¿De qué manera dialogan las ilustraciones de Jimena Duval con la historia?

—Me parece que cada cosa está en su lugar. La verdad para mí fue algo increíble ver las ilustraciones porque no conozco a Jimena. El proceso fue que yo mandé el texto y luego Andrea Fuentes, la editora, contactó a Jimena y me regresó el texto ya formado con las ilustraciones. Tengo una sensación de que es alguien que entendió muy bien y, sin conocernos, conectamos en un nivel en el que veo las ilustraciones y siento que se parecen un poco a mí. Me parece que el diálogo es increíble.

García agrega: “Como autora, siempre tienes miedo de que un texto sea ilustrado, sobre todo un texto que no está pensado en un primer momento para tener ilustraciones; es decir, no es un libro-álbum o algo más infantil. La portada es muy llamativa, muy poderosa. También está increíble que se presta a interpretaciones y tiene una parte parecida al texto medio encriptado, pero evidente. Tengo muchas ganas de conocer a Jimena para entender cómo lo pensó”.

—¿Tiene más proyectos en mente?

—Desde hace diez años estoy trabajando en proyectos de cine y televisión. Ahorita estoy escribiendo un guion con un amigo y estoy trabajando en series, pero eso es más trabajo por encargo. Pero sí, quiero escribir algo mío. Ahora estoy un poco abrumada con esto del libro, siento que ya escribí demasiado sobre mí. Tengo ganas de escribir algo de ficción-ficción.

Con esta primera novela María Fernanda García ofrece una mirada introspectiva y emotiva sobre las relaciones familiares y la búsqueda de identidad, elementos que resuenan en lectores de todas las edades.