JOSÉ LUIS TRUEBA: VIAJERO DEL TIEMPO

“La novela histórica funciona bien porque son unas aventuras sensacionales”.

Alejandra Moncada
Cultura
Jose Luis Trueba Lara

La historia de México está llena de momentos épicos que han marcado su devenir. La Batalla de Chapultepec, librada en 1847 durante la invasión estadunidense, es uno de esos episodios imborrables. Y una nueva novela histórica, Furia. Recordanzas de un lépero levantisco, escrita por José Luis Trueba Lara, nos transporta a esos días de heroísmo y sacrificio.

Trueba destaca por su capacidad para recrear de manera seductora diversos eventos históricos, como es el caso de Malinche (2020), Moctezuma (2018) y ahora Furia. La narrativa de esta última novela nos lleva al corazón de la batalla, permitiéndonos experimentar el coraje de la población de la Ciudad de México ante la invasión norteamericana.

Además de los aspectos bélicos la obra profundiza en las vidas de los personajes involucrados. Desde los pobladores adinerados hasta los hombres que se levantan en armas, cada figura se presenta con una profundidad humana que permite al lector comprender sus motivaciones y sentimientos en medio del conflicto.

Trueba logra una obra que no solo entretiene, sino que también educa y emociona: Furia. Recordanzas de un lépero levantisco es una lectura para quienes desean sumergirse de manera amena en uno de los capítulos más dramáticos de la historia de nuestro país.

Como toda novela histórica, esta trama tiene aspectos reales y otros que no lo son tanto. El autor subraya que “en mis novelas sucede algo de lo que pasó, es decir, los hechos de la batalla de Chapultepec son absolutamente ciertos. También te cuento algo de lo que pudo haber pasado. Sabemos que la chilanguiza se levantó contra los gringos, pero no sabemos a detalle qué hizo cada uno; entonces, esa es la historia del protagonista de la novela. Y, por último, sucede lo que a mí se me pegó la gana”.

Es así como el lector se adentra en la vida de El Siete, protagonista de la historia, quien no pronuncia ni una palabra. La novela es contada siempre por alguien que se enteró de los hechos porque alguien le contó: por puros chismes. Este es uno de los principales atractivos de la obra, además de que Trueba asegura que los hechos presentados sí pasaron realmente.

Al respecto, señala que “todos los hechos que se cuentan son absolutamente reales; pueden haber ocurrido en otro lugar, en otro momento, sí, pero yo los junto y ordeno en la historia para que tenga coherencia”.

Ficción y verdad

En entrevista con Vértigo, Trueba relata su experiencia al escribir esta obra y habla de la importancia de la novela histórica.

—¿Por qué optar por la novela histórica?

—Yo solo escribo novela histórica, pero esta novela nace de algo muy extraño: del pasado, del ayer. No está tan claro como pensamos. Hay un chorro de piezas que se perdieron en el tiempo, ve tú a saber por qué; se perdió un archivo, se quemó una biblioteca… la razón que quieras. Entonces, cuando estás trabajando algo de historia, siempre te vas encontrando hoyitos. Mi chamba como novelista histórico es llenar los hoyitos. Ahora, lo que sigue, es el problema de cómo los llenas, porque hay que tener siempre un cierto cuidado cuando te enfrentas a ese pedacito en blanco del pasado. Cuando trabajas con lo real, con lo posible y con aquello que son los resultados de tu imaginación, lo primero de lo que reniegas es de dar clases de historia. Es decir, para leer Furia no tienes que ser una experta en la guerra contra los gringos ni en el siglo XIX: es una aventura que vas a vivir. En este sentido, creo que la novela histórica funciona bien porque son unas aventuras sensacionales.

—¿Cómo fue para usted adentrarse en este personaje del siglo XIX, que además narra a oídas, no ve los sucesos, pero los escucha?

—El chiste es que la novela sea lo suficientemente falsa para que tú creas que es verdadera. Es decir, con la historia de El Siete nunca sabemos si él en realidad hizo tales y cuales cosas; eso es más bien algo que le contaron a un sujeto del mitote y él te lo cuenta. Esta es una razón de hacer trampa, porque a ti, a cualquier lector y al igual que a mí, nos gustan los chismes. El chisme es fundamental. Entonces, la novela está escrita como si fuera un chisme. “A mí me dijeron, pero la verdad es que no me consta”; cuando te dicen eso, tú ya caíste y dejas de lado lo que estabas haciendo.

—¿Cuáles aspectos de este enfrentamiento de Chapultepec son los menos conocidos y considera que deberían tener mayor relevancia?

—En el caso de la Batalla de Chapultepec, se convirtió en parte de nuestro santoral. Y el que lo dude que vaya allá y vea el Altar a la Patria que, perdón, nos salió grandotote y harto mármol tiene. Lo interesante de esa batalla, por lo menos para mí, no es dudar del heroísmo de los cadetes, eso está fuera de discusión, se la rifaron. Pero hay otra camada de héroes muy jóvenes por ahí que se van a convertir en los malvados. Por ejemplo, Miguel Miramón, tan malvado que lo acaban fusilando junto a Maximiliano y Mejía. Miramón estaba en esa batalla y era cadete, fue herido y fue prisionero de guerra, pero no sale en la saga de los Niños Héroes.

Finalmente, Trueba destaca que “muchos escritores del siglo XIX estuvieron en esa batalla. Los leemos como novelistas, poetas o periodistas y nunca nos hemos preguntado si ellos estuvieron; y efectivamente, así fue. Es toda una generación chilanga que tomaba el camino de las armas y terminó militando en diferentes bandos. Y eso es lo interesante, porque tiene que ver con algo que siempre se nos olvida, que todos eran patriotas, aunque estaban en diferentes bandos, aunque terminaron matándose. Todos gritaban “Viva la patria”, y estaban convencidos de eso. Esa lección se nos olvidó a tal grado, que hoy nos damos el lujo de enfrentarnos gritando los dos bandos “Viva la patria”, por separado. Valdría más que todos lo gritáramos juntos: “Viva la patria”.